El incidente de la combi de la México-Texcoco; ¿sentará un precedente?
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Los pasajeros que golpearon a Raúl “F”, el asaltante de la combi que cubría la ruta de la carretera México-Texcoco, actuaron convencidos de que lo que hacían era un acto de justicia. Las patadas, puñetazos e improperios le llovieron con tal vehemencia al desafortunado delincuente que ya para cuando acabó sin ropa sobre el pavimento, la humillación estaba más que consumada. Todos vimos esa desgraciada escena que se volvió, como de costumbre, material de memes y parodias. Pero hubo un denominador común: la festiva aprobación, casi generalizada, para los viajeros que propinaron la paliza. Es la expresión de una ciudadanía asqueada de la delincuencia, harta de la impunidad y que, simple y sencillamente, no confía en autoridades ni en corporaciones a las que no baja de incapaces y corruptas.
Lo cierto es que, en este tan viralizado episodio, todo estuvo mal. Primero: el hecho de que asaltos así ocurren todos los días sin que, efectivamente, exista autoridad alguna que los logre contener y, mucho menos, prevenir. Segundo: la certeza ciudadana de que el linchamiento es una opción legítima de justicia ante esa ya insoportable incapacidad gubernamental. Y tercero: que después del hype, un caso así de alarmante, que combina en pocos minutos algunos de los más graves problemas del país (criminalidad, violencia y ausencia de estado de derecho), termina por frivolizarse y ser enviado al infinito archivero donde van a parar las cosas que no trascienden más allá de un breve furor digital.
Y sería grave que el caso de la combi de la México-Texcoco se desvaneciera así sin más, porque no se trata de un hecho aislado: los casos de linchamiento se han multiplicado por todo el país en los últimos años. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, entre 2015 y 2018 se reportaron 336 casos de linchamiento que derivaron en la muerte de 121 presuntos delincuentes. Lo preocupante es que la tendencia ha sido al alza, pues en 2015 se reportaron 43 linchamientos; en 2016, 59; en 2017, 60; y 2018 terminó con 174.
Para 2019, los casos documentados desde 2015 ya sumaban 467. Según la propia CNDH, 7 de cada 10 linchamientos se deben a que las víctimas habrían cometido robo y las entidades que más casos reportan son el Estado de México, Puebla, la Ciudad de México, Tabasco e Hidalgo.
El linchamiento es, tal como lo señala la propia Comisión en sus informes, una de las expresiones más graves de la crisis de inseguridad, violencia e impunidad que atraviesa el país, pero también son actos que evidencian la incapacidad gubernamental de proveer justicia. Si alguien ve en el linchamiento una vía legítima para la reparación de un daño, es porque está convencido de vivir en un estado fallido, donde fácilmente puede regir el ojo por ojo y probablemente los pasajeros de la combi de la México-Texcoco hayan considerado que la golpiza era suficiente escarmiento para Raúl “F”, porque da la impresión de que lo hubieran matado si hubieran querido.
Otro de los motivos por los que este caso no puede quedar reducido a sólo un meme, es porque el transporte público ha sido, históricamente, uno de los principales escenarios de crímenes en México. Según la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana correspondiente al primer trimestre del año, el 73.5 por ciento de los mexicanos se sienten inseguros abordando camiones, taxis, combis, microbuses y todo tipo de vehículos de servicio colectivo. Y cómo no va a ser así, si durante todo el 2019 se cometieron 9.4 millones de robos o asaltos en la calle y en el propio transporte público de todo el país, es decir: 10 mil 775 de estos delitos por cada 100 mil habitantes. Sin embargo, la tasa en el área metropolitana del Valle de México, en uno de cuyos caminos ocurrió la célebre golpiza, prácticamente triplica esa media nacional al reportar 31 mil 873 robos y asaltos por cada 100 mil habitantes.
Todo mal, entonces, con la combi de la México-Texcoco. Pero tantito peor si esta historia, pese a todo lo que evidenció, se pierde entre la larga lista de memes y tendencias que, al cabo de un rato, se vuelven desechables.
PRÓXIMA ESTACIÓN
MANUEL SERRATO