El ‘súperdomingo’, ¿trajo crisis a partidos?
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Por mucho que los partidos gocen de poca estima entre los ciudadanos, éstos parecen seguir prefiriendo el producto que ‘venden’ los partidos
Uno de los saldos llamativos que ha dejado la elección intermedia más importante del actual sexenio —celebrada el domingo 5 de junio pasado— es la renuncia de dos de los cuatro dirigentes nacionales de los partidos políticos más relevantes.
Hace unos días se oficializó la noticia sobre la renuncia de Agustín Basave al liderazgo del partido del Sol Azteca; ayer, Manlio Fabio Beltrones presentó se renuncia como dirigente nacional del PRI.
Existe, por supuesto, algo más que coincidencia temporal en las renuncias de Basave y Beltrones. Se trata de la asunción explícita, por parte de ambos, que fracasaron en la empresa electoral que se impusieron de cara a los comicios en los cuales se renovaron más de un tercio de las gubernaturas del País.
El saldo de esa jornada comicial lo conocemos todos: en nueve de los 12 casos el Gobierno estatal cambió de colores, pero el Partido Acción Nacional tuvo al final el balance más favorable pues sus abanderados, envueltos sólo en los colores del PAN o acompañados de otras fuerzas políticas, se quedaron con más de la mitad de las sillas en disputa.
¿Implica la renuncia de dos dirigentes nacionales que el sistema mexicano de partidos ha entrado en una crisis?
Realmente no. Los números de la jornada electoral del 5 de junio son, de hecho, muy alentadores para los partidos políticos como vehículos para acceder al poder público: los comicios tuvieron una participación importante de los ciudadanos y, salvo el caso de Ciudad Juárez, las candidaturas independientes no entusiasmaron a los electores.
En otras palabras, por mucho que los partidos gocen de poca estima entre los ciudadanos, o que la política en general sea concebida como una actividad carente de prestigio, lo cierto es que los ciudadanos parecen seguir prefiriendo el producto que “venden” los partidos al que se les presenta en otras envolturas.
Las renuncias de los dirigentes nacionales del PRI y el PRD son, acaso, signo de un fenómeno distinto: el del arribo de la era de la incertidumbre, en la cual nadie puede decirse triunfador de antemano y en la cual los electores realmente “premian” o “castigan” a los gobiernos de turno.
Otra lección que parece haber dejado el “súper domingo” 5 de junio es que los partidos políticos no pueden confiar más en el llamado “voto duro” y en sus estructuras territoriales para ganar una elección, pues el número de ciudadanos que acuden a emitir su voto de forma independiente es mucho mayor al de cualquier estructura.
Una golondrina no hace verano, por supuesto, pero pareciera que la prolongada transición democrática mexicana está avanzando hacia el estadio en el cual, de acuerdo con los teóricos de la disciplina, puede afirmarse que existe democracia: cuando existe incertidumbre respecto de quién ganará los próximos comicios.
La renuncia de dos dirigentes nacionales de partidos pareciera señalar en esa dirección al menos.