El espejo de Chernóbil
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Independientemente de si habrá guerra comercial con el gobierno de Donald Trump –quien se lleva mejor con Rusia y Corea del Norte que con México– y aunque esta columna no se dedica a críticas de programas de televisión o películas, quisiera recomendar ampliamente una nueva serie de televisión que, además de estar muy bien hecha, nos puede ayudar a valorar lo que son los verdaderos problemas y amenazas para la humanidad.
Esta semana me topé con una serie que me pareció extraordinaria, no sólo por la calidad de su producción, la buena actuación, las locaciones o lo bien que está contada y dramatizada una historia que fue noticia hace 33 años. La serie narra una dramatización de los eventos ocurridos a raíz de la explosión de la planta nuclear de Chernóbil (localizada en Ucrania, una ex República Socialista Soviética). El 26 de abril de 1986, el pueblo de Pripyat, cerca de la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, despertó con uno de los mayores desastres ecológicos y humanos de la historia en sus manos.
Nos hemos acostumbrado, y tal vez hemos perdido la sensibilidad por el exceso de información que tenemos, a los desastres naturales como huracanes, terremotos, inundaciones, deslaves r incendios. O a los accidentes (aviones, trenes, autobuses, plantas químicas, plataformas o buques petroleros) que de pronto capturan los titulares de las noticias. La información que fluye en estos días cuando sucede alguno de estos eventos es inmediata y es muy difícil esconder la verdad (si acaso Corea del Norte, Venezuela o China pudieran postergar por algo de tiempo la verdad). Sin embargo, en la década de los ochenta el mundo vivía todavía en la Guerra Fría. Sin redes sociales y con muy poca o nula información en la URSS. La gran mayoría de quienes tienen hoy menos de 40 años de edad difícilmente han escuchado sobre el desastre nuclear de Chernóbil. Y es aquí donde los creadores de la serie para televisión nos hacen pensar y repensar que estamos en manos de gobiernos y sistemas políticos que no necesariamente actúan con el ciudadano como su primera e inmediata prioridad.
Ver la forma en que la burocracia rusa reacciona ante la tragedia (esto en el primer episodio de la serie) nos debe hacer recordar que los líderes no siempre tienen la mejor información en sus manos. Que a veces la información existe, pero no se comparte oportunamente con la población. Que los errores propios son minimizados, mientras los de otros se tienden a exagerar. Que los grupos de poder caen frecuentemente en la tentación de esconder los problemas por miedo a la crítica o a ser avergonzados por fallas bajo su mando. Que la mentalidad de grupos homogéneos, cegados por una doctrina, deriva en una realidad alternativa que difícilmente permite voces discordantes, que no alienta la crítica ni la verdad necesaria, pero incomoda. Que es indispensable atender la realidad por encima de la doctrina o se corre el riesgo de no tener dónde y con quién aplicar la doctrina, así sea una doctrina altamente benéfica para la población. Que un fanático de la doctrina es incapaz de ver o sentir la realidad, así le esté quemando los ojos. Ante una tragedia y ante la adversidad se requiere de gente con liderazgo y expertos en el tema. Sin liderazgo y con recursos humanos (o materiales) improvisados, es muy difícil salir de la emergencia.
Siento que comparar la forma en la que un gobierno actual atiende problemas, emergencias o planes de acción, en base a lo que sucede en el primer capítulo de esta serie, debería ser obligatorio para la primera plana de los gobiernos (federal, estatales y municipales) en México. Sería particularmente conveniente, y tal vez útil, en estos tiempos en que algunos voceros (formales o no) de la 4T tienden a usar la palabra “compañero” de una forma similar a como los rusos de los ochenta usaban la palabra “camarada”. El espejo de Chernóbil, episodio 1, pudiera enseñar mucho.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com