Educando para el XXI (Primera parte)
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El pasado 5 de octubre se celebró el Día Mundial de los Docentes, no sé si en las Cámaras, de Diputados y Senadores, hicieron por lo menos un pronunciamiento al respecto. No obstante, la fecha es relevante, es motivo para recordar a la comunidad internacional y México es parte de ella, que “el derecho a la educación implica el derecho a docentes cualificados”.
¿Y qué es un docente cualificado? Pues aquel que no sólo se ocupa de transmitir los contenidos o programas de la curricula escolar, sino que al hacerlo le imprime lo mejor de sí mismo. Y va más allá, porque también forma en valores a sus alumnos, y con esto enriquece su espíritu y los enseña a vivir en armonía en la sociedad de la que son parte.
La académica española Montserrat Gomendia, dice que “la mejor didáctica, la más motivadora, germina de una relación profesor-alumno, donde todos han de sentirse fusionados con la tarea educativa, sin obviar la potestad del maestro y el respeto del discípulo, con la colaboración de la familia”.
Tener docentes bien calificados demanda preparación previa, es asunto de decencia y de docencia. Es vital que el Estado mexicano se haga cargo de esta tarea impostergable por la relevancia que reviste. Educarse es un derecho fundamental consagrado en nuestra Carta Magna. Lea, estimado lector, el artículo 3, seguramente que va a preguntarse porque los criterios que ahí se plasman se los han pasado por debajo de las extremidades inferiores, porque si medianamente se atendieran, adviértase… medianamente, este País sería absolutamente diferente, para bien.
Perversamente –no encuentro otra expresión para no ser maleducada– un día el partido hegemónico decidió entregarle a un sindicato la conducción de la educación y ahí empezó la debacle; a cambio del apoyo incondicional para mantenerse en el poder a perpetuidad. Mire usted los resultados, pervirtieron la noble labor de los maestros, se entronizaron los lideretes sindicales y desgraciaron el porvenir de millones de mexicanos. Con la reforma educativa que se aprobó en la Legislatura 62, de lo que yo tuve el honor de ser parte, se le devolvió al Estado la conducción de la educación en México…
¡Anatema! Los morenos, por órdenes de ya saben quien, presentaron la iniciativa con la que van a abrogarla, porque no sirve según sus cánones, porque atenta contra los derechos laborales de los maestros. Por favor, lea usted la fracción III del artículo 3 constitucional, comprobará que no tiene sustento semejante afirmación. Han satanizado la evaluación magisterial. En los países que ocupan los primeros lugares a nivel mundial por la educación que se imparte a sus niños y jóvenes, es permanente.
El objetivo de la evaluación no es arruinarles la carrera a los maestros, sino todo lo contrario. En Singapur, número uno en educación de calidad, desde 2003 se introdujo un sistema de evaluación docente por resultados, el ascenso para los maestros está determinado por la experiencia y por su desempeño.
Los docentes exitosos con suficiente experiencia pueden ser promovidos a coordinadores de grado y directores de área. Los maestros mexicanos tienen 3 oportunidades para evaluarse, si reprueban tienen un año para capacitarse, si en su tercera oportunidad no logran aprobar, se les reasigna a un área administrativa o si ellos deciden retirarse, se van con todos sus derechos a salvo.
En Finlandia, para alcanzar los estándares que tienen se profesionalizó la docencia trasladando la formación de todos los maestros de las escuelas normales a la universidad e institucionalizando los programas de capacitación durante el servicio, que hoy siguen siendo de carácter obligatorio.
La reforma educativa que López Obrador se comprometió a echar abajo es revisable, todas las leyes deben de pasar por ese proceso. Que se les pregunte a los maestros de nuevo ingreso lo que opinan sobre la misma, no obstante las intromisiones que sigue teniendo el sindicato.
México necesita que sus maestros sean los mejores y eso no se improvisa, tiene que invertir en serio en la capacitación permanente de éstos y reconocerles la entrega y el compromiso en el ejercicio de su profesión.
En Corea del Sur, en Canadá, en Finlandia, en Singapur, se pondera y se estimula por los méritos a los profesionales de la educación. Los profesionistas mejor pagados en aquellas latitudes y que gozan de mayor prestigio, son los maestros. La historia empieza desde que se presentan como aspirantes.
Sólo se escoge a los mejores alumnos, sólo los estudiantes con expedientes académicos de excelencia y calificaciones más altas pueden llegar a ser maestros. Se presentan a una prueba nacional. En Finlandia se escoge únicamente al 10 por ciento de los candidatos.
Después se les entrevista, es esencial la entrevista, ahí se comprueba si colma el perfil necesario, es decir, si tiene: capacidad de comunicación, actitud social y empatía. Si no las tiene o no las puede incorporar, no es posible su ingreso. Son 5 años de estudio para obtener el grado, las prácticas se realizan desde el principio. Al final elabora una tesina, si la aprueba entra al mercado laboral.
Se me fue el alma al suelo esta semana, cuando escuché al Presidente electo decir con todo desparpajo, que la capacitación la tendrá el maestro que la quiera y adiós a las evaluaciones porque son una “ofensa” al magisterio. Y sería de aplaudir –que le pregunte a los mexicanos– que la evaluación se volviera obligatoria para el ingreso, permanencia, ascensos o reelección, en su caso, de funcionarios públicos, de elección y de designación. Constituiría un servicio invaluable para el País. (Continuará)