El carterista
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Carlo Santini es amigo mío desde hace 20 años. Nunca lo he visto, sin embargo. Nuestra amistad fue primero por carta, y telefónica, y ahora es por Internet. Él forma parte, como yo, de esa extensa y extraña red que se llama The Movie Circle, formada por cinéfilos que hablamos de películas e intercambiamos información sobre ellas.
Gracias a Carlo, habitante de Los Ángeles, pude encontrar por fin una joya que desde hace mucho tiempo había buscado inútilmente. Se trata de “Pickup on South Street”, cuyo nombre en español, entiendo, es “El carterista”. Se filmó en 1953. Su director, Samuel Fuller, recibió el encargo de hacer una película B -es decir, de bajo presupuesto- con propaganda anticomunista, pues empezaba la llamada Guerra Fría. Cumplió el encargo Fuller, pero de paso hizo una obra maestra.
Por principio de cuentas escogió para esa película de segunda actores de primera. Bajo la guía del experto director cada uno de ellos dio quizá la mejor actuación de su carrera. Luego, Fuller manejó sus escenarios y sus cámaras en modo tan magistral que convirtió un guión meramente policíaco en un drama de primera calidad.
La historia es simple, como la de casi todos los dramas. Un vulgar carterista, Richard Widmark, roba en el Metro el monedero de una chica, Jean Peters. Lo que no sabía es que en el monedero iba un microfilm con información secreta que la muchacha, enviada por su amante, debía entregar a una red de espionaje comunista.
Así se desatan los acontecimientos. La policía, que iba siguiendo a aquella chica para apresar a quien recibiría el negativo, debe encontrar al carterista en cuyo poder está ahora la información. A fin de conseguirlo llama a Mo, una mujer de los bajos fondos neoyorquinos que conocía el modus operandi de los rateros que “trabajaban” en el Metro. Esa mujer es Thelma Ritter. Fue una de las mejores actrices de carácter que dio el Hollywood de los años cuarentas y cincuentas. Por su papel en este film mereció ser nominada para el Óscar.
Aquí debo hacer una confesión que me avergüenza un poco. En materia de cine soy un cínico, dicho sea sin juego de palabras. Las escenas más dramáticas me dejan frío, pues las veo con ojo crítico, y eso me salva del sentimentalismo. Pues bien: la escena en que Ritter muere a manos de uno de los malos, cansada de la vida, enferma y pobre, tras pronunciar su desolada frase: “Si me enterraran en la fosa común me moriría”; esa escena, digo, a la que Fuller añadió la música de la canción “Mam’selle”, me conmueve en tal manera que debo hacer un esfuerzo para no traicionar aquel cinismo. En mi larga carrera de cinéfilo he visto pocas escenas tan conmovedoras -y tan bien actuadas- como ésa.
Hermosas maravillas tiene el cine de los años cincuentas. El mismo año en que se filmó “Pickup on South Street” se hicieron películas inmortales: “De aquí a la eternidad”, “El salario del miedo”, “Los caballeros las prefieren rubias”, “Carnaval romano”, “Shane”.... Todos esos fueron filmes costosos, con actuación de las más grandes estrellas de aquel tiempo: Burt Lancaster, Deborah Kerr, Yves Montand, Véra Clouzot, Marilyn Monroe, Van Heflin, Alan Ladd... Esta modesta película, destinada a servir de relleno en las funciones, alcanzó tal calidad que ahora se le considera obra maestra. Si alguna vez te enteras de que la van a pasar en la televisión no dejes de verla. Y ten preparada una caja de kleenex para la escena en que muere Thelma Ritter. Seguramente tú no eres un cínico del cine como yo.