Destruir a la ‘mafia del huachicol’
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La comentocracia nacional está pasmada. Sus miembros no comprenden cómo el Presidente puede mantener altísimos niveles de respaldo popular en su “guerra contra el huachicol” a pesar de la evidente incompetencia con la cual se han conducido en este proceso él y sus colaboradores.
La respuesta es, a mi juicio, bastante simple:
Por un lado, quienes votaron por Andrés Manuel López Obrador no se van a convencer en apenas unas semanas –quizá nunca– de haber cometido un error. Por ello, además de observar con mirada benevolente el accionar del mandatario, consideran mezquinos a quienes le critican, pues les parece un exceso exigirle resolver en unos días el desastre heredado por “la mafia del poder”.
Por el otro, no solamente quienes votaron por el señor López, sino también la práctica totalidad de quienes no votamos por él, estamos de acuerdo en la necesidad de combatir a las “mafias huachicoleras”, perseguir a sus cabezas y someterles a proceso para colocarles tras las rejas.
Porque en éste, como en cualquier otro tema relacionado con la proliferación de actos ilegales, sólo quienes se benefician de tal realidad pueden estar en contra de la decisión adoptada por el titular del Ejecutivo.
La cereza del pastel la aporta un dato cuya veracidad es, por decir lo menos, cuestionable, pero sobre el cual ni siquiera vale la pena discutir porque se ha instalado como una verdad indiscutible: éste es el primer Gobierno cuyo titular ha tenido el valor de hacer algo respecto al saqueo de Pemex.
Así las cosas, la narrativa impulsada desde Palacio Nacional no puede ser sino exitosa porque una sociedad hastiada de la incompetencia, deslealtad, corrupción e impunidad de la clase política no puede sino aplaudir la determinación de un presidente decidido a “acabar con los corruptos”… aunque no esté obteniendo ningún resultado positivo concreto.
“Por lo menos está haciendo algo. Los anteriores no hicieron nada”, es la respuesta simple, directa, contundente, no sólo de los fans de la “cuarta transformación”, sino incluso de muchas personas cuyo voto no formó parte de la ola lopezobradorista del 2018.
¿Cuánto durará la benevolencia del público frente a la evidente improvisación, falta de planeación e incluso ingenuidad de una administración cuyo titular parece de verdad creer en la posibilidad de transformar el mundo al sólo influjo de su ejemplo redentor?
No tengo la menor idea. La paciencia y la tolerancia pueden agotarse la próxima semana o durar todo el sexenio, dependiendo de la forma en la cual se combinen una amplia gama de factores internos y externos.
Pero al margen de si el respaldo popular se agota mañana o se eterniza; al margen de la simpatía o antipatía con la cual cada persona vea al Presidente, en una cosa habríamos de coincidir: a todos nos conviene atestiguar el éxito de la cruzada gubernamental en contra de la “mafia del huachicol”.
Más aún: como a todos nos conviene el asunto habríamos de preguntarnos –con seriedad y ánimo propositivo– cómo podemos contribuir al éxito de dicha estrategia. Una forma mínima de contribución es, me parece, aportar ideas tendientes a concretar el objetivo central de la batalla: inhibir el robo de combustible y su posterior comercialización ilegal.
En este sentido, una de las preguntas recurrentes en torno al caso es: ¿cuántos “peces gordos” van a terminar en la cárcel? Se trata de una pregunta a la cual debería responderse con rapidez y precisión.
Una forma de hacerlo, me parece, es identificar las variables críticas del proceso. Y una de ellas es la red de distribuidores formales de combustibles, es decir, el conjunto de propietarios de las gasolineras a donde todos acudimos a llenar el tanque de nuestros vehículos.
¿Cuál es la relevancia de esta variable? Como nos ha explicado ya de manera prolija el Presidente, la mayor parte del combustible robado a Pemex se ha comercializado a través de las gasolineras legalmente instaladas.
Por ello, un golpe relevante a la “mafia del huachicol” sería el desmantelamiento de la red de distribuidores a quienes la ambición les ganó y decidieron entregarse a la fiebre de las ganancias rápidas. Y para asestar dicho golpe habría de recurrirse a la fórmula ofrecida en campaña por López Obrador: amnistía para quien contribuya al éxito de la cruzada.
La ecuación es simple: ofrecer inmunidad o castigos leves a quienes proporcionen información verificable y precisa, así como testimonio, con los cuales puedan armarse casos sólidos en contra de los grandes “empresarios huachicoleros” para llevarlos ante la justicia y lograr su condena.
Con la información a la mano, sin duda la Fiscalía puede identificar a los 10 o 20 empresarios de menor cuantía, arrestarles y ofrecerles un trato difícil de rechazar: o cooperan con la justicia o terminan sus días en la cárcel.
Si se lograra eliminar el último eslabón de la cadena delictiva gracias a la cual el robo de combustible es un lucrativo negocio, seguramente se asestaría un golpe relevante a la “mafia del huachicol”, pues sólo a través de las estaciones de servicio autorizadas es posible deshacerse de los monstruosos volúmenes de combustible robados a Pemex.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx