Educación privada: otra ‘víctima’ de la pandemia
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Las escuelas privadas constituyen una fuente de empleo para miles de profesores y administrativos... que ante la pérdida de sus empleos buscarán ser admitidos en el sistema público
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 tiene repercusiones que van más allá de la salud pública y que incluyen entre las más visibles una crisis económica que golpea, sobre todo, a las familias de menores ingresos.
La pérdida de millones de puestos de trabajo –formales e informales– así como la disminución de los ingresos de millones de personas, debido a la contracción de la economía, se traduce en un obligado recorte del gasto de las familias en todos los rubros posibles.
Uno de esos rubros, de acuerdo con el reporte que publicamos en esta edición, es el de la educación. La estadística es alarmante: alrededor del 40 por ciento de los alumnos que asistían hasta hace un año a las escuelas privadas de educación básica en Coahuila han sido dados de baja por sus padres.
La cifra no implica necesariamente que los niños y adolescentes que acudían a los jardines de niños, así como a las escuelas primarias y secundarias del sistema privado de educación hayan dejado de estudiar. Pero tampoco que todos ellos hayan sido absorbidos por el sistema de educación pública.
Una lectura superficial del fenómeno invitaría a concluir que solamente quienes “hacen negocio” con la educación privada pueden lamentarse de este hecho, pues su mercado se ha visto reducido por la pandemia. Pero no hace falta sino detenernos en algunos detalles para entender que se trata de un fenómeno con implicaciones más profundas.
En primer lugar es necesario tener claro que cada familia que realiza un esfuerzo para enviar a sus hijos a una escuela privada está aliviando la carga del sistema de educación pública, pues releva al Estado de la carga económica que implica cumplir con su responsabilidad de garantizar la educación de esos alumnos.
En segundo lugar es preciso observar que las instituciones públicas no necesariamente cuentan con la capacidad para absorber a los estudiantes que, ante la necesidad de continuar su formación académica, necesariamente reclamarán un lugar en las escuelas públicas.
En tercer lugar debe considerarse que las escuelas privadas constituyen una fuente de empleo para miles de profesores y empleados administrativos, cuya especialidad es justamente la educación, y que ante la pérdida de sus empleos necesariamente buscarán ser admitidos en el sistema público, que tampoco puede ofrecerles una alternativa.
Finalmente, la operación de las escuelas privadas constituye uno de los motores de múltiples actividades económicas como la industria de los uniformes, la alimenticia o la informática, o actividades como el transporte escolar y la comercialización de libros, por sólo citar algunos ejemplos.
Por ello, que el 40 por ciento de los alumnos que hasta hace un año asistían a una escuela privada en Coahuila hayan sido dados de baja, no puede ser visto como un simple hecho anecdótico sino como una consecuencia relevante de la pandemia que demanda acciones de apoyo por parte del sector público.