Exceso de velocidad: ¿ya aprendimos la lección?
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De acuerdo con cifras proporcionadas por el Ayuntamiento de Saltillo, los automovilistas de la capital coahuilense habrían reducido de forma muy significativa su propensión a circular a exceso de velocidad por las calles de la ciudad, lo cual explicaría el descenso en el número de infracciones impuestas a los conductores de automotores.
O al menos eso parecería indicar el hecho que, de 617 infracciones impuestas por elementos de la corporación policiaca, local durante el año 2015, este número haya descendido a 70 en lo que va del presente año.
Por supuesto, es preciso señalar que el descenso en el número de automovilistas infraccionados no solamente puede explicarse a partir del hecho que los conductores de vehículos han “aprendido a respetar las reglas” y hoy evitan circular por encima del límite permitido.
Sin embargo, se antoja que una reducción tan drástica, de casi 90 por ciento, en el número de automovilistas infraccionados debería tener necesariamente, al menos una parte de dicho componente como explicación y ello obliga necesariamente a preguntar qué se hizo para lograr tal resultado.
El dato, aunque pareciera trivial, es sin duda importante y constituye mucho más que una simple estadística: implica una modificación relevante en un fenómeno urbano que podría constituir la diferencia, para no pocas personas, entre la vida y la muerte o entre la salud y una lesión de carácter permanente o temporal.
Porque si la drástica disminución sufrida en el número de automovilistas infraccionados por conducir a exceso de velocidad se debe —así sea sólo en parte— al hecho de que, efectivamente, los conductores han aprendido a no conducir por encima de los límites permitidos, tal hecho debería reflejarse necesariamente en otros indicadores.
Cifras como las de accidentes viales, personas lesionadas en accidentes automovilísticos y accidentes fatales tendrían que verse necesariamente afectadas por la estadística menor de infracciones y tal hecho debería ser objeto de estudio por parte de la administración municipal.
Pero no solamente el Gobierno debería interesarse en el fenómeno, sino también la academia y las organizaciones de la sociedad civil, pues el saldo que en pérdidas materiales, así como en personas lesionadas y víctimas mortales dejan los accidentes de tránsito cada año, debe preocuparnos y ocuparnos a todos, pues el desentendernos de ello puede tener como consecuencia que nos convirtamos en parte de sus estadísticas.
Valdrá la pena por ello que, más allá del dato anecdótico, alguien se tome en serio la idea de investigar las causas específicas detrás de la disminución en el número de multas de tránsito y, en particular, en determinar si, como pareciera sugerir la lógica, al menos una parte de esa disminución de explica a partir del hecho que la velocidad de circulación en las calles de nuestra ciudad ha disminuido.