Eso me pasa por andar de ‘Marthita La Piadosa’
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Le digo que eso me pasa por andar de “Marthita La Piadosa”.
Déjeme le cuento.
Nada.
Qué cree que andaba yo con un reportaje sobre un coro de niños de una secundaria que se llama “Apolonio M. Avilés”, y a la que mucha gente en Saltillo malamente conoce como “El Panalito”.
Sí hombre, esa secundaria que está por el rumbo de la colonia Gustavo Espinoza Mireles, antaño famosa por ser un barrio bravo, donde la única ley que valía era la de las pandillas.
Alguien me había contado de ese coro magnífico de niños, que dicho sea de paso cantan como los verdaderos ángeles, haga usted de cuenta los Niños Cantores de Viena.
Varias, muchas veces fui para oírlos cantar en la secundaria y fuera de sus muros.
Y sinceramente cada vez que los escuchaba me impresionaban más.
Tenía yo que escribir su historia.
Siempre he pensado que es bueno ensalzar los esfuerzos por rescatar los valores familiares y sociales.
La historia se publicó el pasado 22 de diciembre, luego de casi dos meses de reporteo, en las páginas del SEMANARIO.
Y todo marchaba bien.
Hasta que un día el maestro Antonio, el profesor de música de este insuperable coro, el artífice de este noble proyecto, que ha dado más que lustre a los pequeños ruiseñores de la 4, me pidió un genuino y legítimo favor.
Sus chamacos la estaban rompiendo con el coro, la estaban armando, como dicen los chavos de hoy, sí, que ya andaban en los cuernos de la luna.
Y el maestro quería motivarlos, premiar de alguna manera la entrega de sus dedicados pupilos.
Que tenía la idea de llevarlos al cine o algo así, me dijo.
Y que si por casualidad no conocía yo a algún gerente de alguna sala de proyección de pelis.
Le dije que no.
La verdad es que nunca he sido muy cinéfilo que digamos.
Pero que haría lo posible por conseguirles a los cantores entradas gratis, le prometí al mentor.
Platiqué entonces con las chicas de espectáculos del periódico y les pregunté si acaso tenían algunas cortesías, de esas que regalan a los lectores durante los días de promoción.
Que no, me dijeron y me dieron el contacto de otra chica representante de una compañía nacional de cine en CDMX.
Seguro ella podía conseguirme algo.
Telefoneé entonces a mi nuevo contacto.
Y le expliqué la situación.
Se trataba de una buena obra, le dije, no me podía fallar.
Después de algunas llamadas más y otros cuantos mensajes por whats, la muchacha consiguió boletos gratis para los chicos en una premier que se llevaría a cabo el 9 de enero en la sala vip de ese cine.
El estreno sería a las 8:00 de la noche y se llamaba “Perdida”.
Para no hacerle el largo cuento, digo, el cuento largo, se llegó aquella noche.
Y todos muy contentos.
El coro de niños entró a la función y yo, que los había acompañado hasta la puerta, me fui para mi casa saltando de felicidad.
Fue entonces que vino la catástrofe.
No habían pasado cinco minutos cuando recibí un mensaje del profe Antonio, el maestro del coro, que me dejó helado, como a menos 20 grados.
“¿Qué cree?”, la película está llena de relaciones sexuales”.
Noooo.
Haga usted de cuenta que se me vino el mundo
encima.
Que dejaran el cine, le pedí temblando al profesor.
Y de inmediato llamé a la representante de la compañía en CDMX.
“Se me pasó decirte que sí había una escena”, me dijo.
Y yo francamente no sabía qué hacer.
Lo primero que se me vino a la cabeza fue “van a correr al profe de la secundaria y a mí me van dar bote por corrupción de menores”.
Esa noche no pude dormir nomás de estar pensando y pensando en esa tragedia.
Unos niños de 12, 13 y 14 años, algunos de los cuales habían ido con sus padres, acababan de ver una cinta sicalíptica por mi culpa.
Qué horror.
A la mañana siguiente llamé al maestro para preguntarle cómo le había ido en la escuela ante este hecho tan bochornoso.
Y respiré.
Me relajé.
Cuando supe que el asunto no había pasado a mayores.
Días después me encontré con el profe y nos reímos sin muchas ganas de la anécdota.
No es para que le cause gracia a nadie.
Ándele, eso me pasa por andar de “Marthita La Piadosa”.
Jesús Peña
SALTILLO
de a pie