El último vals de don Porfirio
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Considero que la política mexicana de los últimos 60 años, no se puede comprender si se ignora la presencia activa de Porfirio Muñoz Ledo. Naturalmente hay luces y sombras en su larga trayectoria. Se forjó en el seno del autoritarismo, donde dio sus primeros pasos como político en activo. En un tiempo en el que miles de jóvenes exigían libertades democráticas y diálogo público con un poder autoritario, Porfirio se preparaba y ascendía por las escaleras del régimen.
Llegó a ser secretario de Estado y presidente nacional del PRI. Participó activamente en el proceso sucesorio de 1976 y 1982. En la primera ocasión tuvo más oportunidad que en la segunda, sin embargo, no resultó agraciado por el dedo presidencial. En 1976, Luis Echeverría se decantó por José López Portillo; y en 1982, López Portillo se inclinó por Miguel de la Madrid. Con semejante trayectoria en el PRI, es imposible negar su participación durante los peores años del autoritarismo mexicano. Habrá quien diga que en la política mexicana de verdad no había de otra.
Existe otro Porfirio, el politólogo ilustrado, el demócrata pragmático, sin sus acciones no puede entenderse el proceso democratizador experimentado por México, ni la erosión, fractura y derrumbe del monolito priista.
Tenía 10 años cuando escuché su nombre por primera vez. Se rumoraba que un senador de la República había interpelado al Presidente de la Madrid, el 1 de septiembre de 1988. Naturalmente, por mi edad, entendía bien poco lo que sucedía en las “pláticas de adultos”; en el noticiero que empezaba al terminar El Chavo del 8, sólo se oían alabanzas al señor Presidente. Aún peor, no me dejaban verlo, era hora de dormir. Ahora sabemos, Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y otros, encabezaron una fuerte escisión en el PRI frente a la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato a la Presidencia de la República. Luego sucedió el fraude electoral de 1988 y la imposición autoritaria de Salinas.
Nueve años después de la histórica interpelación de Muñoz Ledo al Presidente de la Madrid, mientras cursaba la licenciatura en la Ciudad de México, contemplé cómo perdía el PRI, por primera vez, la mayoría en la Cámara de Diputados. Con ello se terminó su control absoluto del legislativo. Unida, la oposición eligió a Muñoz Ledo como Presidente de la Cámara de Diputados, como tal, le correspondía responder el tercer informe de Ernesto Zedillo. Vi, con un grupo de amigos, la transmisión. El mensaje de Porfirio era lo más esperado y no nos defraudó. Ceremonioso como lo sabe hacer, respetuoso pero firme, palabra por palabra fue desmitificando la poderosa figura presidencial. “Hay que mandar obedeciendo”, dijo a Zedillo, y con ello selló una nueva era para México: el gobierno sin mayorías que prevaleció durante 21 años. Tres años más tarde, Porfirio salió del PRD, Cárdenas no le permitió ser candidato a la presidencia.
Para el año 2000, Vicente Fox mostraba su fuerza como candidato presidencial y buscaba sumar al voto útil. En el primer debate entre candidatos, Fox pidió a Muñoz Ledo y a Manuel Camacho Solís que se sumaran a su causa, “les necesito”, dijo Fox, a lo que Muñoz Ledo respondió sin tapujos: “no te equivoques, México nos necesita”.
Con el triunfo de Fox llegó la alternancia y Porfirio encabezó los trabajos para la muy necesaria Reforma del Estado, que muchos, incluyendo Fox, no entendieron y terminaron por desechar, sepultando las posibilidades de consolidar la naciente democracia mexicana. Tras ese fracaso, Muñoz Ledo aceptó la Embajada de México en la Unión Europea.
En el verano del 2001, me tocó presenciar las reuniones que sostuvo con una delegación de diputados encabezada por Ricardo García Cervantes. En la residencia del Embajador de México, Muñoz Ledo los retó a que fueran más exigentes con el Presidente e impulsaran con firmeza la reforma del Estado. Por momentos, los ánimos se caldearon porque se señalaron responsables que, desde el nuevo gobierno, habían decidido pactar con el PRI que seguía teniendo mayoría en la Cámara de Diputados. Al poco tiempo Muñoz Ledo renunció a la embajada, rompió con Fox y denunció esa traición a la democracia.
Entre 2009 y 2012 me tocó ser diputado federal con Muñoz Ledo que presidía la Comisión de Relaciones Exteriores, tema que me correspondía como subcoordinador de la bancada del PAN. Esa comisión fue la única que dieron al PT, los partidos grandes sabían que tenían que entretener en algo a Muñoz Ledo. Viajé con él innumerables veces a Washington y a Canadá, le aprendí mucho y cuando disentíamos en público, tenía la generosidad de reconocerme frente a los otros participantes y, en privado, me daba consejos para que fortaleciera mis argumentos.
Guardo innumerables anécdotas e historias que me contaba. Recuerdo en 2012, que a sus setenta y tantos años, me dijo que quería escribir unos diez libros más, ser nuevamente candidato, regresar al Congreso y después retirarse. Jamás pensé que lo lograría, todo indica que tal como me lo platicó, lo ha logrado.
Hoy vuelve a sorprendernos. Llega nuevamente a la Cámara de Diputados y es su Presidente, se le ve calmoso, tiene más de 80 años, pero su agilidad mental sigue intacta. Luego de ser un ferviente impulsor de López Obrador, no titubea en dar la voz de alerta. En plena 4T, mientras AMLO goza de amplísimo respaldo, mientras la oposición no encuentra cómo articularse para argumentar, cuando en el gobierno nadie se atreve a contradecir al nuevo Tlatoani, Muñoz Ledo señala con toda claridad y respeto, su desacuerdo con el Presidente, su Canciller y el acuerdo migratorio con Estados Unidos.
Se pronuncia por una migración libre, como eje de una política respetuosa de los derechos humanos. Increpa a Marcelo Ebrard la sumisión frente a Estados Unidos y con los datos que sólo da la historia vivida rebate, una a una, las posiciones tomadas por nuestro gobierno.
En buena hora hace su aparición Porfirio Muñoz Ledo. Era necesario y sólo él, desde dentro del nuevo sistema podía hacerlo y lo hizo bien. Es su último vals y no nos decepcionó.
@chuyramirezr
Jesús Ramírez Rangel