El grito italiano
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Las calles en Italia están prácticamente desiertas, la vida trastocada y el ánimo colectivo danza con intermitencia entre el pesimismo y el amor propio. El país que se convirtió, después de China, en el foco más rojo de la pandemia por el COVID-19, acaba de rebasar la cifra de los dos mil 500 fallecidos. En menos de una semana, el promedio de muertes en Italia pasó de las 200 a las 350 por día, y aunque hay mucha luz entre las rendijas de la zozobra, miles de personas se están reprochando ahora el no haber implementado medidas más rigurosas de prevención desde hace semanas, cuando el problema del coronavirus era todavía una lluvia pertinaz, y no hasta ahora, que se ha convertido en una tormenta casi inexpugnable.
Andrés Vázquez es un profesionista colombiano que trabaja en una empresa exportadora en la ciudad de Ravenna, Italia. Nos conocimos hace cinco años en Venecia, uno de los primeros focos rojos de la pandemia en Europa y cuyas calles de agua, permanentemente turbias, malolientes y ennegrecidas, se han vuelto cristalinas como consecuencia de la escasa actividad humana que ha traído la cuarentena. Conversamos con Andrés en “Contrapunto”, uno de los programas de radio que conduzco en Noticieros GREM y su voz bien podría haber provenido del futuro, porque lo que se está viviendo en Italia, es posible que lo vivamos en México durante las próximas semanas. La diferencia es que nuestras heridas de batalla pueden ser muchísimo más profundas.
En Italia, como en el resto de Europa, sólo se puede salir de casa básicamente para ir al supermercado y las farmacias (con restricciones en el número de compradores que pueden estar simultáneamente en el establecimiento), por alguna urgencia familiar o de salud, y por motivos laborales siempre y cuando los empleadores hayan firmado un certificado que el empleado debe mostrarle a la policía para que se le permita el libre tránsito rumbo a su lugar de trabajo. Si alguien anda en la calle sin ese certificado o sin que exista una razón justificable, las multas superan los 200 euros; a final de cuentas quedarse en casa no es sólo una recomendación, sino un decreto gubernamental. Así inicia el día para Andrés: la policía lo para rumbo al trabajo y debe mostrar el certificado; al llegar a la empresa le toman la temperatura y después trabaja aislado; en una oficina que hace algunas semanas era un sitio compartido, hoy todos deben tomar distancia. Él al menos puede seguir yendo, por ahora, a su sitio de labores. Sin embargo, muchos comerciantes, freelancers o prestadores independientes de servicios que no pueden tener actividad, no sólo están viendo comprometidos sus ingresos, sino que están alimentando una crisis económica que puede desolar aún más el panorama que ya arrasó la alarma sanitaria.
Ese es otro aspecto del relato de Andrés: los servicios de salud han reventado. Las universidades están adelantando sus títulos a los estudiantes de Medicina que debían graduarse el próximo verano con tal de habilitarlos cuanto antes para sumarse a ese ejército médico que no se da abasto ante los centenares diarios de nuevos contagios. Hace unos días, la Cruz Roja Italiana publicó una convocatoria urgente para reclutar médicos, enfermeros, operadores sociosanitarios y técnicos en diversas áreas de la salud con disponibilidad inmediata para ser enviados a las regiones más laceradas por el coronavirus. El escenario que planteó hace semanas el doctor Christian Salaroli, del hospital “Papa Giovanni XXIII” de Bergamo, es ahora una realidad. El médico advirtió que los hospitales iban a llegar a un nivel de colapso tal, que el personal clínico tendría qué tomar la decisión de a quiénes sí atender y a quienes no.
La realidad italiana debería escucharse aquí como un grito de alerta. En México los servicios de salud llevan años en crisis. La saturación de las áreas de urgencias, la indisponibilidad de quirófanos y cuartos, la escasez de medicina e insumos básicos, la cancelación de consultas, son historias de todos los días. La autoridad federal se ha tropezado y contradicho continuamente en este tema y aún hoy se insiste en que no es necesario tomar medidas drásticas como el cierre de fronteras. ¿En qué escenario nos encontraremos si llegara a haber un brote desmedido de contagios? El propio gobierno federal estableció que 7 de cada 10 mexicanos podríamos contagiarnos de la enfermedad. Es una proyección que, por supuesto, nuestro endeble sistema de salud, sencillamente, no resistiría.
Manuel Serrato
PRÓXIMA ESTACIÓN