En el tobogán
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Aventarse por un resbaladero o tobogán es divertido. Los hay de distintos tipos, inclinaciones y alturas. Para un niño decidir aventarse es una hazaña. Los niños no son tontos, saben o presienten, aún sin haber cursado clases de física o sin entender la fórmula de la gravedad o la fricción, que una vez que se avienten no hay manera de detenerse. Es un ejercicio donde solamente hay un resultado final: acabas, por gravedad y falta de fricción, llegando hasta abajo. Y el niño llega abajo a veces con raspones, con un mal aterrizaje, con una sonrisa sincera o nerviosa o hasta con lágrimas en los ojos.
En la vida de las personas y países existen momentos en los que se acaba, por circunstancias o decisiones de otros, sin querer en un tobogán. A diferencia de las experiencias de un tobogán en un parque de diversiones, estos toboganes de la vida real no siempre tienen un aterrizaje suave o implican una sonrisa durante y al final del recorrido.
Viene a mi mente la imagen de un tobogán al pensar en la situación que se encuentra la economía mundial en general y la de México en particular. Por decisiones de política económica que se empezaron a tomar hace 30 años, México se aventó por el tobogán de la ortodoxia de libro de texto. Hemos contado con economistas y políticas económicas que se han apegado, como pocas, a las recetas del Banco Mundial y del FMI. Economistas de primera, bien educados e intencionados, con políticas que según los libros deberían haber arrojado otro tipo de resultados y no los más de 50 millones de pobres y un rezago en el PIB per cápita comparado a países que antes nos veían hacia arriba. Aun así, se percibe cierta inercia (tal vez como cuando vas en el tobogán) entre los círculos ortodoxos de siempre que los convierte, en el mejor de los casos, en necios. Ante los pobres resultados, independientemente del impacto que pudo haber tenido la corrupción rampante (muchas veces solapada o ignorada por los genios de la política económica), insisten en repetir la misma fórmula, siempre escudados en que alguna variable inesperada les deshizo el modelo. Siempre ha habido una excusa que se sabe fuera del control de estos brillantes economistas. Las tasas de interés mundiales, precios del petróleo, desaceleración en Estados Unidos, un asesinato, los zapatistas, Trump, AMLO, etc, etc.
No podemos negar que estamos a medio tobogán y que acabaremos en la misma alberca con un aterrizaje nada elegante. Un nuevo gobierno que trata de implantar su propio sello (sin mucho orden) y que seguirá pintando con brocha muy gorda en temas económicos. Un Banco de México que, aunque redujo tasas esta semana (por primera vez en 5 años), seguirá amarrado al tobogán al que se subió hace unas décadas. Seguirá empujando una política monetaria que ayude a subsidiar la inflación con importaciones, aún si esto sigue significando sacrificar a los productores nacionales. Son el banco central número 24 en reducir tasas (así es, ni rápido, ni agresivo; le tienen pánico a un peso débil). La reducción de 25 puntos base representa, proporcionalmente al nivel de sus tasas, una tercera parte de lo que Estados Unidos redujo antes (0.25 por ciento de 8.25 por ciento vs. 0.25 por ciento de 2.50 por ciento). Las tasas en México siguen trágicamente altas y difícilmente se ajustará el rumbo mientras la autoridad monetaria siga pensando que la inflación sólo se controla con importaciones baratas.
Así, mientras México encuentra la forma de zafarse del eterno tobogán, la economía mundial parece estar acercándose al inicio de uno nuevo, causado por la actitud proteccionista y berrinchuda de Trump (la 1T) y un natural fin de ciclo expansivo que tarde o temprano llegará a su fin. Es probable que el tobogán mundial retrase el fin del tobogán ortodoxo en México, al orillarnos a tener que tomar más medidas de las de siempre, que no traerán resultados distintos. ¡Abróchense los cinturones!
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com