Etant Donnes, el misterio tras la puerta

Cuando, en 1969 el Museo de Arte de Philadelphia reveló que expondría una obra inédita de Marcel Duchamp, el mundo entero se sorprendió. No sólo porque el artista franco-americano había fallecido un año antes, sino porque llevaba cerca de dos décadas alejado del mundo del arte. O eso creían.

La instalación artística “Etant Donnés: 1º la chute d'eau / 2º le gaz d’éclairage” (Dado: 1º La cascada / 2º la lámpara de gas) fue el proyecto póstumo que de 1946 a 1966 Duchamp diseñó y construyó en secreto en su taller de Greenwich Village.

Durante este período el mundo del arte creyó que el autor había cambiado la creación plástica y visual por el ajedrez profesional, disciplina con la cual se involucró de manera profunda y aunque nunca llegó a las grandes ligas continuó inmerso en su práctica hasta sus últimos años como periodista de este deporte.

La obra se trata de una puerta antigua, de madera, colocada sobre uno de los muros de la galería del museo. El pórtico no abre y tras él se encuentra un escena peculiar, la cual sólo se puede observar a través de un pequeño agujero en la madera.

Cuando el espectador se acerca y mira descubrirá el cuerpo de una mujer desnuda recostado sobre el césped, con las piernas abiertas y el sexo dispuesto ante quien ose mirarla. Su rostro no aparece en el cuadro, oculto tras la pared que encuadra el paisaje.

En su mano izquierda —la única que se puede ver— sostiene una lámpara de gas, perpetuamente encendida y en el plano del horizonte un paisaje soleado con algunas nubes dispersas por aquí y por allá.

La escena impacta por muchas razones. La desnudez de por sí ya inquieta el pudor occidental pero la extrema palidez del cuerpo femenino ha hecho a muchos pensar que se trata de la imagen un cadáver —modelado casi en su totalidad con base en la figura de la escultora brasileña María Martins, compañera de Duchamp—.

Sin embargo, el misterio de “Étant Donnés” no recae solamente en el producto final sino en el proceso creativo de la obra más ambiciosa de este revolucionario artista.

Porque aunque su “Fuente” —el urinario más famoso/infame del arte contemporáneo— cambió la estructura misma del arte, lo que este diorama supone es un trabajo de décadas de producción furtiva y la culminación de toda una filosofía de vida respecto a lo que Duchamp apreciaba en las obras —una que fácilmente podría caer en la contradicción—.

Con excepción del paisaje del fondo, que cuenta con pequeñas intervenciones pictóricas —colaboración con Salvador Dalí— ninguno de los elementos de la instalación recurre a las formas “típicas” o académicas del arte de las que Marcel se alejó en vida.

Él no buscaba hacer lo que llamó “arte retinal” —uno que complace más al ojo, que solamente es vistoso—, él persiguió inquietar la mente e incitar preguntas en el espectador. Lo hizo con sus pinturas cubistas-futuristas al inicio de su carrera y lo hizo después con sus “readymades”.

Y aunque “Étant Donnés” sea un conjunto de algodón, cartón, ramas, madera, ladrillos, aluminio y terciopelo, dista de estas últimas obras —el urinario, el banco con la rueda de bicicleta— la escena que compone resulta en un paisaje totalmente figurativo y visualmente bello.

Durante 20 años Duchamp creó una compleja obra que vería la luz hasta después de su muerte —así lo dejó claro en el cuaderno con las instrucciones para su instalación—, diseñada específicamente para el Museo de Arte de Filadelfia y que sólo ha visitado otras partes del mundo en modelos a escala.

Dos décadas dedicó a elaborar una imagen en secreto —mientras el resto del mundo sólo veía jugar ajedrez— que se observa desde un único punto de vista, te confronta con un paisaje a la vez calmo e inquietante y te invita nuevamente a preguntar ¿por qué?