A sabiendas… enseñanzas japonesas
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Honrar el futuro es una manera para la continuidad de la vida y que la recompensa, aún sin pretenderla, es recibida de forma insospechada
La última semana del pasado mes de julio, conocimos una abrumadora noticia relacionada con un accidente nuclear acontecido hace 7 años: “El Centro Nacional para la Investigación Científica reveló haber encontrado partículas radioactivas sobrantes en el vino de California (…) Según el Departamento de Salud no hay riesgos para la salud, ni de seguridad, para los residentes de California.
El 11 de marzo de 2011, se produjo un terremoto magnitud 9.0 en la costa noreste de Japón, causando un inmenso tsunami que generó un accidente nuclear del cual se fugó material radiactivo altamente peligroso. El accidente de la planta de Fukushima (el mayor desastre nuclear después del de Chernóby ocurrido en 1986), ha tenido incalculables secuelas.
Las consecuencias de este accidente, como el caso del vino de California, siguen sorprendiendo al mundo.
De este incidente surgió historia auténticamente conmovedora que aún recuerdo.
UN CORAZÓN CUAJADO
Después del accidente una noticia apreció en los titulares noticiosos del mundo, la cual me sigue estrujando el alma y cuajando el corazón: “Más de 160 ancianos japoneses se ofrecieron para formar un equipo de voluntarios que realizaría algunos de los trabajos más peligrosos en la dañada planta nuclear de Fukushima”.
Estos hombres, mayores de 72 años, estaban dispuestos a sufrir los daños de la altísima radiación que ahí peligrosamente emergía, querían ser ellos y no los jóvenes que trabajaban en la planta nuclear, los que corrieran el riesgo de morir o de padecer irreversibles consecuencias físicas.
Ellos sabían que sus existencias eran aún valiosas, tal vez más que antes; comprendían que, en el ocaso de sus vidas, el tiempo les era aún más precioso, que todavía tenían el espacio para disfrutar el fruto de lo sembrado, que poseían los ahorros y la salud que durante años cuidadosamente habían forjado para llevar una vejez reposada, aderezada por las carcajadas de los nietos. Estos hombres vivían sus recuerdos, pero también reconocían que su productividad, ciertamente diferente a de los años mozos, aún era fecunda.
Sabían que la vejez no significaba decadencia sino, más bien, iluminación y preámbulo de caminos inéditos, y a pesar de todo esto – o quizás gracias a ello, a lo ya disfrutado - propusieron intercambiarse por los ya heroicos jóvenes.
Su misión no era suicida, ni representaba resignación alguna; incluso hoy sigue siendo signo de valentía, de suprema generosidad, de amor a su patria, de aprecio a la juventud; más aún cuando sabemos que la gente de esa nación se distingue por su longevidad.
Los viejos japoneses se saben útiles, no ignoran que son la sustancia del país, se aprecian como seres humanos que han alcanzado sus sueños y entienden que les toca a otros hacer lo propio, por eso son venerados.
SAKURA ZENSEN
Los japoneses poseen un concepto del tiempo muy distinto al nuestro. Para los mexicanos, la mayoría enfocados a lo inmediato, a lo fugaz e intrascendente, todo acontecer se encierra en lo que abarca la existencia; para los japoneses un milenio es apenas un fragmento del tiempo.
En Japón hay épocas del año, según la zona, en que el árbol característico de ese país, el cerezo (sakura) florece, regalando paisajes “rosa pálido” que sosiegan el alma.
El paisaje “sakura zensen” es fugaz y espléndido como la mismísima existencia, dura apenas quince soles. El fugaz ciclo de la belleza del cerezo denota resplandor y esperanza, plenitud y sacrificio, tenacidad y fragilidad, pasión y entrega, cualidades del espíritu nipón.
Los viejos saben que la belleza es efímera, como las flores del cerezo, como la existencia; saben que si no se es capaz de amparar la tierra y las generaciones de donde surgirá la nueva vida, el tránsito por la existencia no tendría sentido. Y es ahí, en la espiritualidad que subraya que la existencia es esplendorosa, pero fugaz como el “sakura zensen”, donde radica la magnificencia de los ancianos japoneses.
MAÑANA…
Jorge Bucay ilustra que honrar el futuro es una manera para la continuidad de la vida y que la recompensa, aún sin pretenderla, es recibida de forma insospechada:
“En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
¿Qué tal anciano? La paz sea contigo. - Contigo - contestó Eliahu sin dejar su tarea. - ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos? – Siembro - contestó el viejo.
- ¿Qué siembras? – Dátiles - Respondió Eliahu. - ¡Dátiles! - repitió el recién llegado, cerrando los ojos como quien escucha la mayor estupidez.
-Dime, amigo: ¿cuántos años tienes? No sé, lo he olvidado... Pero eso qué importa. Mira amigo, estas plantas tardan más de 50 años en crecer y solo después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los 101 años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras.
-Mira Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probarlos. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana, y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea. - Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza - y diciendo esto, Hakim le puso en la mano del viejo una bolsa de cuero.
-Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara, parecía cierto y, sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
-Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más significativa que la primera, déjame que pague esta lección con otra bolsa de monedas.
-Y a veces pasa esto - siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas - : sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseche no solo una, sino dos veces.
-Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte”.
SI TAN SÓLO…
Si tan sólo nosotros, los mexicanos, pensáramos en sembrar para el futuro, si tan sólo dejáramos la indiferencia a un lado, si tan sólo abriéramos el corazón para acoger a los más desafortunados, si tan sólo le diéramos una oportunidad a la mano necesitada, si tan sólo nos abrazáramos en el propósito de la paz, si tan sólo sembráramos árboles a sabiendas que su sombra será para el disfrute de los que vendrán. Sin tan sólo amaramos a México, viviríamos en paz.
Si tan sólo inspiráramos a las nuevas generaciones a seguir sus sueños, si tan sólo les abriéramos nuevos rumbos, si tan sólo honráramos nuestros oficios, si tan sólo veneráramos a los viejos, si tan solo respetáramos las leyes, si tan sólo comprendiéramos nuestros “Sakura Zensen”, si tan sólo intuyéramos que el porvenir de México requiere el cuidado y respeto de su tierra y tradiciones. Si tan sólo esto sucediera, entonces México sería noticia tal como en 2011, lo fue para el mundo entero, los viejos-jóvenes japoneses que ofrecieron sus vidas por su patria.
ENTONCES…
A sabiendas que jamás gozarán de su sombra, existen personas que siembran árboles; que forjan caminos para otros caminantes; que quitan piedras para que otros no tropiecen; que encienden antorchas para que desconocidos tengan la senda iluminada; que anónimamente socorren a los débiles e indefensos; que bendicen y veneran con sus palabras y actos la tierra que los vio nacer.
Existen personas que comen después de todos a sabiendas que este acto de generosidad no será reconocido, pero saben lo que es necesario hacer porque ya han habitado en el futuro, en la tierra prometida.
¿Habrá mayor acto de generosidad, esperanza y libertad, superior signo de amor por la continuidad de la vida y por México?
Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo
cgutierrez@itesm.mx