Gasolinazo 2.0
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El arribo al poder de un Presidente de la República suele estar rodeado de gestos y simbolismos dirigidos tanto a la sociedad como al grupo que comanda. Destaco dos:
1.- Gastar o invertir parte de su capital político en un tema de gran impacto, en una reforma importante, en un anuncio que puede sentar mal a la ciudadanía; es decir, aprovechar su popularidad, gastarla en una decisión complicada, esperando un beneficio de largo plazo con un costo menor en lo corto. Toda proporción guardada, eso intentaron Fox frente al EZLN, Calderón frente al crimen organizado y Peña Nieto con su Pacto por México.
2.- Es su primera experiencia en el ejercicio del poder presidencial que, por momentos, pareciera absoluto e ilimitado. Los colaboradores más cercanos se lo creen y así lo transmiten a su jefe, el Presidente, cuando interactúan con él. La realidad de los hechos es que creen poder, porque tienen el poder y les toca ejercerlo.
Fox creyó arreglar Chiapas en 15 minutos. Calderón creyó que, bajo su mando, las fuerzas armadas se convertirían en un cuerpo de seguridad de clase mundial que liquidaría a un narcotráfico globalizado como el mexicano. Peña creyó que los medios que lo encumbraron podrían tapar los negocios al amparo del poder. ¿Si siempre habían podido, por qué detenerse ahora que tenían todo el poder?
Ahora, López Obrador deja muy claro que su estilo es diferente, que su gobierno será campaña, que necesita adversarios para justificar las limitaciones presupuestales y la incompetencia de la novatez. De otra forma no tendría argumentos, con mayoría absoluta en el Congreso, ¿a quién achacar la culpa si algo falla?
Como los anteriores Presidentes que eligieron una inversión de arranque, también AMLO lo hace por duplicado. Canceló el NAIM en Texcoco y lo reubicó en Santa Lucía, atendió la polémica de Atenco y perdió miles de millones de pesos. Dio banderazo al Tren Maya, ignorando la voz de los pueblos, sin contar con manifestación de impacto ambiental, ni proyecto de obra. Es interesante que tras varias semanas en el poder, esas medidas no parecen afectar su popularidad. ¿Fueron las vacaciones decembrinas, la intensa comunicación en redes sociales o el desinterés de una gran mayoría por esos temas? Veo claramente a un Presidente que habla directamente con la sociedad, con el grupo social que lo eligió. Eso enfurece a sus opositores, en ocasiones con razón, otras sin ella.
Poco después toma una nueva decisión para invertir su capital político que parece intacto. Anuncia que hará frente al robo de hidrocarburos, conocido como huachicoleo. La medida es muy arriesgada. Anuncia una estrategia sin dar los detalles, en su estilo, la abstracción. Mientras Ejército y Fiscalía trabajan, el Presidente decide cerrar los ductos porque desde ahí se roba la gasolina, suena lógico. Pero ¿cómo llegará el combustible a las estaciones de servicio? En pipas, sólo que no hay suficientes. Comienza el desabasto, más por una cuestión logística que por falta de gasolina. Las filas en las estaciones de servicio se alargan, los conductores se molestan y el Presidente pide paciencia. “Deben sacrificarse para que cese el robo. Nunca más habrá robo de combustible, vamos a acabar con eso de una vez por todas”.
Da miedo que un político pida sacrificios al pueblo, pero el Presidente se siente cómodo. Según una encuesta de Reforma, el 75 por ciento de los mexicanos está de acuerdo en que combata el robo de combustible y apoya su estrategia. Lo dice ese periódico que pocos días atrás representaba a la “prensa fifí”, “son unos reverendos hipócritas”, dijo cuando publicó el número de asesinatos cometidos en diciembre. Después resultó que Reforma se quedó corto frente a las cifras del Presidente, pero nada de eso importa, los hechos suelen ser lo de menos. Lo importante es que Reforma ahora está de su lado. Además, el “pueblo bueno” lo apoya. Para cerrar el círculo, nos pide que hagamos el esfuerzo, que racionemos la gasolina y, de pasada, que convenzamos a los criminales de que ya no roben. Así las cosas.
En esta novela presidencial hay un problema, el mismo de Calderón y su guerra contra el crimen organizado. ¿Cómo detenerlos? ¿Nuestros policías y fuerzas de seguridad se volverán eficientes de la noche a la mañana? ¿La Fiscalía General de la República terminará con la impunidad de un plumazo por el deseo presidencial? Calderón decidió enfrentar al crimen con unas instituciones de seguridad y justicia que no servían para nada. Hoy siguen sin servir para mucho. La tasa de homicidios está en su máximo histórico y la impunidad sigue tan campante. ¿Acaso esas instituciones, que AMLO mandó al diablo, terminarán con el huachicoleo? ¿Se redimieron con el cambio de gobierno? Lamentablemente veremos que no. El Presidente comenzó por el final, por el último paso de una estrategia de muchas, incluyendo organizar y preparar a quienes habrían de enfrentar al crimen para minimizar su impacto.
Si persiste en su error, los ciudadanos seguirán resintiéndolo en las largas colas. La polarización de unos y otros crecerá, la víscera del Presidente será más notoria en sus mañaneras ruedas de prensa y, poco a poco, nos iremos dividiendo más y más, como sucede en los países donde se gobierna creyendo tener la verdad absoluta, donde se desprecia la técnica y la razón a cambio de anuncios abstractos y simplones. Pronto, el Presidente se dará cuenta de que las buenas intenciones no bastan, de que las cosas son un poco más complicadas de lo que le parecen.
@chuyramirezr