‘Estamos igual o peor’
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Hace unos días se cumplieron 10 años de la existencia de la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fundem), que el 19 de diciembre del año 2009 denunció públicamente la desaparición de 21 personas en el estado. Luego de eso, para los familiares de los desaparecidos todo se trató de “un peregrinar al interior de las instituciones que hasta hoy prevalece desde las secretarías gubernamentales, hasta los ministerios públicos encargados de investigar los casos”.
Tras una decada de enfrentarse a la desesperanza y burocracia, los familiares de personas desaparecidas alzaron la voz para exigir justicia por sus casos, hoy evalúan el trabajo de las autoridades y sus palabras son demoledoras: “estamos igual o peor que en un principio”. “Hoy levantamos la voz para denunciar que el Estado mexicano no sólo no les ha buscado, sino que ha sido omiso en encontrarles”.
“No hay voluntad política. Han sido años de obstáculos, y además de pérdidas de evidencias que podrían haber servido como líneas de investigación para llegar a los nuestros. Se ha perdido información, y lo que es peor, no ha habido justicia rápida y expedita para que lleve a castigar a los perpetradores”.
A una década de trabajo, reconocen que las circunstancias ya no son las mismas, pues hoy ya no creen en las autoridades. “En estos 10 años hemos logrado algo: caminar juntas. Alzar nuestra voz, esa es nuestra fuerza. Ya no somos las mismas; estamos fuertes, ya no les creemos, ya no confiamos en lo que dicen. Hemos cambiado, hemos crecido, nos hemos formado, sabemos de nuestros derechos y los derechos de quienes han desaparecido”.
Muchos de los que integran este colectivo han pasado 10 largos años esperando a sus hijos, hijas, hermanos, padres o madres que hoy de un momento a otro pasaron a formar parte de una categoría aterradora: los “desaparecidos”, condición tétrica y fantasmal, decía el escritor argentino Ernesto Sabato, pues no estaban muertos o encarcelados: están simplemente desaparecidos.
Años, días, minutos sin saber qué les paso a sus familiares y, por si fuera poco, enfrentando además el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando decenas de seres humanos a través de sus órganos policiacos que, bajo el nombre de los GATES y Fuerza Coahuila de Rubén Moreira a la Policía Civil Coahuila de Miguel Riquelme, se ha demostrado hasta el cansancio las violaciones constantes de los derechos humanos y las desapariciones forzadas sin que suceda absolutamente nada.
En Coahuila, y en visión de las autoridades estatales, parecería que es preferible la extraña visión de paz que se han formado, la paz a cualquier precio, incluso la paz de los sepulcros.
Y a pesar de que en los últimos 10 años en México se empezaron a construir los instrumentos legales para atender esta catástrofe humana que son los desaparecidos, hay en el País más de 40 mil. De todos estos, mil 780 fueron o son coahuilenses. En estos últimos se incluyen a los de Allende, donde se ha comprobado que hubo un “encubrimiento” de las autoridades, mientras que el hoy gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, es reportado reuniéndose con David Aguillón, entonces secretario de gobierno y acusado de por lo menos cerrar los ojos y no contestar su teléfono cuando ocurría esa matanza. Sólo Riquelme sabe todo lo que debe a Aguillón, una deuda impagable que hoy le permite despachar desde el segundo piso de Palacio Rosa.
Yo mismo conozco a muchas familias de los desaparecidos de Coahuila, y he podido observar sus rostros anochecidos por el dolor y el duelo permanente. Sé de sus desvelos y de sus días eternos, sé de sus suplicas por no ser condenados al olvido. Ellos buscan el sosiego para sus almas haciendo todos los días la misma pregunta: ¿Dónde están?
Mario Benedetti les dedicó a los desaparecidos de Argentina un bello poema del cual transcribo algunos de sus versos: “Están en algún sitio concertados, desconcertados, sordos, buscándose, buscándonos, bloqueados por los signos y las dudas, contemplando las verjas de las plazas, los timbres de las puertas, las viejas azoteas ordenando sus sueños, sus olvidos quizá convalecientes de su muerte privada”.
