El chiste del chiste
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En un encuentro sobre humorismo al que me invitó hace años Raúl Vale, que de Dios goce, alguien preguntó a los expositores cuál era el mérito principal de un buen cuento. Yo opiné que un buen cuento, para serlo, debe ser breve. He aquí, en prueba de eso, un breve florilegio de algunos de los mejores cuentos cortos que conozco.
El muchacho llevó a su novia al romántico sitio donde se juntaban las parejitas por la noche. Dijo ella emocionada: “¡Qué bonito es el canto de los grillos!”. “No son grillos -la corrigió él-. Son zippers.
Un borrachín pidió un taxi en la recepción del hotel. Le preguntó el encargado: “¿Está usted hospedado?”. Respondió el ebrio: “Señor mío: estoy hospedísimo”.
En el jardín del hotel le dicjo Pepito a su mamá: “¿Me das permiso de ir al chapoteadero?”. Contestó la mamá: “Hace 5 minutos fuiste al chapoteadero”.
“Sí -reconoció Pepito-. Pero ahora quiero ir a meterme”.
Le dijo un tipo a otro: “Todos tus hijos tienen nombres terminados en –ano: Emiliano, Rogaciano, Bardomiano...”. Respondió el otro: “También tengo uno que se llama Próculo!.
Comentó en la oficina un individuo: “Anoche cené huevos, y sentí como una patada en el hígado”. Apuntó una de las secretarias: “Qué bueno que no comiste hígado”.
En el colegio de monjas la madre superiora les dice a las jóvenes alumnas: “No arriesguen una eternidad de castigo por una hora de placer”. Levanta la mano una chica y preguntó: “ Reverenda madre: ¿cómo se le hace para que dure una hora?”.
La maestra les preguntó a los niños: “¿Saben ustedes de dónde proviene la lana virgen?”. Pepito arriesgó la contestación: “¿De las borregas que corren más aprisa que los borregos?”.
La señora encontró a su marido en brazos de la sirvienta. “¡Te me largas inmediatamente!” -gritó la señora echa una furia. La criadita, avergonzada, se dispuso a salir. Acotó la señora: “A ti no te lo digo”.
Alguien le presentó una dama a Babalucas: “La señora Cepeda y Silva”. “¡Qué habilidosa!” -se admiró el badulaque.
Estalló el tanque de gas en aquella casa. La explosión fue formidable. Y sin embargo en el hospital la señora estaba muy contenta. Comentó feliz: “Es la primera vez que mi marido y yo salimos juntos”.
En medio del acto del amor el señor se levantó de la cama, trajo unas flores y las depositó sobre su esposa. “¿Por qué haces eso?” -le preguntó ella, extrañada. “Perdona –respondió el señor-. Creí que estabas muerta”.