El veinte de noviembre
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Hay involuciones, evoluciones y revoluciones.
El retroceso pone esperanzas en el pasado. No solo recibe de él inspiración sino la involución intenta repetirlo, actualizarlo, sacarlo del desván y hasta del basurero para volverlo a presentar como la cresta de la ola contemporánea.
En la evolución se da un desarrollo conducido por un impulso interno que manifiesta y despliega peculiaridades disparadas hacia una mayor complejidad. Los cambios se suceden lentamente, añadiendo estructuras para funciones de mejor aptitud.
En la revolución no predomina la evocación ni se opta por la conducción gradual y progresiva sino se usa la fuerza, la violencia, el golpe bélico que destruye y mata. Se multiplican las “bajas” en los ejércitos oficiales o improvisados. Se busca quitar tiranías para instaurar democracias. Se levantan los estandartes de libertad, de tierra, de suficiencia, de igualdad y equidad en el respeto a los derechos fundamentales. Se provocan los exilios y se enlistan las reivindicaciones.
La revolución es el camino de los enfrentamientos, de los combates, de la sangre y el fuego, de las muertes multiplicadas y de las traiciones. Se suceden caudillajes y gobernanzas hasta llegar a legislaciones constitutivas. Ahora que se celebrará su aniversario se la sitúa, en el engarce de las transformaciones, precedida por la independencia y seguida por la reforma.
Se intenta ahora no olvidar el pasado y aprender de él lo que fue escarmiento y lo que configura una experiencia destinada a evitar repeticiones de errores anteriores. Hay propósito de engarzar la siguiente transformación, pero ahora sin violencia y sin guerra, solo con diálogo y con razonamiento.
Se sopla, en el trayecto actual, al jocoque del uso moderado de la fuerza por recuerdo de las quemaduras con la leche hirviente de la belicosidad extremada. Se señala, como fallida, la estrategia aguerrida de los últimos sexenios, en que tantos murieron, al enfrentar la fuerza con la fuerza. Se critica a una guardia reciente solo espectadora, sin recia intervención que ponga orden con energía o la actitud casi tolerante y permisiva de desórdenes, prometiendo sanción posterior.
La actitud revolucionaria, con sus estrategias y tácticas, se cancela en abusos incidentales por privilegiar el respeto a la vida humana en cualquier situación. Claro que no se dan los diálogos ni los razonamientos sino en forma indirecta y a distancia, sin nada que resulte vinculante. Nadie quiere otra revolución porque sería involutiva ni el constante uso de balaceras.
La creatividad del régimen y de la ciudadanía podrán encontrar una forma novedosa de un uso moderado de la fuerza cuando se afecten derechos de la comunidad, como el del libre tránsito por las vías de comunicación habituales. En otros países se utilizan el gas lacrimógeno, las balas de goma y los chorros de agua, con sus respectivos inconvenientes y riesgos, cuando se han agotado los medios pacíficos de convencimiento.
La celebración capitalina incluirá caballos y locomotoras en exhibición, además de las marchas militares y otros eventos ya anunciados. Se glorificarán las figuras de las soldaderas y las infanterías que luchaban cuerpo a cuerpo. Se hará memoria de tantos muertos por ideales de justicia, que siguen siendo objeto de deseo esperanzador.
Ni involución ni revolución ya. Y en la línea evolutiva se dan ahora las pirotecnias de libre opinión, en un clima tensionado de democracia en gestación...