De independencias, mitologías y otras cosas
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En 1976, varios historiadores del Colegio de México publicaron el libro Nueva historia general de México, donde nos narran las razones de lo que ocurrió en el previo y en el post de 1810, momento en el que se da la fecha de arranque de lo que conocemos como el México independiente.
Napoleón Bonaparte dominó Europa de 1804 a 1815 aproximadamente, y de 1808 a 1813 designó a su hermano José Bonaparte para que gobernara España. El grito de Dolores, que ha operado como elemento fundacional, no tenía como objetivo una lucha que nos emancipara de España. El grito de Hidalgo se da en un poblado que celebraba su fiesta patronal y que a la fecha ronda los 152 mil habitantes ¿Cuántos se habrían reunido en aquel momento?
La invitación de Miguel Hidalgo, según Lucas Alamán, no buscaba la expulsión de los españoles y la conformación de una nueva nación, sino la adhesión a Fernando VII y el deseo de que los franceses abandonaran España. Por eso las arengas de Hidalgo en relación con la gente reunida que decían: ¡Viva la religión! ¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII!, a lo que el pueblo contestaba ¡Viva la virgen de Guadalupe y mueran los gachupines! ¿Independencia de México con respecto a España?
La identidad de los pueblos descansa sobre los mitos. Por eso el concepto “mito” tiene un carácter peyorativo. Ordinariamente se entiende como una idea que no corresponde a la realidad, de ahí los cuestionamientos al respecto. Grecia, gracias a los escritos de Homero y Hesíodo y sus innumerables historias, tuvieron como centro el mito. Seguro usted recordará la leyenda de Hércules, Prometeo, Sísifo, Perseo y Medusa, o la del Caballo de Troya.
En el caso del Oriente Medio, los mitos cosmogónicos son la base de lo que luego en Occidente asumimos como grandes verdades, me refiero a la creación del mundo y del hombre. El Enuma Elish, el Génesis y la narración Hesíodo, por ejemplo, tienen grandes similitudes.
Joan-Carles Mèlich en su libro “Antropología de la Vida Cotidiana” dice que los mitos sirvieron para garantizar la permanencia y la constitución de una sociedad a partir de un valor supremo que posee un carácter legitimador, por eso el mito cohesiona ilusiones colectivas. En ese sentido, los mitos construyen la existencia de los pueblos. Sin el mito, afirma Jean Francois Lyotard, nos quedaríamos huérfanos de los orígenes y nos convertiríamos en bastardos.
¿Qué seríamos nosotros sin los relatos fundacionales de Tenochtitlán que tienen como centro el mito del “águila devorando la serpiente” y la leyenda del Quinto Sol, que nos narra cómo fueron los orígenes del mundo y de la humanidad según la cultura náhuatl? ¿O el mito del conejo en la luna, donde Quetzalcóatl muestra su agradecimiento a un conejo para que fuera recordado por todos? ¿O del mismísimo retorno de Quetzalcóatl que prometió regresar? ¿Que seríamos sin las grandes leyendas y los grandes personajes entronizados y canonizados por un pueblo sediento de identidad?
En la historia de la evolución de los pueblos y de los seres humanos, primero es el mito y luego el logos. Aunque hay pueblos y personas que por estar en zona de confort se han quedado permanentemente en el mito. Nosotros tenemos mucho de esto. Buscar respuestas, indagar sobre quiénes somos y de dónde venimos, no ha sido algo por lo que nos caractericemos.
En el caso de la Independencia de México, ¿de veras cree que un puñado de campesinos nos liberó de los españoles? Es cierto, de forma natural los pueblos han buscado siempre su libertad, pero el movimiento que encabezaba Hidalgo tenía otras pretensiones. De ser un movimiento político pasó a ser un movimiento social que no concluyó en 1810 ni en 1821 ni en 1857, menos en 1910. Simplemente no lo hemos concluido.
El mérito de Miguel Hidalgo fue encabezar un movimiento de criollos, indios y mestizos que a la fecha no ha concluido. O ¿de veras cree que somos libres e independientes? Los mitos no son la historia, pero son la base que soporta la historia. La independencia de México sigue siendo una lucha de todos los días; 55 millones de pobres no son poca cosa. De todas formas: ¡Viva México!
fjesusb@tec.mx