‘Enroques’ en el Congreso, ¿de qué son signo?
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La renuncia ‘por motivos personales’ de Rodríguez deja la mesa servida para la especulación pues, por regla general, un movimiento de este tipo no se concibe sino a partir de motivaciones políticas
Ayer se registró un movimiento políticos que sin duda es sorpresivo: la renuncia de Samuel Rodríguez, quien lideraba la fracción parlamentaria del PRI en el Congreso del Estado y, derivado de los acuerdos iniciales en la integración de la actual Legislatura, fungía como presidente de la Junta de Gobierno del Poder Legislativo.
El hoy exdiputado sólo dijo, al presentar su solicitud de licencia al cargo, que lo hacía “por motivos personales” y en declaraciones posteriores al conocimiento de su renuncia, afirmó que “por lo pronto” no va a ocupar ninguna cartera en el Gobierno del Estado.
La críptica explicación ofrecida por Rodríguez, así como el silencio generalizado que ha seguido a la renuncia de su cargo dejan la mesa servida para la especulación pues, por regla general, un movimiento de este tipo no se concibe sino a partir de motivaciones políticas.
Su salida no implica, desde luego, ninguna “crisis parlamentaria” y menos aún porque, de acuerdo con la información difundida, el hecho ha sido procesado ya de forma puntual, a fin de que su suplente ocupe desde hoy el asiento que deja vacante y un compañero de su bancada, Jaime Bueno, asuma la titularidad del Poder Legislativo.
Pese a ello, el hecho no deja de ser significativo, pues no estamos hablando de un “diputado cualquiera”, sino de quien ostentaba la representación de uno de los tres poderes del Estado y eso no deja de tener un significado.
¿Implica la salida de Samuel Rodríguez, el inicio del período de “ajustes” en la administración estatal que encabeza Miguel Ángel Riquelme? ¿Su renuncia fue producto de un “conflicto” al interior del grupo gobernante en Coahuila? ¿A qué acuerdos políticos obedece el movimiento?
Estando claro que no estamos ante una situación de crisis, las preguntas anteriores merecerían una respuesta más amplia, al menos, por parte del grupo parlamentario que, sin ser mayoría en el Congreso, sí ejerce, durante el primer año de la Legislatura estatal, el control del Poder Legislativo.
No puede dejar de notarse en este sentido, que la renuncia ocurre en un momento “atípico”, pues Rodríguez no era el epicentro de ningún escándalo político, ni había presiones –al menos no a la vista– para que abandonara el cargo.
Habrá que seguir con atención las incidencias de la sesión ordinaria del pleno del Congreso que tendrá lugar hoy, para ver si durante su desarrollo aparece alguna clave que permita entender mejor la decisión adoptada por quien, al despedirse de su cargo, se ocupó de reiterar sus “lealtades políticas” y de afirmarse en sus convicciones partidistas.
También habrá que ver si al “ajuste” en el Congreso le siguen algunos otros movimientos en el Poder Ejecutivo que arrojen alguna luz acerca de lo que está ocurriendo puertas adentro de los poderes públicos de la entidad.
Por lo pronto, y ante el vacío informativo, lo que queda es la mesa servida para la especulación y para las “apuestas políticas” respecto de si la renuncia de Samuel Rodríguez constituye un hecho aislado o se trata del extremo del hilo de una madeja que comenzará a desenrollarse a partir de hoy.