Espíritu “Ubuntu”
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El magnífico Gibrán Jalil escribió: “Eres ciego y yo sordomudo; por lo tanto, estrechemos nuestras manos y entendámonos. La verdad de la otra persona no está en lo que te revela, sino en lo que no puede revelarte. Por eso, si deseas entenderla, no escuches lo que dice, sino lo que calla”.
Por su parte el filósofo del diálogo, del encuentro, Martin Buber apuntó: “no existo si no hay un tú, si no hay otro frente a mí no tengo límite, no existo ni tengo conciencia de mí mismo. Lo que soy emerge exclusivamente cuando hay otro frente a mí. Me reconozco al reconocer al otro al frente. Si no tengo al otro a quien reconocer, entonces yo no me reconozco, es de mi esencia la relación con el otro”.
Es cierto, somos esencialmente seres de encuentros. Seres dialogantes en busca de la trascendencia.
Abierto
En algunas culturas africanas se cree que existen tres mundos simultáneos: el que los rodea, el de sus antepasados – que nunca mueren -, y el correspondiente al reino de los espíritus; estos mundos coexisten dentro de cada ser, y al frente de ellos se encuentra el mismísimo Dios. Por estas razones, su sentido de comunidad y del tiempo es muy distinto al nuestro. (Para conocer un poco de la cultura africana recomiendo el libro “Ebano” de Ryszard Kapuscinsky).
Los jóvenes están muy familiarizados con la palabra Ubuntu, que es un sistema operativo (software) gratuito, libre, de “código abierto”. Lo que quizá desconozcan es que su patrocinador es el empresario sudafricano Mark Shuttleworth (1973) que, por cierto, fue el primer africano en ir al espacio y el segundo “turista espacial” del mundo.
Mark nombro su sistema Ubuntu inspirado en la mismísima África: en el sentido de comunidad y, quizá, considerando los tres mundos mencionados.
Abierto hacia los otros
Ubuntu es la actitud mental prevaleciente entre los nativos africanos que viven al sur del Sahara, y surge del dicho popular umuntu, nigumuntu, nagamuntu que en zulú significa "una persona es una persona a causa de los demás, "humanidad hacia otros" o bien “soy porque nosotros somos".
Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz, 1984), así define este concepto: "una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, afirma de los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y están bien, porque es seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se disminuye cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos."
Porque me ves…
Peter Senge inicia su libro “La Quinta Disciplina” con el siguiente comentario que va en tono a la definición de Tutu: "Entre las tribus del norte de Natal, Sudáfrica, el saludo más común, equivalente a nuestro "hola", es la expresión Sawu bona. Significa literalmente " ya te veo". Los miembros de la tribu responden diciendo Sikkhona, "estoy aquí". El orden del dialogo es importante: Mientras no me hayas visto, no existo. Es como si al verme me dieras la existencia.
Este sentido, implícito en el idioma, forma parte del espíritu del ubuntu, que, como ya lo apunté, representa la actitud mental prevaleciente entre los nativos africanos del sur del Sahara.
Es interesante observar que en las más antiguas culturas - aún existentes - se considera al ser humano como una persona que es causa de las demás personas y no “a pesar de ellas”. Esto pone en entredicho aquello que afirmaba un afamado filósofo del siglo pasado: "el infierno son los otros", refrán que habitualmente llevamos a la práctica en nuestras relaciones personales.
Muy común
Por ejemplo, es común que muchas organizaciones crean que mediante certificaciones de calidad realmente “ven al cliente”.
La evidencia es contundente: en los pasillos de un sinnúmero de esas "ultra certificadísimas" organizaciones, los colaboradores que ahí trabajan, ni siquiera advierten la presencia de sus prójimos, más bien esquivan sus miradas y menos son capaces de brindarse un cordial saludo. Olvidan que las maneras amables son el "lubricante" para generar experiencias agradables y memorables.
