Embarazos precoces: la contención no funciona
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Que una mujer se convierta en madre cuando aún es una adolescente o, peor aún, cuando todavía es una niña, constituye una mala noticia para su futuro, pues la evidencia empírica disponible es muy clara al respecto: las circunstancias, de por sí adversas, que deben enfrentar las mujeres en términos de desarrollo profesional, se agravan cuando son madres.
Y tal hecho, vale la pena puntualizarlo, es cierto en cualquier momento, pero constituye un lastre más pesado en la medida en que la llegada de un hijo a temprana edad impide a las mujeres -o les dificulta de manera particular- acceder a una mejor educación.
Por ello, el Estado tiene la obligación de desplegar estrategias capaces de garantizar que tal realidad se modifique; es decir, que las mujeres puedan acceder a mejores condiciones de vida a partir de que tengan la posibilidad real de desarrollarse conforme a sus capacidades y aspiraciones.
Lo anterior implica garantizar, en los hechos, el derecho que las mujeres tienen a la igualdad frente a los hombres, pero no sólo eso. También implica que el Estado cumpla con sus responsabilidades en materia de atención a la niñez y la juventud, de tal manera que todos tengan la posibilidad de vivir -y disfrutar- plenamente estas etapas de la vida.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a las estadísticas de embarazos precoces en Coahuila, entendidos estos como los que se registran en mujeres menores de 19 años y para cuya contención el Gobierno de Coahuila anunció una estrategia específica el año pasado.
De acuerdo con cifras oficiales, en 2014 uno de cada cinco embarazos registrados en la entidad correspondió a una mujer menor de 19 años; en 2015 la cifra fue básicamente la misma, mientras que en el primer mes de este año, la estadística muestra que el 17 por ciento de los embarazos registrados por el sector salud corresponden al citado grupo de edad.
Además de ello, como hemos dado cuenta en estas páginas, siguen registrándose casos en los cuales niñas que aún se encuentran cursando la Primaria o la Secundaria tienen ya una vida sexual activa y no cuentan con la formación ni la información necesarias para evitar un embarazo.
Los datos duros parecen indicar que, al menos en el primer tramo de su implementación, el programa diseñado para contener los embarazos en adolescentes no está teniendo el resultado esperado y que no puede ser otro que una drástica disminución en la incidencia de estos casos.
Valdrá la pena en ese sentido que las autoridades involucradas en el diseño e instrumentación del programa informen sobre los ajustes que piensen realizar, o precisen si la estrategia prevé la posibilidad de que los indicadores no muestren mejoras significativas todavía.
En cualquier caso, lo importante será que se precise cuándo veremos con claridad una modificación sustancial en el comportamiento de éste, uno de los indicadores indeseables de la vida social..