El silencio del virus chino se impuso al griterío huero de las féminas
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El escritor vive en soledad. Escribe en soledad, lee en soledad. La lectura es un placer de solitarios. Por eso su escaso éxito hoy en día. Claro que se puede leer para la familia, para la novia, para la amante; mientras ésta retoza en la cama a un lado, es agradable y placentero lo anterior, pero la verdadera lectura, su placer es leer en soledad. Un escritor, un periodista trabaja y redacta solo. Ya luego, cuando ha terminado algún par de cuartillas más o menos dignas, enfila sus pasos a la taberna cercana, pide de comer un sándwich… y se atiborra de jarras de cerveza. Ya luego y como digestivo, algunas copas de ron o brandy. Si llega una musa para enamorar, pues será el corolario perfecto. Pero, lo que sigue es un retrato diario: a retozar y tratar de dormir un rato y volver a empezar… trabajar en soledad.
Lo anterior es lo que tengo haciendo la mayor parte de mi vida. El enclaustramiento obligado por el virus chino me tiene todavía sin cuidado. Tomo y practico todos los consejos de las autoridades de Salud, cumplo con ello y vivo. Así de sencillo. Escribo estas líneas cuando aún no aprietan más las tremendas medidas de aislamiento social que son ya universales (fase 3 o 4). Como vivimos usted y yo en México, muchas tabernas de poca monta, cuando supieron que iban a cerrar por larga temporada, pues de inmediato se convirtieron en “Restaurante/bar”. Ahora a usted le ponen un plato con tortillas duras (totopos, se llaman), una salsa roja a un lado y un salero. Pues sí, esta es toda una comida en este tipo de lugares. Siguen operando como si nada, para beneficio de todos.
La soledad para mí es una elección, no una imposición. Desde siempre. Al parecer, ya está haciendo estragos en la ciudadanía. Y no deja de ser curioso, por decirlo de alguna manera, que una vez más, el silencio, la soledad le ha ganado la partida al grito, al cacerolazo, al ruido. Estar por elección atados a la “soledad sonora”, según verso del divino San Juan de la Cruz, siempre va a ser la tirada de naipes ganadora. Me explico. Y perdón, pero se lo tengo que dejar por escrito una vez más: se los dije… Con suficiente tiempo. Específicamente en dos textos de hace pocas lunas: “Feminicidios y protestas” y “2020/15”, de los cuales me llegaron amplias y variadas apostillas.
En estos textos le puse mi estandarte de batalla: creo en la educación, la cultura y los valores. Creo en las leyes. Pero no creo en la Ley de la selva: quien grite más fuerte, quien suene la cacerola por más tiempo, quien pinte más murales “de protesta” (¿donde están hoy Jackie Campbell y los “artistas” y exfuncionarios panistas agrupados todos bajo el manto y la mano macilenta de Raúl Vera?) es quien gana. Gritar, pintar consignas hueras, vociferar. ¡Bah, paparruchas! Eso no es lo mío y no creo un ápice. Mi tirada de cubilete ha ganado. El silencio del virus chino se impuso al griterío huero de las féminas (las cuales con terror de contagio, usan tapabocas, puf). Todo para nuestra desgracia, volvió a su sitio. El último reporte oficial es el siguiente: suben feminicidios 24 por ciento en un mes (21 de marzo. Datos del SESNSP).
ESQUINA-BAJA
Al momento de redactar esta nota, las muertes violentas de mujeres siguen. Apenas el sábado 21 de marzo, en Monclova, un hombre (Jorge “N”) mató a su pareja, a su esposa de 44 años (Perla Margarita Zamora) en una agria discusión y al parecer por celos. Las agresiones físicas y psicológicas, según los testigos y vecinos, eran pan cotidiano que hombre hacia su esposa. ¿Entonces de qué sirvió el griterío, las marchas del día 8 y los silencios del día 9 de marzo; de que sirven los memes, los mensajes por redes sociales o los hashtags o como se le nombre a las etiquetas de #undíasinnostras, #niunamás, #altoalaviolencia; de qué sirvió lo anterior si ella jamás lo acusó ante autoridad alguna y él ni por enterado de parar su violencia familiar? Insisto, ¿De qué sirvió tanto ruido y la marcha “histórica”?
Hay un texto claro y poderoso de una mujer excepcional a la cual, las propias mujeres ni leen. Bueno, no leen nada. Desgraciadamente sólo gritan. Es el ensayo “La Abnegación, una Virtud Loca” de Rosario Castellanos; sí, aquella mujer que buscando la luz, murió cuando en Tel Aviv enchufaba al cableado eléctrico una lámpara. Buscando la luz, sumió en la oscuridad medieval –ha escrito Mauricio Montiel glosando la trama– a la ciudad entera. Su poderoso texto de 1971 se sigue cumpliendo hoy cabalmente. La escritora Rosario Castellanos habla de que las mujeres “feministas” son airadas y no reflexivas (se acaba de cumplir su profecía) y exigen algo “falso” desde la semilla: la igualdad. Cosa que siempre se lo he escrito aquí, señor lector, una y otra vez: somos diferentes hombre y mujer.
Lea a vuela pluma el fragmento: “… la exigencia de igualdad. Una exigencia que, en tanto que metafísica, lógica y prácticamente impensable de satisfacer, proporciona un punto de partida falso y arrastra consigo una serie de consecuencias indeseables… Ellas han despreciado las defensas jurídicas que tienen a la mano. Ellas se niegan a asumir lo que los Códigos les garantizan y la Constitución les concede: la categoría de personas”. Rosario Castellanos, le repito, escribió este ensayo en 1971, el cual hoy, se sigue consumando fielmente. La pobre señora de 44 años de Monclova no debió de morir así, con la saña de siempre y a manos de su pareja. ¿Y la conciencia y eco de las marchas, los gritos, los cacerolazos, las pintas y los “murales de protesta” de la beata Jackie Campbell? Ya ve, señor lector, en esto no creo, jamás. Hoy están calladas y en sus casas. Un virus chino hizo enmudecer al País, pero no así la violencia, los asesinatos y los feminicidios…
LETRAS MINÚSCULAS
Los días 20 y 21 de marzo, 12 personas fueron ejecutadas en Zacatecas. Incluyendo dos mujeres policías. Dos feminicidos más a la cuenta…