Fisco orwelliano
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Dos planas (miércoles) fueron insuficientes para explicar la pesadilla fiscal mexicana. Un fisco invasivo, despótico, paranóico quiere saberlo todo. Es el triunfo de una lógica reduccionista, burocrática, falaciosa y sobretodo irresponsablemente costosa para el empresario.
Esto sólo pasa en México porque todo mundo teme al SAT y a la Secretaría de Hacienda. Magistrados, diputados, empresarios prefieren llevar la fiesta en paz con Lolita. Me da gusto que el SAT y PGR ataquen a Ricardo Anaya. Cuando gane me gustaría sugerirle cómo domar a esta criatura orwelliana fuera de control, que además genera decenas de miles de juicios en su contra.
En septiembre de 2016 escribí: “La alta complejidad de la contabilidad electrónica hacendaria están matando a las empresas con finanzas apretadas. La carga burocrática (…) es un gravámen invisible extra”. “El SAT está engendrando una serie de empresas intermedias (…) para que les ayuden a hacer el trabajo”.
Salía entonces Videgaray, reemplazado por Pepe Meade. Lo exhorté a reencauzar los impulsos avasalladores de Aristóteles Núñez, pero no. Hoy, un tercer secretario desparrama la humedad orwelliana: una trampa improductiva que convierte a empresarios en rehenes.
México compite, señor Núñez, contra el mundo. La ineficiencia nos mata. ¿No le duele que un empresario pequeño no puede hacer su declaración sin ayuda? Su ley es demasiado complicada, no sirve.
Explicaré la trampa lógica. Aristóteles (el sabio griego) inventó el método lógico llamado reduccionismo. Básicamente consiste en crear más y más categorías para tratar de clasificar el universo en forma exhaustiva. Aristóteles Núñez copió
ese método.
La lógica reduccionista predice lo que sucedería. La factura fiscal (CFDI) del SAT seguirá creciendo y creciendo para tratar de abarcalo todo, hasta el infinito. De hecho ya estamos en la versión 3.3 y aún no la hacen jalar bien. Hablé hace año y medio de la “falacia computacional”, pero el señor Núñez no se dio por aludido.
Lo expertos contables son cautelosos para no ofender a las vacas sagradas hacendarias. Deloitte inicia diciendo: “Los nuevos comprobantes (…) incorporando 17 catálogos y miles de claves (52 mil) están resultando en una alza de costos”. Y termina: “la implementación (de CFDI 3.3) continuará siendo un desafío”.
El contador Gustavo Leal Cueva: “Los contribuyentes enfrentan la imposibilidad técnica para “timbrar” sus facturas”. “Una empresa… perdió 5 millones de dólares…”
José Luis Tamez, porcicultor, uno de los 31 mil 500 productores del agro, sufriendo horrores: “Yo pongo un código y mi cliente dice que no es el que él tiene”.
Luego viene el drama de la forma llamada “complemento de pago”, otro documento reduccionista adherido que requiere fecha, forma y moneda de pago, etc. Del absurdo al ridículo. Y que no te paguen en parcialidades porque la fiscalización se vuelve paranóica al extremo.
La teoría del SAT es que si ellos archivan electrónicamente las facturas con cientos de datos de la operación, no requieren auditar. De hecho SAT saca las cuentas y propone el pago de impuestos. Correcto don Aristóteles, ¿pero a qué costo para cientos de miles de empresas que tienen que contratar Proveedores Autorizados para Certificación (PACs) para armar sus sistemas computacionales?
Yo digo que una cosa es calcular tus impuestos y pagarlos, y otra muy distinta que el Gobierno se meta hasta la cocina y te amenace descalabrarte con tus propios sartenes. Lo veo francamente anticonstitucional: libertad de trabajo, de empresa, invasivo de la privacidad, etc. Lo de “fisco orwelliano” lo copié del contador Rogelio García Zambrano.
A los mexicanos nos sobra talento para crear un sistema fiscal sencillo, competivo y eficaz. Lógica del sabio Aristóteles tiene límites. El mundo exitoso de hoy es complejo, pero no complicado al extremo. Lo muy complicado se está muriendo.
Espero que un nuevo presidente así lo vea y remedie esta locura, o alguien que me refute.
javierlivas@prodigy.net.mx