Entre muros y puentes
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La montañesa altura saltillense (una milla) saludó con niebla a la primavera recién llegada.
Es sólo niebla mañanera. Tímida bajo el sol, huye y se difumina llevándose su humedad madrugadora. Ronda siempre el aire frío que se recrudece al atardecer.
El movimiento migratorio se da entre una frontera abierta del sur y una frontera que tiene amenaza de cierre total en el norte. Acá se busca legalizar la acogida y facilitar el paso. Al norte ya hay secciones de muro construido y terco propósito presidencial de extenderlo a toda la línea interoceánica de colindancia.
Esta medida, tan discutida por republicanos y demócratas en el Senado de EU, se ve dispendiosa y encaminada a una pronta obsolescencia.
“Quien levanta un muro acaba prisionero del muro que levantó. Es una ley universal”, señaló, en entrevista, el papa Francisco a la vez que aportó su visión: “La alternativa son los puentes, levantar puentes”.
Ya hay algunos puentes tendidos sobre el río Bravo. Falta el puente jurídico de una legislación humanizadora del proceso migratorio, para bien de ambos países. Falta el puente económico que no cancele ayudas sino prepare inversiones para un progreso de la región centroamericana, aprovechando la propuesta de la cancillería mexicana.
Es posible que el diálogo llevado con inteligencia pueda poner lucidez y sensatez en lo urgente, actualmente es sólo una esperanza rechazada, una actitud de proteccionismo unilateral en que se ve más peligrosa la caravana humana que la invasión no impedida de armas letales.
La madurez política de ambas naciones puede ofrecer al continente y al mundo una programación que siga caminos de justicia para cimentar una paz verdadera. Todo lo coercitivo solo generará violencias evitables.
Se requieren modelos ejemplares, procedimientos innovadores que puedan inspirar en todo el mundo una actitud fraterna y solidaria. La humanidad está en un movimiento envolvente y camina hacia una comunidad en que las diversidades se complementen.
Una nueva mentalidad, una visión más universal podrá tender esos puentes que faltan y derribar todos los muros levantados entre culturas, razas, religiones y gobiernos. Todas las decisiones precipitadas o temperamentales, que llevan más de desahogo que de eficiencia, serán sustituidas por consensos comunitarios en que se sopesen los pros y los contras hasta encontrar los caminos equilibrados y proporcionados a la dignidad humana y al bienestar general.
Se han ido eslabonando las oportunidades de afianzar los valores de civilización y humanización que construirán la mejor herencia para quienes, a pesar de tantas vidas inocentes sacrificadas, llegarán a esta casa global y giratoria a vivir vida plena dirigida a una trascendencia interminable.
Entre muros derribados y muros tendidos se irá dando el encuentro que ya no es beligerancia o expulsión, sino hospitalidad magnánima para un mundo que pase del salvajismo a la convivencia pacífica y próspera sin exclusiones...