El desprecio por las élites es peligroso, toda sociedad necesita élites: Francis Fukuyama
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Hoy este experto ve con preocupación el avance de la ultraderecha, el nacionalismo y los populismos
El politólogo estadounidense de origen japonés y doctor en ciencias políticas por la Universidad de Harvard a finales de la década de 1990 fue una de las figuras centrales de los neocons, grupo de pensadores neoconservadores que tendría gran influencia en los mandatos del presidente George W. Bush (2001-2008) y de cuyos planteamientos se distanciaría posteriormente.
La fama de este experto en historia y teoría política procede sobre todo de un artículo de 1989 titulado ¿El fin de la historia?, que sorprendió a todo el mundo y dio pie inmediatamente a una oleada de discusiones y críticas en los más diversos foros; Francis Fukuyama desarrollaría luego más ampliamente las ideas allí contenidas en el libro El fin de la historia y el último hombre (1992). Un buen número de estas críticas que recibió se remitían a los titulares los medios de comunicación para indicar que, al menos en un sentido muy inmediato, la historia parecía más activa y tumultuosa que nunca. Sin embargo, tal y como Fukuyama no ha cesado de responder, esta clase de crítica se basa en una cierta incomprensión de sus argumentos.
En realidad, en su famoso artículo se refería a la historia como la sucesión de ideologías y formas de comprender y organizar las sociedades. Desde esta amplia perspectiva, la historia es el proceso que lleva de las sociedades esclavistas a las sociedades feudales, y de un modelo monárquico a otro dictatorial o parlamentario. Y en este sentido, Fukuyama señala que, tras el fracaso del comunismo como proyecto social en la Unión Soviética, y en general en los diversos países del mundo donde se había implantado, la democracia liberal y el modelo de la economía de mercado han quedado prácticamente sin rival. Los totalitarismos y otras formas de regímenes autoritarios también han demostrado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX una mayor fragilidad que la democracia.
Hoy, Fukuyama ve con preocupación el avance de la ultraderecha, el nacionalismo y los populismos, y aborda esos temas en su más reciente libro: "Identidad: La demanda por dignidad y las políticas del resentimiento".
En una entrevista con la BBC Mundo en Chile, Fukuyama explica cómo líderes autoritarios o que se describen como apolíticos se han conectado con las clases trabajadoras mejor que los movimientos de izquierda, y por qué ciertos grupos tradicionalmente dominantes, como hombres blancos en Estados Unidos, hoy reivindican una condición de "víctimas".
A pregunta expresa, sobre cómo ha cambiado su perspectiva política en los últimos años, el experto expuso que sigue siendo un defensor de la democracia liberal y le gustan los mercados libres, pero que cree que, en muchos sentidos, "me he movido hacia la izquierda por un par de razones bastante buenas. Creo que en la década del 2000 las dos grandes catástrofes fueron primero la invasión estadounidense de Irak y luego la crisis financiera, y ambas fueron el subproducto de ideas conservadoras que fueron llevadas al extremo y condujeron a resultados muy malos. Y eso requería un replanteamiento…".
"También creo que la globalización en general ha tenido mucho éxito en muchos aspectos, en términos de reducir la pobreza en muchas partes del mundo, pero también ha producido un mayor nivel de desigualdad en muchos países, incluso en los Estados Unidos. Eso requiere un remedio. Y creo que eso es probablemente lo ofrece mejor hoy la izquierda que la derecha".
BBC cuestiona a Fukuyama sobre cómo ha advertido que hoy se ve una disminución en el apego a la democracia, algo que se puede percibir en la elección de líderes que no trepidan en presentarse como autoritarios, o totalmente apolíticos.... a lo que el economista responde: "Es muy peligroso. No tienes un sistema democrático si la gente no cree en él. Creo que lo que ha ocurrido es que existe una gran decepción con la calidad del gobierno de muchas democracias, particularmente en relación al tema de la corrupción, porque a veces la democracia es la cura para la corrupción, pero a veces también es la fuente de la corrupción.
"Los líderes democráticos necesitan ser elegidos y a veces la forma más fácil de ser electo es sobornar a los votantes dándoles cosas, o dar puestos o nombramientos a sus aliados políticos, y por lo tanto, una gran cantidad de democracias no son capaces de otorgar un servicio público de manera efectiva. Así comenzaron las cosas en Brasil: fue una protesta por los buses y las tarifas de los buses, y por la corrupción en los servicios de San Paulo.
Una respuesta interesante fue la que ofreció cuando se le cuesionó sobre la tendencia a despreciar a las élites, ya sea por las que se beneficiaron de la globalización mientras otras personas no tenían las herramientas para hacerlo, o porque se tiende a plantear a las élites políticas como corruptas. ¿Cómo se equilibra esa situación?
"Es peligroso porque cualquier sociedad necesita de élites, o de personas con la educación y las habilidades para hacer que la sociedad funcione. Y muchas veces ese desprecio no le sienta bien a una democracia. En primer lugar, las propias élites a veces cometen errores. A veces están aisladas de la opinión pública. A veces no entienden las consecuencias de las opciones que recomiendan.
"Lo otro que pasa es que las personas hoy están mejor educadas y, debido al auge de internet, tienen acceso directo a la información, en formas que antes no existían. Al principio todos celebramos, porque significaba que la información era más accesible; pero también significaba que la desinformación era más accesible.
"Antes tenías editores, verificadores de datos y periodistas capacitados profesionalmente para examinar las historias antes de publicarlas. Ahora cualquier persona puede poner lo que quiera en Internet, sin verificarlo. Y eso se ha convertido en una especie de arma de guerra política que además retroalimenta la percepción de que no puedes creer en nada, que nada es realmente cierto. Y eso está socavando la base de conocimiento compartido necesaria para tener un sistema político democrático".
(Con información de Paula Molina para BBC Mundo Chile)