El año que se va
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¿De qué escribir esta semana, este último domingo del año décimo noveno del tercer milenio, un año que en dos días más se irá, irremediablemente, tan de prisa como llegó? ¿Escribir de un año que dejará como marca indeleble plagas y guerras de consecuencias inimaginables en el mundo, provocadas por fanatismos de identidad en las que unos siembran el terror en nombre de Dios y otros lo cosechan en nombre de una justicia infinita? ¿Hablar de guerras provocadas por delincuentes inmisericordes que muestran su poder de destrucción y siembran algo más que el terror con la desaparición de personas y pueblos enteros? ¿De las guerras personales causadas por la miseria, el terror, la extorsión y la opresión, entre otras causas, que obligan a las personas a abandonar su propio país con la esperanza de comenzar una nueva vida en otro? ¿De un año en el que México recibió a miles de migrantes, no sólo los tradicionales centroamericanos y sudamericanos, sino también otros procedentes de países africanos y de otras partes del mundo, y que mantiene desde hace meses a cientos de ellos en campamentos fronterizos en espera de ser aceptados para cruzar hacia el vecino país del norte? ¿Escribir de un año más en el que México sigue dividido en tres hipotéticos territorios: el primero, pequeñísimo y muy iluminado, que corresponde a los ricos y poderosos; el segundo, más grande y en la penumbra, que habitamos los que aún tenemos trabajo y vivimos medianamente; y el tercero, un territorio inmenso y muy oscuro en el que reina la miseria, la pobreza extrema, la marginación y el analfabetismo? ¿Hablar de un año en el que nos enteramos de los cientos de miles de millones de pesos y dólares ilícitos robados por exfuncionarios de gobierno, traficantes y delincuentes detenidos en el extranjero, así como de la liberación del hijo del Chapo después de detenerlo en sangriento operativo?
Y finalmente, ¿escribir de un año en el que Coahuila continuó los trabajos del proyecto para la explotación de la Cuenca de Burgos a través del uso del fracking por los contratos que Pemex firmó con empresas privadas y, asimismo, que continuará la perforación de pozos convencionales y horizontales hasta el 2027 a pesar de la controversia surgida por las consecuencias fatales para el medio ambiente? ¿Escribir que no obstante haberse iniciado el proyecto de la Cuenca de Burgos en 1997, “las conclusiones de los estudios de factibilidad se encuentran en el Análisis Costo Beneficio autorizado”, según registra el informe “Programa y Proyectos de Inversión” de septiembre pasado emitido por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados?
De guerras, penumbras, delincuentes, migrantes y daños ambientales se ha hablado durante todo 2019. Por eso prefiero, como cada año, recordar aquí un párrafo de “El Carretero de la Muerte”, de Selma Lagerlöf, quien recoge en su novela la leyenda sueca del último hombre que muere en el año, según la cual la persona que entregue su alma al sonar la última campanada de las 12 de la Noche de San Silvestre deberá servir en espíritu a la Muerte durante el año siguiente, como conductor de la carreta en la que acarrea a los muertos. En ese párrafo, el viejo carretero le dice al que debe sustituirlo en el oficio de arrastrar el carromato: “Pronto será la mañana del primer día del año, y al despertarse el primer pensamiento de los hombres será para el Año Nuevo. Repasarán en su mente cuanto esperan y cuanto desean de este nuevo año, pues pensarán en lo porvenir. Entonces quisiera yo poder aconsejarles que no pidan ni la ventura, ni el amor, ni el éxito, ni la riqueza, ni la vida larga, ni aun la salud. No, sino únicamente que junten sus manos y concentren sus pensamientos en esta sola plegaria: ‘Señor, Dios mío, haz que mi alma llegue a su madurez antes de ser segada’...”.