‘El Manito’, 23 años combatiendo incendios
José Guadalupe es uno de los héroes de la sierra, quienes contra todo están combatiendo este enorme incendio
José Guadalupe Gutiérrez, conocido como “El Manito”, tiene 23 años combatiendo incendios; en su experiencia, el incendio en La Pinalosa, dentro de la Sierra de Arteaga, ha sido uno de los más complicados que ha afrontado.
Este brigadista de 49 años de edad, comenzó con esta labor en 1998 cuando un incendio afectó su comunidad natal, Potrero de Abrego, arrasando miles de hectáreas.
En su historial como brigadista de control de incendios de la Conafor, ha viajado a Jalisco, Guanajuato, Nuevo León y Nayarit para apoyar a las cuadrillas que se ven rebasadas.
Ahora en el incendio de La Pinalosa ha tenido que afrontar uno de sus mayores retos. Los trabajos de liquidación del fuego son la parte más complicada, por los rescoldos de las llamas.
“En los puntos donde está caliente siempre piden que anden amarillos, porque hay partes donde el helicóptero llega y no sabe dónde tirar, por eso cuando uno anda ahí sobre la orilla de la línea uno lo ubica. Inmediatamente después de la descarga nosotros tenemos que entrar a cortar y rescoldar o brechar para que se controle”, considera.
Hasta anoche, este incendio se había controlado en un 90 por ciento, mientras que se ha liquidado 85 por ciento, estimándose una afectación en 3 mil 550 hectáreas. Ayer, el avión DC 10 solo realizó dos descargas debido a la neblina.
Brigadistas forestales: la historia de José Guadalupe
De acuerdo con cifras publicadas por la Comisión Nacional Forestal (Conafor), en los últimos días, dos terceras partes de los estados de la República reportaron incendios en áreas boscosas. En promedio, hay 44 brigadistas por cada incendio forestal.
A cada brigadista le corresponde una superficie de 6.4 hectáreas; esta cifra seguramente ya fue superada en los últimos 16 días por José Guadalupe Gutiérrez, quien fue comisionado inicialmente a la zona de Santiago Nuevo León, posteriormente a la Sierra de Zapalinamé en el incendio que se registró en el Cañón de Boca Negra y de regreso al incendio de la Pinalosa en Arteaga.
Mejor conocido como “el Manito”, entre los brigadistas, José Guadalupe de 49 años de edad, inició hace 23 años este oficio en un incendio que se registró en 1998 entre su comunidad natal, Potrero de Abrego y Mesa de las Tablas, que arrasó miles de hectáreas de bosque.
“Lo veo como un trabajo normal, aunque sea riesgoso se acostumbra uno a la actividad, si es desgastante pero no pasa nada y uno ya está más que acostumbrado”, dice.
A JOSÉ GUADALUPE,
EXPERIENCIA LE SOBRA
Su niñez la pasó en la comunidad de Potrero del Abrego en donde junto a su familia se dedicaba a pastorear chivas; en sus ratos libres recorría el monte de arriba para abajo sin el mayor esfuerzo y siempre respetuoso de las especies que ahí cohabitan.
“Yo soy de allá de Potrero del Abrego, de quince años me vine del rancho. Me vine a trabajar a Saltillo, hacíamos aprovechamientos de madera, cortes, que me van a contar de la Sierra. Más chavalito cuidaba chivas y corría por el monte con ellas”, cuenta.
El amarillo, como también suelen llamar a más brigadistas, recuerda que igual que hace 23 años, este incendio puso en riesgo a varias comunidades cercanas al punto donde se encontraban las llamas, por lo que la presión de sofocarlo es aún mayor.
“El incendio del 98 fue el más difícil y más grande, en el primero que hice mi debut porque por el tipo de topografía que había el Cerro del Coahuilon, casi en vertical era muy difícil acceder, ahí nos metemos a combatir en la parte de abajo y a veces nada más veíamos las piedras que rondaban desde arriba. Nos tocó mucha suerte”, dice.
En su historial como brigadista de control de Incendios de la Conafor, ha viajado a estado como Jalisco, Guanajuato, Nuevo León y Nayarit para apoyar a las cuadrillas que se ven rebasadas por el incendio.
INCENDIO DE LA PINALOSA,
DE LOS MÁS COMPLEJOS
Esta ocasión relató para VANGUARDIA algunas de las complejidades que ha enfrentado junto a su cuadrilla, para combatir la línea de fuego directo y puntos calientes en la zona del Baratillo y la Pinalosa.
La jornada de “el Manito” y los diez compañeros que tiene a su cargo inicia a las 05:00 horas cuando se preparan para subir a la Sierra. Lo primero que realizan después de un baño y ponerse su uniforme es acudir al comedor del campamento, apenas unos metros adelante de la cabaña donde una lugareña amablemente les dio alojamiento.
Una vez que desayunan, acuden al puesto de mando para recibir instrucciones y el punto en que deberán trabajar, cuando eso sucede cargan sus mochilas con herramienta, víveres, agua y fruta suficiente para una jornada de aproximadamente doce horas en la que deberán abrirse paso para llegar por tierra o por aire a combatir el fuego.
“Por lo espeso o lo denso del monte que hay -que es mucho- el desgaste físico es muchísimo porque si no hace una brecha para pasar es muy cansado, se atora entre las ramas”, explica.
“Cuando va uno pegado a la línea de fuego la presión es mayor, porque piensa que ahí viene la lumbre y no sabemos en qué momento nos va a alcanzar. Precisamente en este incendio el día de ayer nos tocó trabajar la línea directa de fuego, pero si logramos pararlo”, dice.
Explica que una vez sofocadas las llamas, la labor de los brigadistas es mantener la vigilancia para evitar que de nueva cuenta avive el fuego, por lo que es necesario realizar las llamadas brechas corta fuego al identificar los puntos calientes que extraen el matorral, la raíz y la pudrición.
“Cuando uno abre una brecha, hay que eliminar las hierbas, los chaparros, el pasto y la pudrición que hay, porque si la lumbre llega a la orilla empieza a pasar por las pudriciones y cuando uno acuerda el fuego ya va del otro lado”, explica.
LA PARTE MÁS COMPLICADA
En esos caso, señala que la labor de los brigadistas es realizar el rescoldeo de la tierra hasta que se ve el “suelo mineral”, y se aseguran al poner la mano que ninguna braza sigue encendida y que el calor se fue, solo entonces se considera que el fugo fue liquidado por completo.
“Esto es lo más cansado, ya cuando hace uno liquidación tiene que ir uno por toda la orilla de la línea y tiene uno que quitarse el guante para ver que no esté caliente, tiene uno que asegurarse que no hay rescolditos y si a veces se da uno el quemón tiene que seguirse abriendo”, dice.
Asimismo, detalla que la labor que realizan los amarillos en coordinación con los helicópteros o aeronaves que apoyan a combatir el fuego es siempre precisa y puntual, pues las descargas de agua únicamente ayudan para enfriar los puntos calientes o las llamas vivas, pero deben realizar estos trabajos para evitar que se enciendan de nueva cuenta.
“En los puntos donde está caliente siempre piden que anden amarillos, porque hay partes donde el helicóptero llega y no sabe dónde tirar, por eso cuando uno anda ahí sobre la orilla de la línea uno lo ubica. Inmediatamente después de la descarga nosotros tenemos que entrar a cortar y rescoldar o brechar para que se controle”, expone.
EL RIESGO DE INVOLUCRAR A VOLUNTARIOS SIN EXPERIENCIA
Finalmente el brigadista expone la importancia de contar con voluntarios que conocen la sierra, rancherías cercanas o brechas que les den acceso a los puntos de fuego.
“Si nos apoyamos de personas que viven en el lugar, cuando llegamos nos identificamos con los dueños de los predios que se están quemando o con el Comisario, porque ellos conocen y la información que nos dan nos ayuda a llegar más rápido”, cuenta.
Por otro lado, sostiene que aunque la intención de los voluntarios que desean sumarse al combate del incendio con sus propios medios y por su propia cuenta, podría resultar contraproducente y ocasionar un accidente si no se cuenta con la experiencia necesaria.