El poder de los libros
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Para Allegra, David y sus libros
“Creo en el poder de los libros”, así inició el discurso que la escritora Hanako Muraoka ofreció durante la presentación del libro que tradujo del inglés al japonés, “Ana, la de las Tejas Verdes”, de Lucy M. Montgomery. Los libros, diría más adelante, nos proveen de valor y fortaleza.
Vimos representada a Hanako en las últimas semanas por Canal Once, cuyas palabras en verdad reflejaron el valor y la fortaleza de su vida: nacida en Kofu, Japón, pasó sus años juveniles en un internado, vivió el terremoto que devastó Kanto en 1923 y la destrucción de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial. Perdió a un hijo y vio cómo otras madres perdieron a los suyos durante el conflicto.
Pero fueron los libros los que le dieron el impulso de seguir adelante, y particularmente ese que le fue obsequiado: “Ana, la de las Tejas Verdes”, que ella tradujo, como lo haría con más de la misma autora canadiense.
Hanako podía abstraerse de todo cuanto había a su alrededor si tenía un libro frente a sus ojos. Así en los bombardeos, devastando sus hogares, ella corría con su gran tesoro hasta alcanzar el refugio.
Leer es una de las más apasionantes aventuras por las que puede atravesar quien a ello se lanza. Una gran campaña sobre la lectura se dio a conocer hace unos días en nuestro País, en la que los discursos de sus impulsores destacaron las bondades de ese hábito.
Entre ellas el encuentro con mundos nuevos y fascinantes; la posibilidad de comprender; la oportunidad de adquirir una mayor conciencia crítica y disfrutar. Paco Ignacio Taibo II, encargado del Fondo de Cultura Económica, y la esposa del Presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, acertaron al exponer estos argumentos en pro de la lectura, tan necesaria en nuestro País.
La lectura abre un sinnúmero de oportunidades para la creación, la crítica, la imaginación, el divertimento. Al promover la lectura sería interesante que asimismo se pensara en los sitios que la vuelven deseable. Hay lugares más y menos propicios, aunque, como lo hemos experimentado muchos, incluso leer metido en un camión urbano no obsta para lograr la fascinante conexión con personajes y escenarios. La misma Hanako, presentada al inicio de estas líneas, hizo definitivas lecturas en medio de las peores crisis de la humanidad.
Pensando en un mundo propicio para el lector, hay ideales. Recuerdo con gran cariño la fresca y pacífica biblioteca del Instituto de Valle Arizpe, donde mis maestras nos ponían a consultar palabras del diccionario y enseguida a usarlas en nuestros textos. Y hace unas semanas me encontré con una maravillosa sala de lectura en el Colegio Ignacio Zaragoza. Ahí estudié también, pero mis recuerdos de la biblioteca poco o nada tienen que ver con este mágico lugar actual, donde el conocimiento se adquiere de una manera lúdica gracias a la disposición de los libreros y a su equipo, donde los estudiantes pueden jugar ajedrez mientras otros arman rompecabezas y unos más atienden a la presentación de un libro, rodeados de cuadros que muestran las portadas de libros memorables.
Son las bibliotecas bellas estancias para fomentar el gusto por la lectura. Desde estos sitios, verdaderos paraísos, inconmensurables, es posible introducirse en universos poblados de fulgurantes cuerpos celestes.
Ahí, las palabras y las imágenes; la concentración y el silencio, o el bullicio y el intercambio de ideas. No hay en esto de las bibliotecas únicas definiciones: resultan fascinantes las conventuales, en donde prima el recogimiento, y aquellas en las que es posible presenciar encendidas discusiones, intensos debates.
A la Estrategia Nacional de Lectura, que arranca con las ediciones de bajo costo, sería deseable que se le fortaleciera esa parte de los sitios en que ella es posible de manera agradable. El lugar nos dice muchas cosas y con ellas nos quedamos cuando pasa el tiempo. Decía la escritora Alice Munro: “En la vida tienes unos cuantos sitios, o quizá sólo uno, donde ocurrió algo; y después están todos los demás sitios”. Para muchos, esos sitios tienen que ver con estos bellos espacios de lectura.
Que este programa y lo que todos hacen para estimular día a día la lectura, vigoricen lo que decía Hanako Muraoka: ese sentido del poder de los libros que nos dan valor y fortaleza.