Dignificar al maestro
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Era un símbolo de autoridad. Su llegada al salón de clase resultaba inspiradora, a muchos atemorizante. No todos los maestros, por fortuna y hasta hace poco tiempo, inspiraban miedo. Pero al ser la autoridad, su arribo imponía silencio en los grupos. Silencio motivado la mayor parte de las veces por el respeto que ofrecían desde su investidura de catedrático.
Venían armados no sólo de conocimientos, sino además de un aura de bondad que generaba confianza. Maestros que había en el aula se convertían después en amigos para toda la vida.
¿En qué momento se quebró el equilibrio de las buenas relaciones de maestro-alumno? Cuando se fijaron las miradas en los maestros como una masa amorfa, sin considerarlos el individuo que cada uno de ellos es en el salón de clases, empezaron las transformaciones.
También, cuando la educación se concibió como un conjunto de reglas aplicables sin distinción ni matices en diferentes escenarios, protagonistas y contextos regionales con sus particularidades y sus características específicas.
Cualquier intento de establecer comparaciones entre los asistentes a la escuela entre las regiones del país arroja resultados que remiten a veces a diferencias abismales entre unos y otros. Va desde las condiciones de las instalaciones, hasta las formas de vida de sus habitantes. Mientras algunos han de recorrer grandes distancias a pie, otros tienen la posibilidad de llegar a su escuela en solo unos minutos haciéndolo en automóvil.
Y este, sólo un ejemplo de los cientos que existen.
Los maestros han perdido mucho prestigio en México en las últimas décadas. Por culpa de quienes abusaron (y aun hoy siguen abusando de su posición), la gran mayoría en el país sufren desprestigio y operan en condiciones que siguen sin ser las adecuadas.
Influyen en eso otros factores, como la cada vez más invasiva participación de los padres en el proceso, por desgracia muchas veces para obstaculizarlo.
Mientras los padres en el pasado asistían a juntas para conocer el bueno o mal desempeño de los estudiantes y actuar en consecuencia en casa, hoy hay verdaderos linchamientos desde las redes sociales contra los profesores que terminan en despidos o renuncias, en el mejor de los casos.
De igual modo, está presente el factor tecnología y el uso de las redes sociales, así como de los avances en materia de comunicaciones. Los niños no llegan al salón de clases con la mente absolutamente en blanco a aceptar ciegamente una perspectiva. Arriban a él luego de haber seguido diversos medios de comunicación y religiosamente, muchos, el Youtube.
Por eso, ahora, el esquema del Aula invertida funciona para gran número. ¿Qué es lo que sabes acerca de un tema? Desarrolla tu conocimiento sobre él y luego aquí se amplía mediante explicaciones.
En reciente charla sobre la enseñanza de las Ciencias Sociales, el historiador Luis Barrón, profesor-investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, de la Ciudad de México, expresaba que, en la actualidad, habría que repensar en los antiguos esquemas a la hora de educar, y en lugar de ofrecer en exclusiva conocimientos, estimular para enriquecerlo.
La motivación como motor del conocimiento. Una motivación nacida del propio deseo de tener el aprendizaje como meta de todos los días.
En ese acompañamiento, me parece esencial regresar al modelo del maestro que participa en el proceso con entusiasmo. ¿Cómo podríamos lograrlo?
Desde la valoración del catedrático en las instancias educativas, reconociendo su labor continua y localmente, en la propia escuela. También, el maestro mismo a la hora de presentarse con profesionalismo cada día en su clase y, muy especialmente, entre los padres de familia.
La confianza de los padres resulta fundamental para que ello se consolide.
Tal y como se ve ahora, muchos padres favorecen poco la confianza entre la escuela y los hijos. Ojalá y se mueva a la reflexión en ese sentido.
Todos participan en un proceso que a fin de cuentas forma a un ser humano integral.
Los maestros responsables; las autoridades vigilantes; los padres de familia atentos al proceso, pero no como obstáculos del mismo.
Si no se entiende el papel que corresponde a cada cual en su área, por más cambios y legislaciones que haya, el proceso seguirá caminando despacio y con pocas esperanzas de consolidarse.