Disyuntivas dilemáticas
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Si o no.
O blanco o negro. No existe el gris. ¨Quedarse o salir¨. Es lo drástico del dilema. No admite términos medios. No matiza. Todo o nada. Se acepta o se rechaza. Un plebiscito, un referéndum plantea la disyuntiva para optar en una encrucijada. Se puede usar un concepto de mayoría matemática. La mitad más uno ya es victoria definitiva.
Puede también aceptarse una mayoría con un margen mayor de diferencia. Solo dos tercios de los votantes pueden ser mayoría aceptable para no tener un país notablemente dividido y por la gravedad de las consecuencias en ambas direcciones. Es lo que empiezan a alegar los jóvenes británicos que querían seguir siendo ciudadanos de más de veinte países que les ofrecían sus fronteras abiertas y su unidad monetaria para una movilidad sin restricciones.
En los kibutz de Israel cada residente tiene su propia parcela pero ha de reservar el tiempo necesario para trabajar en el gran cultivo común. Si alguien pretendiera solo atender lo propio no podría permanecer en la comunidad. Las pertenencias siempre traen consigo derechos y obligaciones, provechos y aportaciones. Una unión no puede ser inmediata y totalmente satisfactoria para todos los que se unen. Se dan etapas sucesivas en que no se logra el equilibrio proporcional entre lo que se aporta y lo que se recibe.
Se dan dilemas drásticos también en la vida de las familias y de las naciones de hoy. Hay impaciencias. Se quieren quemar etapas. Se busca cosechar ya sin haber sembrado lo suficiente. Irse o quedarse no debiera ser la única posibilidad de opción sino la de quedarse a convivir mejor. Irse, sí pero no la persona o la nación, sino hacer que se vaya la conducta egolátrica o hipernacionalista que impide la convivencia pacífica y feliz.
Ni lo dogmático sin revelación divina, ni lo polémico con ansia de ganarle al adversario en lugar de ganarlo, ni lo apologético que se defiende hasta cuando no hay ataque, ni lo dilemático que puede dividir a una nación por una exigua mayoría matemática son caminos aptos para una convivencia próspera y en paz. Solo lo dialógico como estilo permanente de vida da el mantenimiento indispensable para una unión duradera y fecunda.
Puede el Brexit convertirse en ¨Regrexit¨, después de un segundo plebiscito que tome en cuenta a los jóvenes y desemboque en una mayoría suficiente y exigida. El acontecimiento de la comunidad europea puede dar una gran lección de rectificación y de motivación para todas las familias y uniones de naciones en lugar de oponerse al movimiento envolvente que unifica a la humanidad.
Si la actitud de diálogo sustituye a los dilemas tajantes se evitará que las distinciones opongan y las oposiciones separen...