Está equivocado, gobernador Riquelme
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Lanzar "buscapiés" a los adversarios políticos y a la prensa que incomoda es uno de los deportes favoritos de los políticos mexicanos. Esa parecería ser la intención en el comentario "inocentemente deslizado" por el gobernador Miguel Ángel Riquelme respecto de la existencia de presuntos periodistas coahuilenses "al servicio de la delincuencia"
El facilismo discursivo es, lo hemos dicho en múltiples ocasiones, un extendido mal entre los políticos de todos los colores –los mexicanos y los de casi cualquier parte del mundo. Y es un recurso del cual echan mano a la menor provocación e incluso sin ella.
El facilismo, es decir, la pretendida intención de explicar de forma muy simple un fenómeno complejo –la actividad del crimen organizado, pongamos por caso–, puede ser “inocente”, es decir, producto de la ignorancia, de la ausencia de luces intelectuales en el gobernante.
Pero también puede ser perversa, es decir, producto de la intención deliberada del emisor del mensaje de utilizar un hecho de la realidad para “enviar mensajes” o desviar intencionalmente la mirada del público de los aspectos relevantes de la realidad cotidiana.
Sea de forma “inocente” o producto de la perversión, el uso de este recurso debería siempre alertarnos, llamar nuestra atención, convocarnos a leer con detenimiento el mensaje del político porque dice mucho de su naturaleza y de las ideas a las cuales se suscribe.
El preámbulo viene a cuento a propósito de una “llamativa” declaración realizada el pasado jueves por el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, en relación con los hechos de violencia registrados en diversos puntos de la entidad, en la víspera y el día de Navidad.
“No hay tregua, no hay descanso por parte del crimen organizado, quieren incursionar a la entidad. Seguimos nosotros en la misma dinámica, en acciones coordinadas para garantizar la estabilidad, la tranquilidad y el equilibrio de nuestra entidad”, dijo el mandatario en conferencia de prensa.
El mandatario se refería a hechos concretos: el primero de ellos fue el asesinato, el día 24, de un policía municipal de Piedras Negras cuando salía de su vivienda para dirigirse a trabajar.
El segundo ocurrió durante las primeras horas del día 25 de diciembre cuando, en los municipios de Monclova y Frontera, presuntos delincuentes habrían atacado a policías municipales, incendiado un par de vehículos y arrojando objetos “ponchallantas” como estrategia para evitar ser capturados.
Sobre estos últimos, el gobernador Riquelme realizó un apunte, digamos “singular”: “en el caso de Monclova y en el caso de la parte norte de Coahuila en los hechos antes descritos hemos encontrado que algunos medios de comunicación han soltado informaciones literalmente falsas, como el día de ayer en Monclova, que se hacía alusión a cinco elementos (de la policía) fallecidos”.
A partir de este dato el titular del Ejecutivo coahuilense lanzó un “guiño informativo” imposible de desdeñar: “hay instrucciones del crimen organizado a periodistas de tratar de distorsionar la información. Debemos dejar en claro que en Coahuila el estado de derecho prevalece, y que no se debe jugar con los asuntos de información que competen a la opinión pública, porque en este caso también serían corresponsables”.
Lo más importante de la expresión del Gobernador son las últimas siete palabras: “…porque en este caso también serían corresponsables”.
La “advertencia” es no solamente impropia –en términos jurídicos– sino una muestra del exceso en el cual caen fácilmente los gobernantes a quienes les gusta la idea de “lanzar buscapiés” para obtener resultados absolutamente desconectados de la tarea de garantizar la seguridad de los ciudadanos.
La admonición lanzada “inocentemente” al aire tiene el tufo autoritario de un gobernante a quien le parece buena idea utilizar un tema tan delicado como el de la seguridad pública para “acalambrar” a periodistas incómodos.
No es la primera ocasión en la cual atestiguamos este tipo de “advertencias” en Coahuila. Ya antes, el exsecretario de Gobierno, Víctor Zamora, “explicó” las críticas relativas a los abusos y excesos de integrantes de las corporaciones policiales de Coahuila señalando la existencia de “una campaña del crimen organizado orquestada contra los grupos tácticos y de reacción”.
Según Zamora, la pretensión de tal campaña era “promover” el regreso del “crimen organizado a las calles (de Coahuila)” y responsabilizó de tal campaña a “algunos medios de comunicación” y “algunos periodistas” presuntamente incluidos en “narconóminas”.
Lo de hoy es la reedición de aquellas infortunadas declaraciones y el intento barato de colocar en el terreno del ejercicio de la libertad de expresión el núcleo de un problema complejo como el de la actividad del crimen organizado.
Como Zamora, Miguel Ángel Riquelme está rotundamente equivocado y le vendría bien, en este caso particular, hacerse más eco de su reiterado discurso en favor de los derechos humanos, tema en el cual cuenta –al menos en teoría– con un ejército de asesores de primera línea.
La prensa no es el enemigo, señor Gobernador. Y lanzarle veladas amenazas de “involucrarles” con el crimen organizado sólo deslegitima el discurso sostenido en favor de las libertades en los últimos dos años.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx