El imperio de la tonalidad o La afinidad insospechada
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¿Tienen algo en común la Sinfonía Pastoral de Beethoven, Hey Jude de los Beatles y Felices los cuatro de Maluma?
Aunque la música ha acompañado al ser humano desde su nacimiento como especie, se ha manifestado de distintas maneras. Todas las culturas, por alejadas que estén en el tiempo o la geografía, han generado música, y ésta se ha manifestado en distintos sistemas estéticos, o distintas especies, tomando prestado el lenguaje de la biología. Las configuración de las escalas es diferente en los ragas de la India y en el gamelán balinés, y la concepción rítmica no era la misma para los antiguos mayas que para los baoulé africanos. Sin embargo, aunque guardan diferencias evidentes entre sí, nadie dudaría en identificar como música a cualquiera de los ejemplos que he mencionado. Ahora bien, ¿puede haber diferencias notables entre músicas creadas en el mismo sistema?
El sistema tonal es un ejemplo de influencia y perdurabilidad. De herencia grecorromana, permaneció en Europa hasta fijar por completo su configuración entre los siglos 16 y 17, para luego extenderse por todo el orbe, y continuar vigente hasta la actualidad. Se construye sobre la escala de doce tonos occidental y opera con base en entidades llamadas acordes, los cuales están definidos, en su configuración básica, por tres tonos.
Todos en algún momento hemos escuchado a un músico o un melómano hablar de Re menor o Sol mayor. Pues bien, ambos son ejemplos de nombres de acordes. Cada canción o pieza que escuchamos está típicamente construida sobre un acorde que funge como centro de atracción y que constituye la tonalidad de la obra. Cuando decimos que la Pequeña Serenata Nocturna está en Sol mayor, queremos decir que ese acorde es el hogar al que felizmente retornará el viaje musical dentro de la pieza de Mozart.
El efecto emotivo de las tonalidades suele ser mágico. Mientras que las “mayores” suelen propiciar ámbitos emocionales luminosos, las “menores” despiertan lo sombrío. Esta descripción es muy general y superficial, pues el cóctel tonal puede combinarse de manera muy compleja y suscitar emociones muy sofisticadas.
La Sinfonía Pastoral, Hey Jude y Felices los cuatro son construcciones musicales realizadas sobre el mismo sistema. Y no solo eso: las tres composiciones están en la misma tonalidad, Fa mayor.
A menudo la semejanza se disfraza de discordia. Mirar de frente a un chimpancé nos agita el espíritu, tal vez porque compartimos con él en más del 98% del código genético; somos primos cercanos. A algunos nos fascina tal semejanza, a otros la sola idea les resulta perturbadora. Pues bien, el código genético de la música de Beethoven, los Beatles y Maluma tiene más similitudes entre sí que el de los seres humanos y los chimpancés. Continuando con el símil biológico: son músicas de la misma especie, su ADN es básicamente el mismo, y las diferencias son meramente alélicas o fenotípicas.
De Johann Sebastian Bach a Joan Sebastian, de Giovanni Gabrieli a Juan Gabriel, y de Alessandro Scarlatti a Alejandro Sanz, el sistema tonal ejerce su imperio. Son más de 400 años de reinado; casi medio milenio despertando en el corazón humano un caudal de emociones… y discusiones.