Decisiones económicas como estrategia política
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¿Si la inflación anualizada se ubicara en 4.5% cómo se calificaría al gobierno federal? ¿Cuál sería la evaluación política si el déficit ingreso-gasto federal superara el 2.5%? ¿Y la reacción de los “analistas” si el peso se depreciara en 22 pesos por dólar o más? Se anunciaría el desastre, se acusaría de irresponsable al actual gobierno y el presidente López Obrador sería el “dictador populista” que se esperaba, además de “mesías tropical”. Se daba por hecho que en el primer año de gobierno progresista el país iría a la debacle total, pero no fue así.
Las transferencias sociales en el gasto y el incremento de 16.2% al salario mínimo en este año presagiaba la elevación del nivel de precios, pero en agosto éste se ubicó en 3.14% (el menor desde octubre de 2016). Con ajustes y redistribución del gasto, la austeridad y el combate a la corrupción (casi 500 mil millones de pesos –mmdp- de ahorro según Secretaría de Hacienda), se incrementó el gasto social, decisión que, por su impacto negativo en los precios, también se incluía en el presagio de calamidad económica, pero tampoco sucedió. Además, las variaciones en el tipo de cambio sólo han sido de 18.40 a 20.10 pesos por dólar.
Lo que sí sucedió es que el crecimiento económico se ha reducido en mucho menos de 2% anunciado; cifras van cifras vienen y se ha afirmado inclusive que el PIB será un cero absoluto este año 2019. Según Inegi, en 2018 la tasa de crecimiento promedio de la inversión privada directa se ubicó en 0.98%, mientras que sólo en dos trimestres de este año fue negativa en -3.2%. Lo anterior puede explicarse por incertidumbre normal al inicio de un nuevo gobierno federal, más cuando la posición es de más intervención estatal en la economía; también incertidumbre por la pendiente firma del nuevo Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (T-MEC), la guerra comercial arancelaria China-Estados Unidos, variaciones en precios del petróleo, desaceleración mundial, entre otras causas.
Por otro lado, el último año del sexenio anterior la tasa de crecimiento promedio de la inversión pública fue negativa en -0.62%, pero en los dos primeros trimestres del presente año se acentúa negativamente en -11.2%, por no haber iniciado proyectos de infraestructura anunciados. Pero también se añade subejercicio del gasto federal de 198 mil millones de pesos al mes de julio, lo que contribuye al estancamiento económico, pero no presiona los precios al alza.
Con este viraje en la política económica, de orientación y coparticipación del Estado en la economía, lo más probable es que la decisión del subejercicio presupuestal se deba precisamente a que esta erogación, en concordancia con el incremento salarial y las transferencias sociales, no contribuyera al incremento de los precios y por ende al incremento de la tasa de interés.
Se prevé que el próximo año el gasto federal se aplique efectivamente desde el mes de febrero para contribuir al impulso de la economía. El paquete de ingresos-egresos 2020 del gobierno federal ubica los indicadores: inflación 3.2%; tipo de cambio 19.90; 49 dólares el precio del barril de petróleo; incremento de producción petrolera a 1 millón 951 mil barriles diarios; tasa de interés promedio en 7.4%; con superávit primario de 0.7% del PIB. Seguirá el déficit cero para no presionar la inflación ni tasas de interés y las prioridades serán: bienestar social –transferencias sociales-, fortalecimiento de Pemex –como emblema de la soberanía nacional– y seguridad pública –exigencia pendiente difícil de atender–.
En efecto, para no generar desconfianza y temor en los mercados, el gobierno federal ha sido cauteloso para no distorsionar las principales variables económicas, recibiendo críticas inclusive de las posiciones intelectuales más progresistas, que argumentan la necesidad de déficit presupuestal mínimo en 2%.
Con 64% de aceptación social, en materia económica se toman decisiones que no pongan en riesgo el proyecto de cambio político y social… “despacio que se va de prisa”.