Obviamente, este "lubricante" es también imperceptible a los ojos de los "certificadores", porque éstos se han acostumbrado a lo mismo en sus propias empresas, entonces, aun cuando el espíritu ubuntu no exista, es posible obtener esos codiciados "reconocimientos".
Ejemplos
¿Quién de nosotros no ha llegado a solicitar un servicio - por ejemplo, en la mayoría de las oficinas gubernamentales, bancos, hospitales, restaurantes y tiendas de autoservicio - para percatarnos que ahí priva una absoluta falta de respeto hacia nuestra persona, ya que los individuos que ahí trabajan, simple y sencillamente, ni nos oyen, ni nos ven, pues para ellos somos invisibles? ¿Acaso no es común que, en nuestros propios hogares, al levantarnos por las mañanas, ni siquiera nos digamos los unos a los otros: "buenos días", o en la tarde "buenas tardes" o "ya llegué", o "buenas noches", o "perdón", o "por favor”, o bien, al recibir un servicio de papá o mamá se olvide pronunciar "muchas gracias" que son palabras mágicas y dicen demasiado? ¿A poco, en muchas ocasiones, en nuestras chambas no andamos como ciegos: obviando miradas y saludos amables a nuestros compañeros de trabajo, ¿omitiendo acciones que bien sabemos pueden ayudar a esa persona que se sienta en el escritorio de enfrente?
Lo que falta
¿Acaso en las calles de nuestra ciudad priva la agresión porque simplemente lo único que nos interesa es el derecho particular y no vemos más allá de nuestras propias narices? ¿Acaso no suprimimos frecuentemente la existencia de esa persona que nos atiende - mesero, despachador, cajera, jardinero, secretaria, conserje, enfermera, chofer, persona que ayuda en casa - al no tener la humildad de decirle "¿cómo le va?" "¿qué cuenta?" o - de nuevo - "por favor" y "muchas gracias"? Y esto llega al colmo cuando, en infinidad de ocasiones, a nuestros propios clientes - a esas personas a las cuales les debemos precisamente nuestro trabajo - llanamente se nos olvida decirles: "¿en qué le puedo ayudar?" "gracias por su preferencia", "discúlpeme por no atenderlo como esperaba ", "que bueno que nos visita", "en verdad me da gusto verlo", y así sucesivamente.
Vale la pena
Vivir así, preocupándonos y respetando la presencia de los demás, ciertamente no es nada fácil. De hecho, es casi imposible, porque generalmente estamos metidísimos en ese egoísmo que nos hace pensar que somos lo máximo, actitud que nos pone unas enormes gafas oscuras impidiéndonos ver nuestro propio ombligo.
Sin duda, es verdaderamente hermoso ese lenguaje que usan los nativos del norte de África, pues encierra actitudes de encuentro, gratitud, amabilidad y cordialidad, de vida, de apertura, diálogo y auténtica calidad.
Ellos, con esas breves, pero maravillosas y significativas palabras: “¡Te veo!”… “¡Aquí estoy” enseña que es sencillo alentar el potencial de la otra persona al poner un poco de nuestra voluntad individual para querer ver, sin negros anteojos, el alma de los demás. Estas humildes personas nos demuestran que la vida brota cuando en nuestros encuentros estamos dispuestos a pronunciar esas palabras básicas que ahora son tan olvidadas: "hola”, “¿cómo te va?", "perdóname", "por favor", "gracias"…
Rehenes
Aquí estamos, encerrados en una avanzadísima civilización, con la creencia que somos eternos; pensando que más conviene el vinagre ácido que la miel que endulza la vida; creyendo que es mejor obviar encuentros que generan saludos, consideraciones y agradecimientos fraternales; suponiendo que somos gente educada, sin darnos cuenta que apenas somos esclavos de nuestras propias cegueras y omisiones, que somos rehenes de ese egoísmo que cotidianamente oscurece el alma transformándonos en personas tristes, de miradas ásperas, avinagradas y perdidas. Y todo por carecer del espíritu Ubuntu.