Democracia del silencio
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Constantemente se han esgrimido opiniones, algunas encontradas, otras a favor sobre lo que vulgarmente conocemos como democracia electoral o formalmente democracia representativa. Sus caracteristicas suelen ser maduramente aceptables, ya que en una generalidad, las democracias se legitiman como consecuencia del voto; además de que la aprobación legal y social se debe de dar como consecuencia de la deliberación pública entre gobernantes y gobernados.
La democracia deliberativa es un concepto que fue acuñado por Joseph M. Bessette en 1980 y que reelaboró en el año de 1994. De la misma manera, distintos filósofos y politólogos han robustecido el concepto deliberativo de Democracia. Nombres como Jürgen Habermas, fue de los que más contribuyó con sus especialidades en Teoría Política y del Derecho, además de personajes como Carlos Santiago Nino o Seyla Benhabib.
El término democracia deliberativa designa un modelo que busca complementar la noción de democracia representativa, con el uso e implementación de medidas, donde el colectivo tome decisiones y se le incluya en cuestiones en las que se ven potencialmente afectados. Como su nombre lo indica, está basado en el concepto de deliberación, que implica la discusión pública en diversas propuestas. Con el argumento “votar sin discutir no es democrático” tenemos de ejemplo a la antigua sociedad griega o en la actualidad a las asambleas suizas, inclusive, al día de hoy la sociedad escandinava es pionera en el consenso y en los procesos deliberativos.
Aunque suele ser arriesgado, escuchar y ser escuchado tiene doble provecho. Por un lado, abre un nuevo horizonte para dar con alternativas que no habían sido consideradas para nuevas soluciones. Por otro lado, brinda la posibilidad de persuadir, de conquistar adeptos, de obtener legitimidad. Si bien es cierto, aunque no sea por convicción, pero si por efectos pragmáticos, los gobiernos deben ser los primeros en promover el debate público.
Sin embargo, ¿qué pasa con la sociedad? La sociedad no quiere reflexionar, ni alegar, ni exponerse, no quieren justificar ni legitimar sus decisiones porque ya emitieron su voto, ya ocupan puestos los elegidos, con eso es más que suficiente. Pero en términos de democracia, la tolerancia, la pluralidad y las vías de expresión no es sólo eso, no es tolerar el disenso y dejar que cada quien diga lo que piensa. Un representante tiene el derecho a decidir, para ello fue electo, pero eso no lo exime de dar explicaciones ni lo faculta a guardar silencio.
En una democracia se espera de sus gobernantes explicaciones sobre el porqué de sus decisiones. Concuerden o no por las preferencias expresadas por la sociedad civil. Definitivamente los gobernantes tienen argumentos suficientes para hacer o dejar de hacer lo que hacen y también para defender su decisión, pero en la mayoría de los casos no lo hacen. Ciertamente imponer es más fácil, pero no necesariamente más productivo. El silencio tiene altos costos y se paga caro. Un gobierno que guarda silencio dice muchas cosas; pero el final dice que se sabe impune y que no tiene que rendir cuentas.