Emparedado climático
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Es que la altura es ya de montaña.
Toda una milla se asciende hasta aquí desde el nivel del mar, en ascensor vertical imaginario. Este empalme de estaciones deja en medio al otoño, entre los calores veraniegos y los fríos decembrinos y navideños. Tiene frescura de lluvia generosa y también calor ardiente de mediodías casi caniculares. Atardeceres todavía largos y mañanas oscuras por el sol que sale lento bostezando.
Esta es ciudad de palmeras y cipreses, de bugambilias y geranios heroicos que todo lo resisten. Hay jardinería artística y patios bien cuidados, con florescencia policromada y frutales escondidos. Las chamarras empiezan a aparecer, pero terminan encerradas en las cajuelas para un quita y pon de alternancia variable.
Tuvimos aguaceros que destaparon en los techos goteras y dejaron, en algunas calles, lagunas por resumideros obstruidos. Aquí los ciclones y los huracanes de todos los nombres y numeraciones sólo dan, desde lejos, unas rociadas tormentosas o mandan chubasquillos amigables y efímeros.
Es tiempo en que los estudiantes aprenden sin tantas pausas y ven en el próximo horizonte la silueta de exámenes como trampolín para nuevas vacaciones. Se respira también en el ambiente la abigarrada temperatura del otoño político en que todo es hipotético. Abundan los “quizá” dubitativos y sorprende la elasticidad de una justicia acomodaticia. No hay transformación sin deformaciones porque las formas se deforman cuando se transforman. Se precipitarán diagnósticos prematuros e impacientes, urgidos de plantar etiquetas.
Peritos en endeudamientos se domina, en nuestras latitudes, el arte de caravanear con sombrero ajeno, de vivir de prestado, de tener lo que se debe. Aunque se daba lo que se tiene.
Se acostumbra la lentitud tanto en el cobrar con insistencias como en el pagar con reticencias. El barril que se quiere llenar tiene siempre el agujero de los intereses que le bajan el nivel.
Nunca se había leído y escrito tanto como ahora. Pero la lectura no es en página sino en pantalla y la escritura no es con pluma o bolígrafo o mecanográfica, sino tecleada con pulgares ágiles que mensajean sin cesar. Se insiste en que se lean muchos libros subrayando más la cantidad que la calidad. Y hay lectura en diagonal, escogiendo capítulos, saltando descripciones para hartarse de acción. Lecturas a medias, a ratos y a trozos.
La cultura, en el último trimestre, irá ofreciendo teatro, conciertos y exposiciones. Lo gratuito y lo barato acerca el arte a quienes tienen ingresos insuficientes. Es esta una transición de estaciones en que no sólo caen las hojas de los árboles sino pueden caer también las hojarascas de superfluidades que otro podrían usar mejor que nosotros...