Omnia Licita: Entretenimiento enriquecedor
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En noviembre del 2016, durante una de las presentaciones del musical Hamilton de Lin Manuel Miranda, evento que atendió el entonces vice-presidente electo de los Estados Unidos Mike Pence, uno de los actores se dirigió a él y, agradeciendo su asistencia, le comunicó la preocupación del elenco por las políticas anti-migratorias que la administración de Trump, que él representaba quería implementar.
Este espectáculo musical desde su estreno en 2015 ha sido todo un éxito. Cuenta la historia de uno de los Padres Fundadores de América, Alexander Hamilton, a través de una mezcla de hip-hop, pop y el habitual estilo musical de estos shows, con un ensamble intencionadamente diverso, que coloca a actores de afroamericanos e hispanos en roles históricos de hombres y mujeres blancos.
El mensaje de la obra tiene un claro enfoque pro-migración y aunque toma ciertas libertades creativas con la historia en que se basa —que la han vuelto objeto de críticas sobre estos detalles—, es parte también de sus intenciones artísticas, pues una de las últimas ideas que arroja la puesta es la de “quién vive, quién muere y quién cuenta tu historia”, respecto a la manera en que percibimos nuestro pasado, a través de quién y cuál contexto.
Y aunque el fenómeno Hamilton superó las barreras del país norteamericano, dentro de él sirvió como el ejemplo perfecto para demostrar que hay maneras de enseñar, en particular a los jóvenes, sobre historia sin que esto les parezca un tema ajeno o lejano e inútil.
Todo esto viene como parte de la reflexión de que una obra artística, divertida y que aparentemente sólo es un show de entretenimiento, puede también tener un contenido enriquecedor y alrededor del cuál se puede generar una agradable discusión.
Es fácil separar uno del otro y darle un tratamiento casi esnobista a las propuestas artísticas con discursos en ocasiones hasta rebuscados y “elevados” y dejar al entretenimiento como un mero producto banal para pasar el rato.
Si bien esta separación es válida, existen ejemplos como el de Hamilton que dan cuenta de que se pueden unir ambas intenciones; entretener a la par de que se ofrece una propuesta artística para meditarla.
Esta unión es sobre todo bienvenida —cuando no necesaria— en las ocasiones en que el material con que se trabaja, las influencias culturales que permearán en la obra, forma parte de las expresiones y la idiosincrasia de una sociedad.
En el teatro saltillense es común ver propuestas en uno u otro extremo, aunque existen instancias como el teatro cabaret que entre risa y risa esconde una reflexión de crítica social —como sucede con la obra “Sirena de Bar” montada por Clan Filoté—, porque generalmente cuando un director busca hablar de un tema serio lo trata de manera seria.
Sin embargo, también existen ejemplos como el “Perros Contradictorios Devoran mi Cadáver” de Tristana Landeros y montado por Luz del Norte, que de igual forma lleva al público entre risas hasta el trágico final.
Y aunque el teatro musical original casi está limitado a lo que produce César Alonso Valdés con su compañía de teatro para niños Talento —el resto son montajes de obras de Broadway—, una de sus producciones en particular también abordó de manera entretenida un tema delicado.
Con “Mis Niñas Migrantes” esta compañía tomó el riesgo de hablar sobre el problema de la migración en México, haciendo énfasis en los peligros de atravesar el territorio nacional rumbo a la frontera, y a pesar de que estuvo dirigida a un público infantil no dudó en terminar con una nota amarga con tal de que sirviera a su mensaje.
Si bien mantener el equilibrio entre entretenimiento y propuesta artística puede llegar a ser muy complicado —ninguna de las mencionadas está exenta de crítica al tratamiento de sus temas— cuando se cuenta con un caleidoscopio cultural como base, estos ejemplos demuestran que se puede aspirar a darle un buen rato al público sin obviar por completo otros mensajes.