De lo verde, poco…
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A inicios de este mes fue publicado un informe que atrajo la atención de los gobiernos de muchos países a nivel global, sino es que de todos. La Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), con apoyo de la ONU, realizó un trabajo de investigación en el que se muestra cómo la actividad humana ha degradado el medio ambiente de una manera crítica.
Entre los datos que revela el informe de referencia destacan aquellos relacionados con la degradación de ecosistemas. Según este, alrededor de 75 por ciento de los suelos y 66 por ciento de las aguas del mundo se encuentran gravemente dañados, lo que a su vez ha puesto en riesgo de extinción a un millón de especies de flora y fauna, aproximadamente.
El estudio, realizado por más de 100 investigadores de todo el mundo, establece que el deterioro al medio ambiente ha sido originado por cinco causas principales: 1) los cambios en los usos de suelo y aguas, 2) la explotación desmedida de recursos naturales, 3) la aceleración en el proceso del cambio climático, 4) la contaminación, y 5) el comercio e introducción de especies exóticas a un ecosistema diverso.
Así la tendencia consumista del ser humano ha relevado a un segundo plano la protección al medio ambiente, mientras que el incremento en la densidad poblacional ha dado lugar a la evolución y aumento en las necesidades humanas tales como alimentación, vivienda, vestido, movilidad, entre otras. Todo esto contribuye, en diferentes grados, a la sobreexplotación de los recursos naturales y la intervención de la industria.
Ahora bien, el medio ambiente no sólo constituye una preocupación a nivel mundial, sino que es también un derecho humano reconocido en instrumentos internacionales, regionales y nacionales, cuyo antecedente más relevante es la Declaración de Estocolmo de 1972, que fijó las bases para la protección del medio humano. Por otro lado, el Protocolo adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1989 (conocido como Protocolo de San Salvador) contempla, en su artículo 11, el derecho de todas las personas a un medio ambiente adecuado.
Por otra parte, México es uno de los pocos países en los que el derecho a un medio ambiente goza de respaldo Constitucional gracias a la reforma del artículo cuarto –que por cierto está próxima a cumplir 20 años–, que establece que las personas tienen derecho a un medio ambiente sano que permita su desarrollo y bienestar, y el cual señala además la labor estatal para garantizar el acceso a este derecho.
Todo lo anterior, por tanto, nos demuestra que es evidente que la previsión de este derecho se ha dado en un sentido antropocentrista, es decir, en torno al ser humano. Esto debido a que las principales finalidades que se le otorgan al medio ambiente como derecho se refieren al bienestar y el desarrollo de la persona, condiciones que se encuentran ligadas estrechamente con las necesidades y el estilo de vida del ser humano.
En resumen, el derecho humano a un medio ambiente sano requiere ser garantizado por dos razones principales: en primer lugar por ser un elemento en el que coexisten seres humanos y diferentes formas de vida, lo que representa un bien jurídico que debe ser protegido debido a su importancia para la existencia de vida en el planeta. Y en segundo lugar porque de la idoneidad del medio ambiente depende la garantía de diversos derechos humanos como la vida, la salud, la alimentación, la vivienda, el agua y saneamiento, etc.
El panorama actual de nuestro planeta exige desesperadamente la implementación de medidas coherentes y efectivas para mitigar los efectos negativos ocasionados por el daño al medio ambiente. No obstante, la responsabilidad de protección ambiental engendra un sentimiento de solidaridad que propone la intervención de todas las personas. Así que valdría la pena empezar a ser críticos con nosotros mismos y valorar en qué medida estamos aportando para proteger al medio ambiente o, en su defecto, qué estamos haciendo que pueda dañarlo.
Los recursos naturales y los ecosistemas se nos están acabando, y el planeta pide auxilio a gritos: está en nosotros el responder a su llamado o el mantener la indiferencia de siempre.
El autor es auxiliar de investigación del Centro de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH