Emergencia social
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Los dolorosos casos se repiten con insistencia. Se mantiene como una constante, un fenómeno social que a todos como sociedad nos debe preocupar, las personas que se han quitado la vida en Saltillo en los últimos años.
¿Hay algo en la ciudad que esté favoreciendo este fenómeno? Imposible un análisis sin considerar un sinnúmero de variables que están involucradas y que van desde el tema familiar, los problemas sicológicos, el entorno social y la situación económica.
Uno de ellos o el coctel de varios juntos aparecen como los factores a la vista. Pero, ¿hacia dónde insistir en las medidas de prevención?
Desde el sector educativo han cambiado las maneras de interactuar con los estudiantes, no sólo en nuestra ciudad sino en el País, donde se ofrecen tutorías para orientarlos y para conocer cuáles son los problemas a los que se enfrentan. Sin embargo, ¿hasta dónde pueden llegar los orientadores cuando los problemas familiares a que aluden los estudiantes son cada vez más complejos? Cuando provienen de familias despedazadas; cuando en ellas falta el sustento básico; cuando impera la violencia en las relaciones entre sus miembros; cuando la situación económica es desesperada; cuando la atmósfera de inseguridad del propio hogar empuja a calles también llenas de violencia.
Los orientadores se enfrentan a situaciones desesperadas. Muchos de ellos se refieren a cómo sus estudiantes abandonan las escuelas al no poder seguir afrontando escenarios económicos adversos, lo cual además implica problemas serios al interior de la familia.
No se trata exclusivamente del tema económico o familiar. Entran por supuesto las condicionantes sicológicas. Se presentan también los casos de quienes atentan con su vida llevan consigo la historia de un familiar que antes lo hizo y lo logró.
Indispensable revisar el seguimiento que se da a las familias que sufren esa pérdida. Por la información disponible en Saltillo, entre los numerosos casos que se han presentado, este tipo de casos no ha sido infrecuente.
La ciudad ofrece muchas oportunidades de recreación y también de trabajo. En este último resultan cuestionables los sueldos que un sector de la población recibe. Si la situación económica es una variable es un área en la cual trabajar.
Conozco de trabajos en tiendas y en el ámbito de seguridad por los que se pagan 200 pesos por jornada, y no precisamente de ocho horas como máximo.
Una joven empleada en una tienda del centro de la ciudad compartía conmigo que, a la mirada de la dueña del local, no podía tomar respiro para sentarse pues era impelida a seguir sacudiendo la mercancía aunque ya lo hubiera hecho antes.
Su única salida, de 15 minutos, en una jornada de más de ocho horas, era para la comida. El tiempo restante, de pie, ya atendiendo al público, ya organizando los productos o haciendo limpieza. Contratada para los fines de semana, la joven hubo de renunciar antes de lastimar su salud. Pero ella pudo hacerlo. ¿Cuántos no pueden hacerlo y las condiciones de trabajo y el bajo salario, aunado a una trepidante escalada de precios en los artículos básicos, les permiten tomarse ese lujo? Si en casa esperan hijos de escuela o padres enfermos, el coctel ahí está listo para ser servido.
No se trata en exclusiva de un tema de orden económico. Los hay, lo decíamos antes, en el ámbito sicológico y social. También la forma en que lo abordamos en los medios de comunicación, pues la imitación es un factor que, dicen especialistas, igualmente influye en la decisión.
Es una realidad en Saltillo y es indudable que debemos tomar una serie de acciones. La sociedad y el Gobierno.
Hace unos días, en los programas de “Diálogos en confianza”, de Canal Once, se abordaba el tema de las ciudades inteligentes. Uno de los expositores decía que para que una ciudad sea “Ciudad Inteligente”, expresión en boga, sus habitantes tienen que serlo. En el tema que nos ocupa, para erradicar lo que se está extendiendo como un cáncer en Saltillo necesita de sus habitantes otra manera de ser: empatía, sensibilidad y acciones conectadas con una autoridad que asuma que estamos en una emergencia social.