Este don Irineo
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Tierras de Michoacán conocieron las andanzas del general Irineo Rauda, pintoresco hombre de la Revolución. A él se debe la famosa frase que sintetizó en modo magistral el sentido de las luchas entre las diversas facciones revolucionarias: maderistas, zapatistas, carrancistas, villistas, orozquistas, obregonistas, callistas y todas las demás. Dijo a ese propósito el general Rauda:
-Éramos los mesmos, nomás que andábanos devididos.
Don Irineo era gárrulo y decidor. Sus anécdotas podrían llenar un tomo de tomo y lomo. Presumía de ser “muy léido y escrebido”, pues gustaba de lecturas –eran sus ídolos Antonio Plaza y José María Vargas Vila–, y se afanaba en cubrir su rudeza de ranchero y soldado con exquisiteces que encontraba en libros y que apuntaba trabajosamente en un cuaderno escolar para aprenderlas y aplicarlas luego en la conversación.
Por desgracia se le enredaban los conceptos, y entonces le salían de la boca graciosos despropósitos. En cierta ocasión se hablaba de hazañas de gula y se discutía quién entre los presentes había comido más de tal o de cual cosa.
-Pos una vez –se jactó el general Rauda– en La Piedad de Cabadas me comí yo sólo 10 pesos de mampostería.
Quiso decir de repostería.
A una señora que le ofreció su casa para que viviera en ella durante algunos días, le dijo don Irineo al despedirse:
-Le agradezco su honorabilidad.
Su hospitalidad es lo que quiso agradecer.
Presumía de culto y refinado el general, y vestía su expresión con giros que a él le parecían muy elegantes. Al rendirle a un superior el parte del día le dijo una vez, grandilocuente:
-Mi general: en este día que hoy fina no hubo ninguna novedad que altere vuestro semblante.
A un periodista que le preguntó si podría llegar por automóvil de un lugar a otro le contestó solemne:
-La verdá no sé, hijo. Como ha llovido mucho a lo mejor los caminos están abnegados y se ponen intransigentes.
En otra ocasión fue a la Ciudad de México a arreglar ciertos asuntos del escalafón. Al bajar del tren en la estación de Buenavista lo reconoció el reportero de un periódico y lo quiso entrevistar.
-No se va a poder, muchacho –se negó categórico el general–. Vengo de inepto.
Quería decir que iba de incógnito.
Un día algún periodista zumbón le preguntó si le gustaría que le hicieran una estatua.
-Pos pa’ qué digo que no si sí –respondió don Irineo–.
-¿Ecuestre? –continuó la burla el periodista–.
La pensó un poco el general y luego respondió.
-No tan ecuestre. Nomás regular.
Los llamados “científicos” del porfirismo fueron hombres sapientísimos, educados casi todos en Europa. Entre ellos había filósofos, escritores, poetas, historiadores, sociólogos... Ah, y abogados. Muchos abogados. Sin embargo a final de cuentas fueron hombres del pueblo, como Irineo Rauda, los que dieron su nuevo rumbo a la Nación.