Exitosa innovación
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“¡Qué pastorela tan original!”, “Nunca había visto algo parecido a esto”. “¡Qué creativa!”. A lo largo del pasillo, frases escuchadas que se repetían una tras otra a la salida del espectáculo.
El Teatro de la Ciudad, el “Fernando Soler” luce lleno. Es el miércoles 25 de noviembre y está por comenzar la presentación de las seis de la tarde de “La Pastorela de Coahuila”. Muchos niños, muchos estudiantes, muchos adultos a la expectativa.
La trama sigue la línea original: pastores que escuchan la noticia de que ha nacido el Niño Dios y a visitarlo se dirigen tropezándose con las fuerzas del Mal representadas en diablillos y el Diablo que impedirán a toda costa su arribo.
Cada pastorela, señala Miguel Sabido, director del Teatro de México y profundo conocedor y amoroso velador de las tradiciones mexicanas, se reinventa. Cada pastorela es diferente a sí misma, de tal manera que lo escrito en lo que se conoce como los cuadernos, el guión de la obra, no es igual siempre, pues se modifica en cada puesta en escena. La historia es la misma, pero se agregan parlamentos e incluso los personajes cambian.
En “La Pastorela de Coahuila”, que camina junto a las más representativas de México, ubicada en los ejidos de Palma Gorda y Jazminal, municipio de Saltillo, y Artesillas, General Cepeda, hay un sinnúmero de cuadros que reflejan a Coahuila. Cuadros y personajes y escenificaciones de honda raíz popular.
Fue posible ver representadas la tradición de los matlachines de Saltillo, con el Viejo de la Danza, en el papel de Satanás; las polcas de Arteaga y la música norteña, así como escuchar “Échale un quinto al piano” del saltillense Felipe Valdés Leal y “La espinita” de Nico Jiménez, hijo de Nueva Rosita, entre otras. En la escenificación de la lucha entre moros y cristianos, donde aparecen los Caballitos de Viesca, se emplean machetes, para referir a los candelilleros del centro y norte del Estado. La Pastorela da vida a las tradiciones de mazahuas y mascogos, ya en la vestimenta, en el primer caso, de la Pastora, con un traje típico y sombrero con flores; ya en los mascarones en el segundo. La referencia de estos mascarones se encuentra en la representación de Palma Gorda.
Muy próximas a nosotros surgen las gracejadas locales, con las cuales el teatro entero volcó carcajadas. Divertidas, en esta parte, la representación que parodia aquella simpática escena entre Pedro Infante y Jorge Negrete, en “Dos tipos de cuidado”, donde hay un duelo de coplas, así como la que hace alusión a la popular interpretación del niño Juanito Farías en aquel concurso llamado “Juguemos a cantar”.
Abre, cierra y se mantiene presente en los momentos impactantes de la pastorela la Banda del Estado de Coahuila, dirigida por el maestro José Luis Ulloa. ¡Todo un concierto! Con la interpretación de cada pieza fortalece y da brillantez al de por sí muy buen trabajo de los actores; resalta la picardía de alguno, el carácter sublime de otro, la valentía del de más allá. Una experiencia escuchar sus notas. Potentes, deslumbrantes, delicadas, dulces. Y así como ellas, los dos coros que realizan un gran trabajo, haciendo una mancuerna fabulosa con los actores.
Producida por el Gobierno del Estado, con su Secretaría de Cultura, y la Universidad Autónoma de Coahuila, es de resaltarse el esfuerzo de todos cuantos participan en la concreción de esta idea original de Iván Márquez Morales, quien con el maestro Miguel Sabido y César Alonso, escribe el guión, y realiza la producción ejecutiva con Leticia Rodarte.
Las tradiciones de Coahuila en una pastorela. Personajes y escenarios en una fiesta coahuilense. El estado posee una tradición que no debe apagarse.
A primera vista, pareciera difícil que un cuaderno de pastorela pudiera adaptarse para hacer ese disfrutable mapa cultural que es “La Pastorela de Coahuila”, pero supera toda expectativa. Resulta inspirador para nuevas generaciones; un espectáculo, un gran espectáculo.