El error de Minatitlán
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En pleno viernes de Semana Santa, una fiesta familiar en Minatitlán se convirtió en tragedia. Estuve tan ausente de las noticias que no me enteré de ello hasta el domingo por la mañana. El sábado Andrés Manuel López Obrador parafraseó en Twitter aquello de “bienaventurados los pobres” y cosechó furiosos denuestos de sus adversarios por supuestamente violar el principio de laicidad del Estado. Una vez más, una mescolanza de realidades, percepciones y ruido mediático.
En conversación entre amigos me declaré incapaz de comprender a los políticos de nuestros días. No entiendo nada. Aquellos que ayer se rasgaban las vestiduras cuando un panista con cargo público hacía un comentario o acudía a un servicio religioso y lo publicaba; hoy callan cuando López Obrador cita el Sermón de la Montaña. ¿Los transformó la purificación obradorista? Ahora son los panistas y expanistas quienes defienden el llamado “Estado Laico”, sin que falten en ello priistas, perredistas y cualquiera de sus mezclas. Parece claro, han sido y son otros intereses los que fundan y motivan esos señalamientos y críticas.
“En los últimos ocho años se han contabilizado de manera oficial al menos 601 fosas clandestinas en territorio veracruzano, con 518 cuerpos, 560 cráneos y 53 mil 606 fragmentos de cuerpos de personas, hombres, mujeres y niños. Entre esas fosas se encuentra la conocida como Colinas de Santa Fe del Puerto de Veracruz, donde fueron localizados 289 cuerpos de personas sepultadas de manera ilegal por delincuentes” (El País, 21 abril 2019).
Esos son los datos duros. Sabemos que la violencia no es nueva, especialmente en Veracruz. Esta Semana Santa se sumaron a la macabra lista 14 personas, cinco mujeres, siete hombres y un niño, acribillados mientras festejaban. Según reportes, los atacantes dispararon contra las víctimas durante 20 minutos. Dos semanas antes, en Guanajuato, acribillaron a 19 personas, dos de las víctimas eran menores de edad. La noticia no causó tanto revuelo, ¿porque fueron hechos dispersos en siete municipios?, ¿porque ahí gobierna el PAN?, ¿porque los críticos del Presidente eligen sus batallas y cuidan sus cartuchos?, ¿porque lo de Minatitlán pegó en Viernes Santo y los grillos no tenían otra cosa qué hacer? Son preguntas.
En los meses que lleva gobernando, el Presidente ha cometido muchos errores y pareciera que estamos dispuestos a pasarlos por alto, con tal de que logre sacar adelante a la nación. A nivel banqueta, estamos tan desesperanzados de la política que será muy costoso y complicado procesar otra desilusión que, eventualmente, nos lleve a concluir que sólo nosotros, de comunidad en comunidad, debemos perfilar y construir nuestro destino.
Un nivel en el que poco podemos hacer es la corrupción macro, la geopolítica y el peso avasallador de Donald Trump, la Constitución o las grandes cifras. Podemos debatir, proponer y poco más. Como siempre, los poderes desviarán la atención, llevarnos a una abstracción que no significa nada o polarizar las opiniones para inmovilizar a la sociedad. Ése ha sido y es parte del juego y López Obrador no es el único gobernante que lo juega, pero no podemos ni debemos aplicar o intentar aplicar esa misma estrategia frente al dolor y al horror de las muertes violentas, del homicidio y la masacre.
En lugar de recurrir a la salida de los políticos de siempre frente a estas tragedias, golpeó a sus adversarios del pasado por dejarle un País en llamas. Sabemos que no ordenó este crimen (rara vez hacen algo así los gobernantes, sería como darse un balazo en el pie). AMLO se equivocó porque no se mostró indignado, no se solidarizó con las víctimas, no visitó el sitio de la tragedia para mostrarse como “gente del pueblo”; decidió ignorar a las víctimas y utilizó la tragedia para pelear con sus adversarios.
Se puso a la defensiva. Culpó, una vez más, al pasado que decidió perdonar, haciendo a un lado las leyes que prometió cumplir y hacer cumplir, cuando privilegió su política de amor y la paz. Olvidó que Minatitlán, Veracruz y Ciudad de México son gobernados por Morena, que tiene el control de la toda la fuerza pública en los tres niveles de gobierno. Olvidó que ya no puede culpar a terceros.
Tal vez consiga conservar buenos números de aprobación, porque la esperanza es lo último que muere, pero la exposición en los medios, durante casi 10 meses, cinco de ellos como gobernante, está haciendo crecer la expectativa de ciudadanos que reclaman resultados concretos.
Pronto llegaremos a mitad de año. En un abrir y cerrar de ojos concluirá el primer año de gobierno y así, más temprano que tarde, se irá agotando el sexenio. Muy pronto no habrá pasado que culpar. Andrés Manuel puede seguir culpando a sus antecesores, pero se equivoca si piensa que cambiarán las cosas con su sola presencia, como dijo en campaña, por su buena intención y honestidad, como repite en entrevistas; más aún, si aplica la estrategia de los gobiernos que no deja de criticar, esperando resultados distintos.
@chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez