El mecanismo de la cordura
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Por: Graciela Medina Tijerina
Esa noche fue diferente, fui consciente de lo que sucedía. Algún mecanismo interno me salvó de quedarme ahí.
Había andado ocupada, de un lado a otro: corriendo por llegar a tiempo a la oficina, entregando avances, atendiendo a clientes, comprando materiales
Un día cansadísimo.
Me detuve en la plaza, la del sauce gigante y bancas moradas
la única del rumbo.
Como todos los viernes, los vendedores ya tomaban posesión del lugar. El calor era casi infernal, me acerqué al primer puesto, atendía un anciano con ojos de cielo nublado; le pedí una horchata con mucho hielo.
Sonriendo la sirvió y dijo al momento que estiraba su tembloroso brazo para entregarme el refresco.
- ¿Ve a aquel hombre de allá?-Apuntaba levantando la cabeza.
Me giré, advertí sentado; con la mirada quién sabe en qué mundo; a un hombre delgado, con aspecto sucio y cabello despeinado.
A pesar de su facha, aquel hombre no inspiraba temor, podía notarse en su semblante que fue un hombre sabio, de trabajo, lleno de tristeza y dolor
chimuelo, sonriendo abiertamente para sí mismo.
No supe qué decir
Tenía los ojos clavados en aquel ser.
-Mi abuela decía que un loco es quien no soporta la realidad
cada noche busca en sus sueños una nueva, una donde ser feliz o estar en paz
hasta que la encuentra y no despierta más
vive en su fantasía.
Me giré de nuevo hacia él, sin palabras le entregué una moneda.
-¡Gracias! Vuelva pronto.
Apenas le sonreí levemente como respuesta.
Todo lo sentía tan sombrío, mientras caminaba de regreso al edificio, las calles parecían vacías
Tal vez por no encontrar a quien buscaba entre tanta gente
los carros andaban lentos, las aves se dejaban llevar por el aire
No pude trabajar más
solo veía pasar inmensos los minutos en el reloj del vestíbulo, mi mano inconscientemente escribía los reportes
mientras mi mente viajaba en el tiempo, hacia años pasados, días felices de mi vida junto a él.
Esa noche fue diferente
Me escondí entre los cobertores suaves, quedé dormida rápidamente, sin pedir nada, sin ambiciones de verlo en sueños como tantas otras veces había deseado y jamás se cumplió.
¡Desperté!... llorando
¿Porque desperté?, ¿Por qué ahora?; ¡Quería quedarme!
Desesperación y tristeza me inundaban, los ojos pesados, la sábana revuelta, las cobijas en el piso
indicios del final de una mala noche y el inicio de un mal día.
Esta vez fue diferente, me repetía.
Soñaba con él, como tanto quería, apareció platicando, viviendo normalidades, yo junto a él
de pronto algo cambió:
Él sonrió, bromeaba conmigo ¡Era feliz! Lo vi luminoso, lleno de vida
¿Porqué? ¿Por qué en ese preciso instante tan bello, fui consciente de que soñaba?... ¿Porqué?
Es una crueldad despertar.
Pero que esperaba: Alguien muerto no puede estar tan vivo.
Graciela Medina Tijerina
ANALISTA
Fronteriza, Arquitecta, analista de datos, aprendiz y exploradora de las artes.