El mal ejemplo de los chubascos
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Estás en el norte de la ciudad y no pasa nada.
Al subirte al carro empiezan unas gotas crecientes en el parabrisas y pones a funcionar el limpiador. Ya avanzando por el bulevar, la velocidad de limpieza tiene que ser máxima. Es un verdadero aguacero. Sigues con mucha precaución y te estacionas ya en calle del sur. No puedes salir. El viento sopla potente. Ves el bamboleo de las ramas de los árboles. El agua parece caer a chorros. Al rato llegan oleadas de granizo con un estruendoso ruido sobre el techo de tu carro. Pasan los minutos y tarda en ir llegando la calma... Ya puedes abrir la portezuela, salir y pisar sobre el agua estancada. Con gran nubarrón tempestuoso inició el verano saltillense su entrada triunfal.
En algunas ciudades, como Zacatecas, hay azoteas siempre limpias. Cuando llueve, el agua baja de ellas a un aljibe en donde se almacena. Es agua potable con un poco de cuidado y de uso común. Por acá las calles se vuelven arroyos que corren hacia el norte aprovechando la pendiente del suelo. Se va quedando en algunos resumideros y sigue su curso.
Se dice que el agua de la llave es potable. Algunos hogares usan filtros y en otros la hierven o la desinfectan con gotas. Los tinacos no siempre están debidamente lavados y desinfectados. Se compra mucha agua embotellada o en garrafones. Todo de plástico. En estos días numerosos de alta temperatura el consumo aumenta. La falta de hábito de beber produce deshidrataciones. Los golpes de calor no son frecuentes, pero son un riesgo en muchos ambientes.
Se quiere calmar la sed con cerveza o con refrescos endulzados y las obesidades se disparan con panzas inflamadas. Pocos tienen la costumbre de tener siempre una cubeta cerca de la regadera para evitar desperdicio cuando se alarga el desafinado canto bajo la ducha. Ya hay llaves que, con un breve giro, pasan de caliente a frío y con un apretón se cierran. Facilitan el ahorro en momentos de enjabonamiento estropajeado en que tantos dejan correr la lluvia artificial sin ninguna utilidad.
Casi todas las lavadoras tienen los cálculos de llenado del primer mundo. Y no se diga esas lavadoras de platos y tazas que hacen subir los medidores de electricidad y de agua. Fue buen invento eso de poner dos botones en los sanitarios. Uno más generoso para echar al drenaje lo sólido y otro más tacaño para lo líquido.
Las enemigas mayores de la moderación hidráulica son las mangueras. Macetas, jardines, carros y camionetas limpiadas a presión, banquetas frente a fachadas con repetidas rociadas de despilfarro y corredores interiores por los que escurren arroyos hacia la cuneta en las faenas mañaneras.
Y llegan las facturas. Se suman a las de electricidad y gas en época de ventiladores y de calentadores que siguen calentando aunque aumente el calor. Los presupuestos domésticos se verían cuantiosos y suficientes si no se tomara el ejemplo, no muy ejemplar, de los aguaceros naturales siempre pródigos y dispendiosos.
Hasta en los bautismos es mejor que se use una conchita de mar y no una ancha jícara michoacana que se inclina cubriendo toda la mano...