Esto es lo que nos pasa con tanto tiempo en casa
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Tanto tiempo en casa de los niños prófugos de escuelas, clases, parques y un sinfín de amenidades, puede llegar a colapsar la convivencia familiar si no hay creatividad y paciencia -en ese orden- de por medio.
Les platico: Tanto tiempo de las parejas conviviendo día y noche en casa puede disparar los índices de natalidad del mundo si no hay creatividad, prudencia, abstinencia y conciencia -no en ese orden- de por medio.
Tanto tiempo de todos conviviendo en casa puede desatar una oleada de romances cibernéticos oportunistas si no hay pudicia y temperancia -en ese orden- en cuanto al uso de las redes sociales que interconectan cada vez más desparpajadamente a los unos con los otros sin distingos y en todas las variantes de tolerancia de género existentes.
Tanto tiempo de permanencia forzada en casa puede elevar a rangos planetarios la exposición a series y películas televisivas si no hay medida y control -en cualquier orden- de las horas que se pasen frente a la pantalla casera.
Tanto tiempo en casa podría remotamente provocar que los olvidados libros del librero más usados como decoración que como ilustración, cobraran vida de repente y sorprendieran a más de uno estimulando su imaginación aletargada por tanta absurda exposición a las pantallas de teves, compus, tablets y celulares, en el orden que sea.
Tanto tiempo de encierro obligado de motu proprio puede hacernos caer por error, por curiosidad o con premeditación, alevosía y ventaja, con los cómicos televisivos de la legua perdida, que adulteran la existencia en los huecos programas matutinos y los más vacíos todavía de las telenovelas vespertinas y nocturnas, sin dejar fuera a los de las insulsas cocinas desabridas de ingenio y a los de las ceñidas y escotadas pronosticadoras del clima que activan las temperaturas varoniles en los canales abiertos de teve que atontejan a una audiencia cada vez más repelente a lo desafiantemente pensante.
Tanto tiempo en casa de convivencia forzada podría provocar que los libros en los libreros olvidados y más como adorno utilizados, de pronto resultaran atractivos para quien cuando le preguntan cuáles son los últimos que ha leído, responda que tres y uno de ellos la Biblia -más no toda, por supuesto- y se trabe con los nombres de otros dos y de sus autores ni se diga.
Puede ser que un amigo tuyo te diga que con eso del aislamiento en casa, de repente y obligado por las circunstancias ha estado platicando con su esposa, y resulta que le parece muy simpática.
La mitigación comunitaria de sana distancia puede hacer que los mitines de acarreados con los que el presidente se sigue dando sus buenos baños de pueblo, se conviertan en reuniones privadas y seculares -en ese orden- porque aunque propios y extraños se empecinen en decir que vamos bien delante de naciones desarrolladas en salud y economía, el mentado corona virus parece que a México llegó para quedarse por un buen de tiempo.
Tanto tiempo de forzadas cuarentenas podría poner al borde de la quiebra a un montonal de iglesias, parroquias, sectas, cofradías y santuarios, que obligaría a los sacerdotes y ministros a empeñar las santas reliquias de los templos para contrarrestar con humildad y arrojo -en ese orden- la falta de limosnas de los fieles hoy recluidos en sus casas viendo misas televisadas.
Tanto tiempo recluidos obligaría a la creatividad, audacia, ingenio y colmillo/arrojo comercial- en ese orden- de los patronatos de las orquestas sinfónicas -como la de la UANL- para hacer que músicos y directores a ofrecieran en el escenario del Teatro Universitario el concierto que sigue de la temporada, todos cubiertos con tapabocas y transmitir ese inédito performance por televisión a la audiencia, que por la contingencia hará muy bien en quedarse en la comodidad y seguridad de sus casas.
Tanto tiempo en casa puede hacer florecer el renacimiento de las pláticas de sobremesa, abolidas por el decreto comercial de la prisa de trabajos, estudios y otras mil ocupaciones, siempre y cuando celulares, tablets y otros gadgets del demonio -en ese orden- sufrieran cuarentena similar a la que el coronavirus obliga y fueran condenados a guardarse en sus estuches por los tiempos de los tiempos que mande la epidemia.
Tiempo en casa indefinido haría que los legisladores dejaran de asistir, ahora sí por causa bien justificada, a sus curules en congresos locales y federales, y con eso le harían tanto bien a la Patria, que con honores, medallas y trofeos -en ese orden- la ciudadanía muy contenta y complacida les ofrecería.
Cuarentena forzosa y obligada de todos los días posibles que las paciencias de sus familias lo permitan, dejaría fuera de circulación a la turba, la caterva de inútiles encargados de la enfermedad, de la inseguridad y de la ruina económica -que no de la salud, la seguridad y la economía nacionales- y con eso, México sería el que todos los mexicanos merecemos, y no lo que ahora es: un país secuestrado por políticos de 4ª alucinados, hipnotizados, que todos los males del presente se lo achacan al pasado, al neoliberalismo y a sus adversarios, y pretenden controlar una epidemia con arengas demagógicas, populacheras, místicas y casi religiosas, y que quieren detener la debacle del peso con sahumerios, requesón, incienso y mirra.
¡¡¡¡Detente, animal del demonio!!!
CAJÓN DE SASTRE
“Todo esto que nos pasa es la consecuencia de haber votado enojados e ilusionados contra la corrupción, y no a favor de alguien capaz de resolver ese problema y los muchos otros que ahora nos aquejan”, dice la irreverente de mi Gaby.