El arte de engañar al público
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El imitar la naturaleza siempre ha sido uno de los principales focos de la actividad artística, pero en los casos que aquí presentamos el objetivo no es sólo copiar al original, sino presentar una idea nueva a través del engaño de la pupila del espectador
La multitud de técnicas y estrategias que las artes visuales pueden hacer uso para presentar algo diferente, arriesgado y nuevo, son demasiadas. Se define como esqueumorfismo a un objeto que posee atributos que lo hacen similar a otro que no es. El concepto es principalmente usado en el diseño digital e industrial, por ejemplo en los iconos de los sistemas operativos —un bote de basura de aluminio, una disco floppy, un folder—, pero puede ser aplicado a muchos casos.
En las artes visuales hay obras que imitan un material que no son y sin duda uno de los principales exponentes de esta estrategia es el artista estadounidense Jeff Koons, quien con sus más representativas obras, sus muñecos inflables, engaña al espectador a creer que las esculturas colosales de acero inoxidable en realidad son ligeras juguetes llenos de aire.
En su trabajo, Koons toma objetos cotidianos y los eleva al estatus de “arte”. Esta intención ha desatado opiniones encontradas desde que comenzó su carrera, las cuales critican no sólo sus piezas, sino también su método de trabajo, pues desde su “fábrica”, con más de 40 empleados, coordina la realización de los objetos de arte, que aunque son diseños suyos son resultado del esfuerzo de manos ajenas.
A pesar de ello, sus piezas son altamente reconocidas y valoradas. Su “balloon dog” se subastó en Christie’s en 2013 por 54.8 millones de dólares. Construida en acero inoxidable y con una capa de pintura transparente es sólo una en la amplia serie de Inflables que el pensilvano ha creado desde los 80’s.
Otras incluyen figuras más complejas pero igual de monumentales, que también imitan a los animales hechos con globos, desde jirafas hasta conejos, una Venus como las usadas por los humanos del paleolítico y un corazón.
Similar al trabajo de Koons pero en una escala inferior y con distintos objetivos se encuentra la obra de la saltillense Ana Gómez, ceramista con amplia trayectoria en el mundo de la escultura, reconocida a nivel internacional en instancias como la Bienal de Cerámica de Corea en 2007.
A través de la manipulación de tan noble material de modelado, Gómez crea esculturas con las que pone en evidencia los hábitos de consumo contemporáneos. En estas piezas ella recrea objetos cotidianos, como Koons pero de manera serializada y del mismo tamaño que el original, haciendo uso de la acumulación para revelar este consumismo.
Así nos encontramos con series como “Desechables”, en las que imita contenedores de comida rápida —cajas de comida china, hamburguesas y sopas instantáneas—, con fidelidad al objeto original en la forma y un embellecimiento en los acabados, sin abandonar del todo las características que lo vuelven reconocible.
Similares a estas piezas son juguetes inflables (de nuevo hay relación con Jeff), de pequeño tamaño, donde nos encontramos con ositos y salvavidas. Estas obras actualmente se encuentran expuestas en Blanco Galería de Casa República.
Y continuando por la misma línea de piezas cerámicas que aparentan ser objetos desechables podemos mencionar las tazas y copas de Tim Kowalczyk, quien lleva esta técnica a otro nivel e imita desde cartón hasta metal, pasando por madera, tela y demás materiales que el espectador sólo puede discernir que no son lo que aparentan después de una inspección más exhaustiva.
Desde su página de internet, Tim divide su obra entre el diseño y el arte, la parte de su trabajo que se enfoca en crear objetos útiles para consumo, pero únicos y exclusivos, y la que se va a las galerías, las piezas con miras a desarrollar otro tipo de discursos con el espectador.
En el primer apartado se encuentran sus vajillas de “cartón”. Tazas, vasos, copas y platos que sería imposible utilizar para consumir líquidos si realmente estuvieran fabricadas con ese material. Pero la habilidad de Kowalczyk es capaz de engañar a la vista y convierte así, con cuidadoso trato de la pasta en utensilios prácticos.
El otro aspecto de su obra está conformado por trabajos que imitan materiales cotidianos en situaciones extrañas. Una piedra vendada, brochas duras de pintura reseca, marcadores con y sin tapa y hasta tapas de tupperware.
Con su serie de 2014 “How Great I Am”, el artista presenta diversos objetos hechos de cerámica en los que juega con la retórica y los significados de los originales, mientras mantiene al observador cuestionándose la naturaleza del material y si de verdad son de madera, metal o vidrio.
La escultura en definitiva es el medio idóneo para la imitación de otros materiales, pero un caso particular, que se desprende de la línea de objetos de consumo y de uso cotidiano y, en cambio, se enmarca en un movimiento completo que abarca diversas disciplinas, primordialmente la escultura y la pintura, es el hiperrealismo.
Con Ron Mueck como uno de sus más importantes exponenetes, este movimiento busca replicar la realidad a tal grado que es indistinguible. Pinturas de calidad fotográfica y e imitaciones volumétricas de cuerpos humanos que en cualquier momento, pareciera, podrían cobrar vida.
Y de las obras de Mueck destacan aquellas que juegan con la escala, el único elemento que delata su falsedad. Por ejemplo, un bebé recién nacido de cuatro metros de largo, una mujer que contempla, preocupada, el infinito mientras está recostada en su cama, cuya mano es del tamaño del brazo de un hombre adulto y un niño acuclillado en medio de la galería que si estuviera de pie, sería cinco veces más grande que un hombre adulto promedio.