El fracaso del PAN
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Claro que tengo un sesgo personal contra el PAN. Mi experiencia con los panistas ha sido sado-masoquista. El ideal panista y yo congeniamos al cien. Mi conflicto surgió con sus “dueños” dogmáticos; y posteriormente con los “usufructuarios” del membrete.
Quizá porque mi padre Eduardo Livas, como Gobernador del Estado, hizo respetar los votos que convirtieron a don Humberto Junco en el primer alcalde panista de Nuevo León hace más de cincuenta años, idealicé a los panistas como auténticos luchadores por la democracia. Me identifiqué, craso pero entendible error.
Los principios panistas me cuadraron, obra cumbre del pensamiento de Manuel Gómez Morín y otros. La nación como un ente vivo, el apego por la democracia, acrisolada por la solidaridad y la subsidariedad; una espada vibrante para conquistar una patria ordenada y generosa.
Tras casi ochenta años de su fundación en septiembre de 1939, el PAN se encuentra en un pozo. Carece de liderazgo, de membresía, de fuerza y de una escalera. Se van a matar por la poca lana antes que pactar revivir el sueño original.
La hermosa ideología panista ha sido derrotada por la verborrea izquierdosa de un líder populista. De nada sirvieron dos sexenios.
Felipe Calderón y otros herederos congelaron al PAN durante el Gobierno de Fox. Su lema: ganar el poder sin perder el partido. Tiraron todo.
Gómez Morín previó tres etapas del PAN: el líder fuerte, los dirigentes fuertes y finalmente, una militancia copiosa y democrática. La realidad le golpearía la cara. Una sucesión de líderes cerrados que yo llamaría “la sucesión de dueños” con actitudes paranóicas extremas. Finalmente desplazados por otra generación de “líderes usufructurarios”, que ni los principios conocen.
Esos abrieron las puertas al panista típico actual: incondicional hambriento de un puesto público.
Así achaparraron al PAN. Ello explica al cerillito maquiavélico que se apoderó de la coalición Por México al Frente, con los corrosivos Calderón y su esposa operando abiertamente para Meade. De tener millón y medio de miembros, tras varias depuraciones, el PAN no llega a trescientos mil amafiados. Ese título es por tolerar los dedazos internos. Me auto-cito: “El PAN es un PRI chiquito”.
En mi caso, entrar al PAN fue difícil. Pero para otros fue imposible. Pronto, sin embargo esas frases claridosas me ganaron bases, pero dirigentes enemigos. Denuncié el acostón de Castillo con Zedillo tras el nombramiento de Toño Lozano, achichincle de Diego como Procurador. ¡Hagan el favor! Me explusaron.
Siguieron varios generales rebeldes valiosos como Jorge Padilla y Alfredo Corella también expulsados. Regresé más recientemente para comprobar que seguirían cerrados y luego renuncié antes que me corrieran de nuevo.
Mi compadre Corella se volvería a morir al ver en lo que se ha convertido su pupilo Felipe de Jesús Cantú. Y doble maroma en su tumba al ver el mercado de moches que es el PAN. Un circo con payasos que dan lástima, ni siquiera risa.
Corruptitos y mediocres infulosos. La sentencia revirtiendo Monterrey la entiendo como castigo a la hipocresía panista. ¿Urnas y actas extraviadas? Eso me basta para avalarla.
La debacle del PAN empezó con el fracaso de D. Luis Alvarez al someterse a Carlos Salinas de Gortari y entregrale el primer IFE en bandeja en 1989. Siguió con Carlos Castillo y su desfachatez concertacesionadora. Luego de Calderón, le siguieron las mediocres personalidades succionando recursos públicos cuantiosos para crear un partido cada vez más a modo, más chiquito, más cerrado y excluyente. Me refiero a los ni fu ni fas de Luis Felipe nada bravo, Gustavito Madero, Germán Martínez (el prieto que se tornó moreno), etc.
El mayor fracaso del PAN se llama “Andrés Presidente”, la negación viviente de los principios panistas, a quien para colmo le piden ubre. En paralelo, amenazan y demandan magistrados. Patética Margarita acompañando a Felipe en su sentón. Que recen porque no les anulen la elección, perderían tres a uno. Así de degradante veo el fracaso del PAN.
javierlivas@prodigy.net.mx