@marcosduranfHace unos días se cumplieron 10 años de la existencia de la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fundem), que el 19 de diciembre del año 2009 denunció públicamente la desaparición de 21 personas en el estado. Luego de eso, para los familiares de los desaparecidos todo se trató de “un peregrinar al interior de las instituciones que hasta hoy prevalece desde las secretarías gubernamentales, hasta los ministerios públicos encargados de investigar los casos”.
Tras una decada de enfrentarse a la desesperanza y burocracia, los familiares de personas desaparecidas alzaron la voz para exigir justicia por sus casos, hoy evalúan el trabajo de las autoridades y sus palabras son demoledoras: “estamos igual o peor que en un principio”. “Hoy levantamos la voz para denunciar que el Estado mexicano no sólo no les ha buscado, sino que ha sido omiso en encontrarles”.
“No hay voluntad política. Han sido años de obstáculos, y además de pérdidas de evidencias que podrían haber servido como líneas de investigación para llegar a los nuestros. Se ha perdido información, y lo que es peor, no ha habido justicia rápida y expedita para que lleve a castigar a los perpetradores”.
A una década de trabajo, reconocen que las circunstancias ya no son las mismas, pues hoy ya no creen en las autoridades. “En estos 10 años hemos logrado algo: caminar juntas. Alzar nuestra voz, esa es nuestra fuerza. Ya no somos las mismas; estamos fuertes, ya no les creemos, ya no confiamos en lo que dicen. Hemos cambiado, hemos crecido, nos hemos formado, sabemos de nuestros derechos y los derechos de quienes han desaparecido”.
Muchos de los que integran este colectivo han pasado 10 largos años esperando a sus hijos, hijas, hermanos, padres o madres que hoy de un momento a otro pasaron a formar parte de una categoría aterradora: los “desaparecidos”, condición tétrica y fantasmal, decía el escritor argentino Ernesto Sabato, pues no estaban muertos o encarcelados: están simplemente desaparecidos.
Años, días, minutos sin saber qué les paso a sus familiares y, por si fuera poco, enfrentando además el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando decenas de seres humanos a través de sus órganos policiacos que, bajo el nombre de los GATES y Fuerza Coahuila de Rubén Moreira a la Policía Civil Coahuila de Miguel Riquelme, se ha demostrado hasta el cansancio las violaciones constantes de los derechos humanos y las desapariciones forzadas sin que suceda absolutamente nada.
En Coahuila, y en visión de las autoridades estatales, parecería que es preferible la extraña visión de paz que se han formado, la paz a cualquier precio, incluso la paz de los sepulcros.
Y a pesar de que en los últimos 10 años en México se empezaron a construir los instrumentos legales para atender esta catástrofe humana que son los desaparecidos, hay en el País más de 40 mil. De todos estos, mil 780 fueron o son coahuilenses. En estos últimos se incluyen a los de Allende, donde se ha comprobado que hubo un “encubrimiento” de las autoridades, mientras que el hoy gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, es reportado reuniéndose con David Aguillón, entonces secretario de gobierno y acusado de por lo menos cerrar los ojos y no contestar su teléfono cuando ocurría esa matanza. Sólo Riquelme sabe todo lo que debe a Aguillón, una deuda impagable que hoy le permite despachar desde el segundo piso de Palacio Rosa.
Yo mismo conozco a muchas familias de los desaparecidos de Coahuila, y he podido observar sus rostros anochecidos por el dolor y el duelo permanente. Sé de sus desvelos y de sus días eternos, sé de sus suplicas por no ser condenados al olvido. Ellos buscan el sosiego para sus almas haciendo todos los días la misma pregunta: ¿Dónde están?
Mario Benedetti les dedicó a los desaparecidos de Argentina un bello poema del cual transcribo algunos de sus versos: “Están en algún sitio concertados, desconcertados, sordos, buscándose, buscándonos, bloqueados por los signos y las dudas, contemplando las verjas de las plazas, los timbres de las puertas, las viejas azoteas ordenando sus sueños, sus olvidos quizá convalecientes de su muerte privada”.
@marcosduranf
Dogma de Fe
Marcos Durán