¿El Estado orientador calentaría la economía?
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Las estrategias anunciadas por el gobierno recién electo en México de incrementar el gasto federal en infraestructura productiva de 200 mil millones de pesos a más del doble —incluida la rehabilitación de refinerías y construcción de dos más—; incremento salarial paulatino hasta superar la línea de bienestar, que para una familia urbana de cinco personas es de 240 pesos diarios y rural de seis personas es de 206 pesos diarios; la posibilidad de reactivar la banca de desarrollo para el financiamiento público de actividades productivas a tasas diferenciales; entre otras, han llamado la atención de los analistas en el sentido de que en el mediano plazo se calentaría la economía, lo que revertiría eventuales avances en materia de política económica.
El término “calentamiento de la economía” se refiere a que la demanda agregada —por el incremento del ingreso agregado— supera la capacidad de la oferta de bienes y servicios, lo que presiona el incremento del nivel de precios, a su vez dicho crecimiento eventual inflacionario provocaría elevación de tasas de interés y por tanto encarecimiento del crédito e inhibiendo la inversión directa que genera empleos.
En primer término se anunció que el gasto público productivo devendría de una reducción en el gasto corriente, lo cual en gran medida compensa el egreso, y se generarían empleos y siendo multiplicador de inversión en el mediano y largo plazo; así el crecimiento del ingreso agregado por esta estrategia relativamente se compensaría.
El crecimiento de los salarios sería paulatino y no en el corto plazo, de tal manera que también progresivamente el eventual crecimiento de la demanda de bienes y servicios provocaría mayores ventas y por tanto excedentes para reinversión y crecimiento de la inversión directa, así probablemente más contratación laboral en multicadenas de producción y servicios.
El financiamiento de la banca gubernamental a empresas no resultaría de déficit público, sino también de reducción de gasto corriente, pero además evitar la elusión fiscal incrementaría recursos ya que en años recientes dichos privilegios han reducido la recaudación en más de un billón cien mil millones de pesos.
En todo caso sí se prevé un incremento de liquidez para la economía real a través de las estrategias antes señaladas, lo que en todo caso podría eventualmente presionar los precios a la alza, pero si se impulsa la productividad dicha presión se contendría.
En Estados Unidos han previsto este tipo de fenómeno debido a que de 2016 a 2017 la economía creció de 1.5 a 2.3%; el desempleo se situó en 2016 en 4.7% y a mayo de este año en 3.9%; la inflación en el 2016 cerró en 2.07%, en 2017 en 2.11% y a mayo de este año la anual fue de 2.8%; por tanto la Reserva Federal en marzo pasado incrementó la tasa de interés referencial de 1.5 a 1.75%... precisamente para evitar el calentamiento de su economía y más distorsiones.
Al aplicarse en México estrategias de política económica compensatorias entre variables de gasto—ingreso y de incremento salarial para incrementar el crecimiento económico (se ofrece 4% anual), se pudiera presentar un eventual crecimiento de los precios pero no drástico, el que se analizaría comparativamente con el dinamismo del propio gasto y las tasas de interés. Este es el posible resultado de redimensionar al Estado como orientador y promotor de la economía real y de la redistribución de la riqueza, para fortalecer la demanda agregada y el mercado interno.
La cúpula empresarial ha aceptado las propuestas y al menos en días recientes los mercados han fortalecido el tipo de cambio en un rango de 19.10 a 19.70 pesos por dólar… no sucedió la catástrofe tan anunciada si la postura de centro izquierda ganaba las elecciones del 1 de julio.
¿Y si en el largo plazo se dispara la inflación? “En el largo plazo todos estaremos muertos” respondió John Maynard Keynes (1883-1946), brillante economista británico, quien cabalga de nuevo en México y muy probablemente en la mayor parte del mundo.