El vuelo del avión
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El primer accidente aéreo comercial de la historia, y la idea que inspiró para hacer los vuelos de pasajeros posibles, seguros y cómodos
El 17 de diciembre de 1903 se realizó un sueño compartido por generaciones: volar como las aves. Los hermanos estadounidenses Wilbur y Orville Wright lo hicieron posible y lograron el primer vuelo propulsado de la historia.
Años después, en 1908, los Wright vendieron los planos de su primer avión para uso utilitario por 25 mil dólares al Departamento de Defensa de Estados Unidos, el equivalente a 700 mil dólares de hoy.
Durante la siguiente década, la aviación se desarrolló a una velocidad vertiginosa, acelerada por el advenimiento de la Primera Guerra Mundial.
Y cuando llegó la paz, la aviación comercial comenzó en serio.
En 1929 fue inaugurado el primer servicio de línea aérea de costa a costa en Estados Unidos, que se promocionó resaltando “el increíblemente corto tiempo del viaje”: 48 horas de Nueva York a Los Ángeles.
¡De Nueva York a Los Ángeles, en sólo 2 días! Parecía imposible de creer.
Costaba 5 mil dólares en dinero de hoy, embarcarse en aquella peripecia, que era el colmo del glamur.
Los inicios
En realidad, el viaje en el avión de vuelos comerciales era una tremenda prueba de resistencia para los viajeros.
Los pasajeros tenían que abordar, primero, un tren nocturno para que los llevara al aeropuerto de Columbus, Ohio, a 850 kilómetros de distancia.
Desde ahí partían en un avión de tres motores Ford para su primer día de vuelo.
El avión tenía que despegar y aterrizar cuatro a cinco veces antes de llegar a la primera escala del viaje.
Esos aterrizajes eran para reabastecerse de combustible antes de llegar a Oklahoma, donde abordaban otro tren nocturno en el que pasaban la noche y llegaban al siguiente aeropuerto.
Ese segundo día, los pasajeros tomaban otro avión, que también tenía que detenerse tres veces en el camino antes de aterrizar, finalmente, en Los Ángeles, California.
Con todo y eso, tenía el atractivo de ser una aventura pionera y divertida... dependiendo del clima.
Para quienes viajaban en aquel trimotor era quizás glamoroso, pero también ajetreado y riesgoso.
Volando a solo 1,500 metros de altura, el trimotor era vulnerable al mal tiempo, que lo convertía con frecuencia un viaje desagradable.
Y peligroso.
Primer accidente
En septiembre de 1929, un trimotor se estrelló en Mount Taylor, matando a todos a bordo.
Fue el primer desastre de una aerolínea comercial.
¿La solución?
Volar más alto.
Tal vez un avión podía evitar el mal tiempo volando sobre las nubes y viajar más rápido a través de un aire menos denso. Esa fue la primera solución que se planteó.
Volar más alto tenía grandes ventajas, pero también algunas desventajas.
De todos modos, eso haría que los viajes aéreos fueran más seguros y rápidos, y la idea para poder volar por encima de las nubes surgió de debajo de las olas: utilizar la tecnología de buceo en aguas profundas para explorar la atmósfera terrestre superior.
Pero volar sobre las nubes significaba visitar un lugar nunca explorado, y la dificultad no solo era llegar tan alto, sino vivir para contarlo.
No obstante, había un precedente: el Capitán Hawthorne C. Gray había volado a más de 12 mil metros de altura en un globo de helio. Pero, cuando el globo aterrizó un día después, fue encontrado muerto sobre los controles de vuelo del aparato.
A toda velocidad
Mientras tanto, Wiley Post era un aviador obsesionado por la velocidad.
Había perdido un ojo en un accidente industrial y utilizó el dinero del seguro para ingresar a la aviación.
En 1931, él y su navegante, Harold Gaddy, dieron la vuelta al mundo en solo ocho días, obteniendo un récord mundial y fama instantánea.
Pero Wiley Post quería ir aún más rápido y creía que volar alto era la solución. Cuanto más alto vayas, más delgado se vuelve el aire y menos arrastre atmosférico produce en el avión.
Eso significa que, para una cantidad dada de potencia del motor, el avión podía volar muy rápido.
Wiley Post pensó que esa sería la clave.
Pero antes, tendría que derrotar al asesino oculto que yacía sobre las nubes: la falta de aire.
Altura mortal
Tanto Post como otros que estaban explorando ese entorno notaron que con una exposición sostenida incluso una altitud por encima de los 10 mil pies (3 mil metros)tenía graves efectos fatigantes en los procesos mentales. Y podía crear una especie de confusión mental que en el aire podía ser fatal al inducir en el piloto graves errores mentales,
Post quería ir más rápido y la clave era volar más alto, pero era muy peligroso para la mente del piloto.Un traje de buzo en el aire
Wiley Post se dio cuenta de que necesitaba una forma de proteger su cerebro de la falta de oxígeno y al cuerpo de la falta de presión.
Trabajando con B.F. Goodrich Company, ahora famosa por sus neumáticos, pero en ese momento uno de los fabricantes aeronáuticos más respetados de EE.UU., ayudó a desarrollar un atuendo inspirado en el traje de un buzo de aguas profundas. Solo que, en lugar de mantener el agua afuera, mantenía el aire adentro.
El traje creaba una nueva atmósfera habitable alrededor del aviador.
En un vuelo de prueba en 1934, Post arriesgó su vida, poniendo a prueba los límites del cuerpo humano: superó los 40 mil pies (15 mil metros) de altura y alcanzó los 540 km por hora, casi el doble de la velocidad que el avión podía hacer al nivel del mar.
No era muy cómodo, pero resultaba efectivo.
Para 1938, teníamos aviones en los que toda la cabina estaba presurizada. Desde entonces, los pilotos y los pasajeros podían viajar con comodidad sin la necesidad de trajes de presión voluminosos.
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