¡Felicidades, VANGUARDIA!
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Cuarenta años del periódico VANGUARDIA, nuestra casa de trabajo. Cuarenta años en los cuales retratar a la sociedad de Saltillo; en los cuales reflejar los cambiantes tiempos, la historia de sus habitantes; las alegrías, los dolores, las transformaciones de la sociedad: sus logros, sus avances, su caminar en 14 mil 600 días.
VANGUARDIA ha sido referente para la Ciudad al hacer su retrato; al pintar con palabras y con imágenes lo que ha sido Saltillo en cuatro décadas. En su nombre lleva una continua búsqueda hacia la innovación. El periódico, como bien lo dijo nuestro director Armando Castilla Galindo ante los colaboradores, durante celebración de estos fructíferos años, enfrenta el porvenir. Los retos que demanda el periodismo: perseverancia, talento y la mirada puesta en el futuro.
Participa en esta tarea cotidiana, el milagro del día a día, un gran número de colaboradores que desde su trinchera ofrecen lo mejor de sí mismos en la pasión para la que dedican su vida. En plática de quien esto escribe con uno de quienes hacen posible el trabajo de la impresión del papel, muestra su emoción: “Cada día es diferente en el taller.
Los números del periódico de cada día muestran su propia personalidad: son las informaciones, son las fotografías, el diseño, las cabezas, los que lo hacen distinto y que hace nuestra jornada diferente”.
El que cada uno de sus integrantes trabaje con la misma certeza: cada información lleva su propia personalidad, incluso tratándose de efemérides o días de especial conmemoración en el calendario, propicia el que el medio aparezca renovado al día siguiente.
¿Cómo llamar la atención de los lectores cuando disponen de la información a través de los otros medios? En palabras del director: Ello se deberá gracias a los encabezados de cada información, a su tratamiento, a sus diferentes ángulos y a la profundidad con que son orientados los temas.
Saltillo ha visto transformarse su fisonomía, su espíritu, en estas cuatro décadas. Cambios que la han fortificado; cambios, en otros casos, que la han vulnerado. El retrato de lo que ha sido es fundamental para poder entenderla, para poder vivirla, para amarla. En una de sus concepciones, una ciudad se percibe como el heterogéneo grupo de habitantes que la conforman en un escenario determinado. Un escenario que es el paisaje que han hecho suyo, el paisaje aquel que nos constituye desde la esencia: algunos desde el nacimiento; otros, desde una llegada que los ha hecho decidir quedarse a vivir aquí.
Las miles y miles de transformaciones que ha tenido la ciudad nos hacen evocar a Mahatma Gandhi: “Que los vientos de los cuatro puntos cardinales entren a nuestro hogar, a condición de no destruir nuestro hogar”.
Son su amanecer; sus atardeceres; sus cotidianos afanes; el trabajo de quienes la sirven y de quienes de ella esperan lo mejor de sí misma, lo que integra la columna vertebral de este periódico, que trabaja haciendo comunidad, el motivo que lo impulsa. Es, asimismo, la fortaleza de su crítica, la responsabilidad de cada palabra emitida, impresa en ese taller del cual, el maestro del que comentaba líneas arriba, se siente tan pleno. Taller vivificante y emocionante, tan vívido e intenso como el de la propia sala de redacción, en la entraña de la nota, la crónica, la entrevista, el reportaje, el artículo, que el grupo de trabajo entero vive a plenitud.
¡Enhorabuena a VANGUARDIA en este 40 aniversario!
Chuy
Jesús Valdés, el director, el actor, el amigo. Adiós, querido Chuy. Una figura entrañable que amó su ciudad y vivió apasionadamente su oficio en el Teatro. Adiós al amigo con el que nos topábamos en las calles del centro y que nos sorprendía increíblemente en el escenario con su naturalidad y su personalidad única. El prolongado aplauso y las palabras de Cornelio Cepeda, en su despedida en el Teatro de la Ciudad “Fernando Soler”, conmovieron hondamente a los presentes: Ahí estaban reunidas las dos familias de Jesús. Los integrantes de su hogar, constituido por su amado y nutrido grupo de hermanos, y los que conforman el también nutrido y muy querido grupo de amigos y admiradores de su trabajo. No más su natural y muy norteño saludo: “Quiúbole, Conchita”.
¡Ciao, Chuy!